Lunes, 7 de junio de 2010 | Hoy
OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD
El gobernador parece haber retomado la iniciativa política en varios planos. Asumió personalmente el relato de su gestión pública, marcó sus preferencias internas para las elecciones de 2011 y elaboró una nueva agenda para su relación con el peronismo en la provincia.
Por Leo Ricciardino
Durante el fin de semana el gobernador Hermes Binner volvió a darle aire a los dirigentes socialistas que tienen sus aspiraciones políticas para sucederlo en la Casa Gris. "Lo importante es el proyecto que está por encima de los individuos", dijo Binner y lo trascendente es que lo dijo sentado al lado del senador Rubén Giustiniani, el ministro de Gobierno Antonio Bonfatti y el intendente Miguel Lifschitz; con quienes clausuró un cónclave partidario referido a políticas públicas.
Es la primera acción pública que comparten las máximas autoridades del PS tras la decisión de Binner de marcar la cancha al señalar: "Me gustaría que me suceda en el gobierno uno de mis ministros". Así, dejó a Bonfatti como su preferido para 2011 sin siquiera tener que nombrarlo directamente.
Bonfatti no esquivó la responsabilidad ni siquiera 24 horas y confirmó que efectivamente "como a un músico le gustaría tocar en el Colón, a un político le gusta crecer en sus responsabilidades". Lifschitz que se sintió tocado directamente por el estoque del mandatario retomó protagonismo al señalar: "No creo que sólo un ministro pueda garantizar la continuidad del proyecto del Frente Progresista en la provincia", dando respuesta así a la principal crítica que se le hace al intendente desde el binnerismo, sector donde muchos piensan que Lifschitz muestra demasiada independencia del partido y del propio Binner a la hora de tomar decisiones y hacer declaraciones sobre su futuro político.
El único de los involucrados que mantuvo un silencio sorprendente fue el senador Giustiniani, que tampoco se reconoció como candidato a la sucesión socialista en la provincia pero que comenzó desde hace tiempo a recorrerla de manera intensa. Es más, fue precisamente esta febril actividad en territorio santafesino la puso en alerta a los otros dirigentes del socialismo.
De todas maneras, Binner ya dijo que lo que tenía que decir y no lo repetirá. Ahora todos saben cuál es su preferencia y tendrán que cargar con eso para convencer a uno de los más importantes jefes políticos del socialismo de que es más conveniente otro candidato, distinto al que él eligió para la competencia con el peronismo cuando se ponga en juego la provincia en 2011.
Lo cierto es que el gobernador ha recuperado peso político con sólo poner en escena dos acciones que cambiaron absolutamente la visión de su gestión y hasta de su impronta pública: Por un lado forzar la agenda con el peronismo al poner en debate la reforma de la Constitución provincial y por el otro subrayar su carácter de gran elector hacia la interna partidaria, donde muchos comenzaban a ponerlo en retirada ante su imposibilidad de repetir mandato y frente al inestable panorama nacional donde no es seguro que Binner pueda hallar su lugar en alguna fórmula nacional.
En este marco, y en los últimos días, el mandatario eligió levantar su perfil también con definiciones contundentes como la de este fin de semana: "La solución a los problemas del país no vendrá desde la derecha, sino desde la centroizquierda, desde el progresismo que ha demostrado en Santa Fe que tiene la capacidad de utilizar las herramientas para el cambio que la sociedad necesita", dijo y reivindicó además el rol del Estado en las políticas públicas.
En su flamante rol del "otro Binner", también tuvo tiempo de apartar rápidamente las lisonjas de Eduardo Duhalde que intentó la ridícula posibilidad de sumarlo a su espacio -que no está precisamente en crecimiento- y, seguramente, para molestar un poco a Carlos Reutemann, mudo testigo de casi todo lo que pasa en el país y la provincia para desesperación de gran parte del peronismo.
El reloj ha comenzado a correr y ya no se detendrá para acortar los tiempos que restan al año electoral que se avecina. En ese entendimiento, el gobernador parece haber comprendido que él mismo debía encabezar el relato de su gobierno y retomar su liderazgo para bien no sólo de su futuro sino también para el de su espacio político que jugará cosas trascendentes en unos meses más.
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