Jueves, 26 de enero de 2012 | Hoy
PSICOLOGíA › REFLEXIONES éTICAS, FILOSóFICAS Y CIENTíFICAS
Por Sergio Zabalza*
Embriones congelados, familias homoparentales, alquiler de vientres, clonación, reproducción asistida, familias monoparentales, donación de óvulos...y la lista continúa hasta catapultar un paquete conformado por realidades de muy distinto cuño y valor, pero que sin embargo confluyen en un solo eje temático: las nuevas modalidades de concepción y crianza de seres humanos que apuntan al corazón de nuestro destino como especie. Por momentos, pareciera que la reflexión filosófica y los ámbitos jurídicos, religiosos y científicos apenas alcanzan a entrever las consecuencias que tales novedades insinúan o se muestran vacilantes frente a las encrucijadas bioéticas que la técnica y las nacientes prácticas sociales avecinan. Es como si, de alguna manera, frente a su arrollador avance, nos encontráramos en estado... embrionario.
Sin embargo, algunos datos del día a día aportan valiosos elementos para sentar posiciones. Por ejemplo, en la práctica clínica se hace interesante advertir que, entre las personas dispuestas a servirse de las opciones no tradicionales con el fin de gestar o criar un niño, no son pocas las que se interrogan acerca de qué contarles a estos chicos que aterrizan en hogares diferentes a la mayoría.
El dato no es menor, sugiere que por rara paradoja los avances de la ciencia y las transformaciones vinculares no hacen más que reavivar una cuestión tan vieja como el mundo: la pregunta por el origen. Y tanto más al colegir que los mitos sexuales infantiles, indispensables para la estructuración de la psique, desde siempre atienden aquella inquietud que distingue a la criatura humana respecto a cualquier otra del planeta: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estaba antes de nacer?
Lo imposible de saber invita a la novedad, al otro que nos aparta de la ilusión omnipotente y nos convoca al lazo social: a la diferencia. Mal presagio, entonces, para aquellos futuros padres o madres que rechazan la pregunta o descansan en respuestas unívocas plenas de certeza. Se trata de aportar palabras, recuerdos, fotos, personajes, que se presten a la construcción de una historia singular.
Cualquiera sea el hogar o el método empleado para traer un ser al mundo, se hace menester sostener la pregunta que convoque a un trabajo. Desde esta perspectiva, amar a un niño es brindarle el espacio y el lugar para que construya una versión un mito, sobre su origen.
Lejos de reducirse al acotado ámbito familiar, esta condición que impone el amor sostiene a su vez el entramado de la comunidad hablante. Porque una sociedad democrática merece el nombre de tal cuando sus miembros se muestran dispuestos a revisar sus instituidos sacralizados. Gobernar es imposible, decía Freud.
*Psicoanalista. De la introducción del libro que en próximos días será presentado "Neoparentalidades. El porvenir de la diferencia", editado por Letra Viva, del autor de la nota.
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