Jueves, 1 de septiembre de 2016 | Hoy
PSICOLOGíA › EL HALLAZGO DE FREUD
Por Luciano Lutereau*
Lo novedoso del descubrimiento de Sigmund Freud acerca de la infancia no radica en la atribución de sexualidad. Que los niños no son "ángeles" es algo ya sabido de antaño, y de acuerdo con Michel Foucault desde el siglo XVIII se cuentan elaboraciones de teorías acerca del niño perverso, el papel de la masturbación y las fuentes de la anormalidad.
Sin embargo, el hallazgo de Freud no deja de ser inquietante: la disociación entre lo infantil y lo tierno. Dicho de otro modo, cualquiera podría estar dispuesto a considerar manifestaciones sexuales en el niño, pero a condición de no olvidar de que se trata de un ser con relativa ternura. En la perspectiva freudiana, el camino es inverso. Lo tierno no es un punto de origen, sino una modificación de lo sexual e, incluso, una forma de inhibición.
He aquí un punto en que el planteo freudiano se vuelve espinoso. Si le creemos a su biógrafo Ernst Jones, el inventor del psicoanálisis no fue un hombre demasiado proclive a la ternura. Y su obra testimonia de este problema en cierta medida: por ejemplo, bajo su pluma pueden encontrarse expresiones curiosas como "el horror a los hombres en tierno coloquio", o bien "ella no le correspondía, no era lo suficientemente tierna", donde es claro que la ternura remite a un embozo de lo sexual. Por lo tanto, más allá de las reflexiones teóricas en torno a la "corriente" tierna de la sexualidad, es preciso afirmar que Freud no creía demasiado en lo que decía.
Esta última observación se comprueba en la interrupción del tratamiento de su paciente Dora. Podríamos sostener que fue algo de la falta de ternura lo que motivó ese desenlace: identificado con el lugar del investigador, cuando la joven le propone dejar de analizarse Freud le plantea la continuidad de esa última sesión en un verdadero ejercicio de rigor metodológico. ¿Por qué no le pidió que se quedara? ¿Hubiera sido un atentado a la regla de abstinencia? Ese gesto, propio de un analista que no es neutral, ¿podría haber conmovido su lugar de autoridad paterna en el dispositivo? Pero, un padre, ¿no puede ser tierno? Esto explica por qué Freud se topaba con el amor de transferencia bajo la forma privilegiada del enamoramiento, dado que sólo podía darle consistencia a la figura del seductor.
*Psicoanalista. Fragmento. Magister en Psicoanálisis UBA. Docente, investigador. Miembro Foro Analítico del Río de La Plata.
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