Jueves, 26 de enero de 2012 | Hoy
PSICOLOGíA › CERTEZA DE QUE LA MALIGNIDAD ES LA DE OTROS
Las relaciones sociales en la actualidad vistas desde la integración, la segregación, la rebeldía inusitada y el multiculturalismo en el orden simbólico.
Por Silvia Ons*
La película de Laurent Cantet "Entre los muros" da pié para el comienzo de una reflexión acerca del orden simbólico en el siglo XXI. Su ámbito es el de una clase de francés, en un barrio de los suburbios de París, a la que concurren alumnos de distintos orígenes culturales. El profesor trata de implementar todos los recursos para sortear las dificultades que el aula le depara: problemas de integración, segregación, rebeldía inusitada, multiculturalismo. Lleva así adelante una tarea no solo docente sino que intenta ser terapéutica, él trata de comprender, se empeña en no declinar. La escena más dramática del filmy sobre la cual quisiera detenerme se produce a partir de lo que sucede en una reunión de consejo, conformada por los profesores y dos alumnas de la clase como delegadas. En esa ocasión las jóvenes tienen un pésimo comportamiento: comen, hablan entre ellas, se ríen, se burlan perturbando al docente. Este, indignado, se desborda diciendo que ellas han tenido una actitud de "pétasse". A consecuencia se producen terribles incidentes que terminan con la ceja partida de una alumna, y acusaciones muy fuertes contra el profesor. La expresión "pétasse", no sólo refiere a una prostituta profesional, también remite a una adolescente un tanto ligera, provocativa, se ha traducido al español como "zorra". Las alumnas no dudaron en afirmar que fueron nombradas así, y omitieron que el profesor había dicho que se comportaron como tales, lo que no significa una nominación del ser. Tampoco se incluyó el contexto la desubicación de las chicas en la reunión que desencadenó la no feliz expresión del docente. Y tampoco valió la calidez demostrada de este hombre frente a su curso. Solo quedó como saldo el valor insultante del dicho y nada más. La declinación de los discursos va de la mano con que la palabra tome el sentido de una injuria y de un agravio que llega al corazón del ser. En este sentido, se trata de pensar en el ocaso de los discursos, cuando la palabra es aprisionada en su instantaneidad, fuera de la modalidad en la que es proferida. Y, más allá de ese ámbito educativo: ¿No notamos acaso de qué forma ella se sobreentiende inmediatamente al ser confinada al grupo partidario de donde supuestamente proviene, a los intereses que la gobiernan, a los propósitos implícitos que la empujan?
JeanClaude Milner destaca una imprevista consecuencia del principio de lo ilimitado en la sociedad ya que, a falta de un exterior posible, el sujeto se vuelve contra si mismo. Será únicamente el cuerpo quien da su consistencia al ser hablante, y ya no el discurso que se había soñado universal. El tatuaje sería, en este sentido, paradigmático de tal repliegue. Pero también resulta interesante indagar cuál es el sitial del Otro, quién toma el relevo del discurso, como ha quedado cubierta esa vacante. Considero que ese lugar es habitado por el supuesto goce del Otro. Así, el orden simbólico está atravesado por la dupla aceleración y corte inmediato donde la significación se interpreta en términos de goce del Otro.
En el Seminario "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis" dice Lacan que, en el fondo de la propia paranoia, tan animada, en apariencia, por la creencia, reina el fenómeno del Unglauben. El sustantivo que utiliza Freud en alemán para designar esta "incredulidad de origen" del sujeto paranoico es unglaube, que corresponde a la negación de glaube que significa fe y creencia. Fue Freud quién introdujo este término para explicar el mecanismo de la proyección, que es típico en esta afección. Se deniega creencia a un eventual reproche interno, atribuyéndole al prójimo el displacer que ese reproche genera. "El elemento que comanda la paranoia es el mecanismo proyectivo, con desautorización de la creencia en el reproche." La proyección implica no fiarse del inconsciente, rechazarlo, mantener lo que emerge de su fuente, lejos del yo. Es interesante que Freud evoque en este mecanismo una posición subjetiva que desautoriza una creencia, diciéndonos con esto que las formaciones del inconsciente suponen una creencia para ser reconocidas, caso contrario es arrojado" al mundo exterior el sumario de la causa que la representación establece"
Tanto Freud como Lacan nos indican que el paranoico no cree en algo diferente a su yo, ya que en término lacanianos para que exista creencia es preciso que también exista división subjetiva, es decir, que el yo admita un orden que lo traspasa. La decadencia de los discursos conduce a no admitir ningún orden como tal. No hay creencia, sino certeza relativa a la malignidad de los otros, Lacan nos enseña que cuanto más declina la primera, con más fuerza se instaura la segunda. Si en su obra definiría para la paranoia al goce identificado al Otro ¿ello mismo no revela que cuando no se cree, lo que anima el vínculo es la certeza relativa al goce del Otro? Así, la incredulidad posmoderna, puede darse la mano con el fundamentalismo mas extremo.
*Psicoanalista. Artículo completo en Revista Digital Virtualia.
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