Lunes, 5 de marzo de 2007 | Hoy
OPINIóN › 7 DÍAS EN LA CIUDAD
El mensaje del intendente Lifschitz al Concejo Municipal, incorporó a las discusiones con el gobierno provincial un tema que no había estado demasiado en disputa: La vivienda social. Provincia y Municipio invierten en Rosario en todas las áreas, pero ninguna acepta sumarse a los planes del otro, así algunos recursos se superponen y las políticas pierden su eficacia.
Por Leo Ricciardino
El discurso del intendente Miguel Lifschitz, el jueves en la apertura del período de sesiones ordinarias del Concejo Municipal; tuvo un profundo contenido político, aunque no meramente de campaña, como se interpretó desde la oposición. Si bien algunos tramos fueron dedicados al autoelogio (que discurso de un mandatario no los contiene), gran parte del mensaje se destinó al debate sobre temas estructurales de la gestión y, principalmente, a destacar las diferencias con el Ejecutivo provincial.
En este punto, a las viejas disputas que se evidencian sobre todo en el área de la salud pública; se agregó ahora el tema de la vivienda social. Allí Lifschitz marcó cómo podría mejorar y acelerarse el Plan Hábitat para erradicación de asentamientos irregulares si la provincia no hubiese destinado la inversión para el rubro en el marco del Plan Federal a "otros sectores sociales". La mención encendió la mecha en Santa Fe que salió rápidamente a marcar que es en realidad el municipio el que "no consiguió las tierras adecuadas y por eso el gobierno tuvo que salir a expropiar otras por un monto total de 29 millones de pesos".
Más allá de los pormenores, ha surgido otro segmento para la competencia entre Rosario y el gobierno provincial. La disputa política genera superposiciones que a la larga terminan desperdiciando esfuerzos por la imposibilidad de coordinación. Por ejemplo: La provincia no escatimará fondos para hacer viviendas en Rosario, pero no acepta subsumirse a los marcos del Plan Hábitat que es una creación del socialismo. El gobernador nunca pensó en recortar dinero o esfuerzos para la atención de la salud pública en esta ciudad, pero ni piensa en cumplir un rol suplementario dentro del esquema de salud pública que se diseñó aquí hace más de 15 años y que tantos resultados políticos brindó a los socialistas. Por el contrario, en la disputa del mes de enero, Obeid se inclinó claramente por tomar a su cargo el sector de media y alta complejidad y dejar la atención primaria en manos del municipio. Ni en sueños, habrá pensado Lifschitz.
Lamentablemente, la disputa excede con creces a los hombres que momentáneamente ejercen el poder en ambos sectores del Estado. Ya que más bien se trata de una disputa estructural, de una competencia en la que Rosario presiona permanentemente contra el corsé que le impone como municipio de Primer Grado la Ley Orgánica.
Y el propio intendente rosarino es conciente de ello. Hace poco Lifschitz explicó que por más que sea Hermes Binner quien ocupe el Ejecutivo Provincial si es que gana en los comicios de este año; la pesada estructura de la burocracia provincial tardará en cambiar. Incluso, si la autonomía prosperara mediante un cambio de signo político en Santa Fe después de 25 años, no habría que esperar los resultados de manera inmediata.
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