PSICOLOGíA › FRAGMENTOS DEL LIBRO CARAS DEL GOCE FEMENINO
Los dos goces en la mujer
Con motivo de la presentación, el 27 de octubre, se transcribe un texto que relaciona el cuerpo de la mujer, su movimiento al goce y su conexión a una estética. Lo presentarán Luis Giunípero, Andrea Bordignon y Antonio Gentile.
Por Carolina Rovere
Hay goce fálico por la castración, es decir es el resultado de la operatoria eficaz de la metáfora paterna. Este goce fálico es un goce de la falta, y para gozar del falo hace falta que el objeto esté separado del cuerpo. Es decir que hay goce fálico cuando hay fantasma. Como está marcado por la represión, es acotado. El goce del Encore, "en corps", como dice Lacan, goce suplementario al falo, no se circunscribe a la falta y por eso es ilimitado, el cuerpo femenino es quien encarna, presentifica ese Otro goce ya que la mujer no se deja atar toda al falo. Debe pasar por lo fálico, puede incluso vivir anclada al falo pero cuenta con el recurso de un goce ilimitado, que no se restringe exclusivamente al fálico. Ese Otro goce al que Lacan llama específicamente goce femenino es un goce ilimitado, no infinito. Un goce ilimitado es un goce que no tiene tope.
¿Cómo hace una mujer gozar a un hombre?
Una mujer puede hacer gozar a un hombre de muchas maneras, por supuesto que lo hace en la relación sexual, pero también cuando la mujer goza de su cuerpo eróticamente, cuando se mueve, cuando baila, cuando hace con su cuerpo, es capaz de provocar en el hombre al erotismo. En ese caso, el del hombre, el goce fálico. Lacan nos dice en Encore: "El goce fálico es el obstáculo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del órgano". Es una cita para pensar. En primer lugar localiza claramente el goce del hombre en el falo, también se podría articular con lo que plantea en Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina, escrito a la altura de su Seminario 7, cuando nos habla de la "distancia entre la forma fetichista de la erotomaníaca", haciendo alusión a cómo se posiciona el hombre y la mujer frente al partenaire amoroso. El estilo fetichista del hombre daría cuenta entonces, de aquellas partes del cuerpo de la mujer que causan su goce, el del falo. El hombre está muy centrado en el goce fálico y se vuelve fetichista de esas partes de la mujer que le sirven a ese goce. Ella se le presenta como ese objeto que él quiere poseer.
En ella en cambio estarían las dos cosas, goza con su cuerpo y goza con el hombre que la desea y quiere poseerla. Estas son las dos piernas que Lacan dibuja en el piso inferior de los matemas del lado mujer, lugar dedicado a los goces. La mujer se abre de piernas, una se apoya en el falo, mientras que la otra se orienta hacia el goce específicamente femenino. Habrá que ver entonces cómo es esa abertura, y si existe en esa abertura una estética del goce femenino.
Para que esta abertura de piernas específica de lo femenino resulte estética, es necesario que se manifieste con un movimiento que demuestre la belleza del recurso femenino. Es similar a la danza, el encanto es mover el cuerpo con gracia, con soltura, mostrar el despliegue dejándose llevar por los acordes de la música, hacerlo vibrar, si el movimiento es rígido, cerrado o duro, no es bello.
Cada situación de vida de una mujer la convoca a una modalidad diferente de gozar, o más bien a una manera de articular los goces.
Continuando con la metáfora de la danza, para que la abertura de piernas resulte atractiva a la mirada, estéticamente bella, debe ser delicada y articulada. Hablamos de una mujer que puede hacer uso de su cuerpo, de sus movimientos y armar ese movimiento que consiste en dejar deslizar sus piernas, soltándose hasta lograr la abertura. Las piernas se juntan y se abren siempre formando parte de un cuerpo unificado, y eso le imprime belleza. Si imagináramos esas piernas abiertas separadas del cuerpo, estaríamos en otro nivel, y el espectáculo sería aterrador. La película El cisne negro nos muestra algo de esto, cómo la belleza se puede tornar en horror.
Si una mujer puede hacer usufructo de este recurso femenino, si logra articular los goces, podrá obtener el beneficio de disfrutar de su cuerpo, logrando una satisfacción que le aportará riqueza. Es por eso que a lo largo de este libro utilizo la metáfora perla preciosa haciendo alusión al valioso capital con que cuenta una mujer para gozar de su cuerpo. Se nota cuando una mujer sabe hacer con sus joyas, se transmite de una manera similar a aquellas escenas de la danza que conmueven por la belleza de ese cuerpo en el encanto de sus movimientos.