Domingo, 22 de abril de 2007 | Hoy
Por Osvaldo Ortolani*
Frente a la nueva limitación en las franquicias del Transporte Urbano de Pasajeros para personas mayores de 69 años tengo la obligación -como autor de dicho proyecto del año 1994 que permitió esa franquicia- de exponer nuevamente algunos puntos en consideración. Primeramente se debe entender el espíritu de dicha ordenanza, que no entiende de dádivas o limosnas, sino de un derecho, que como tal debe ser universal, el derecho de poder utilizar libremente este Servicio Público que pertenece al Estado en forma gratuita por todo este grupo etáreo.
Medida luego adoptada por ciudades de España, Italia y Suiza entre otras que entendieron que se trataba de un hecho filosófico y culturalmente más elevado que el simple "viaje gratis", que fueran ejemplo en la Asamblea Mundial sobre Envejecimiento en Madrid 2002 o en la Reunión de Gobiernos y Expertos sobre Envejecimiento de América Latina en Buenos Aires 2005, pero para sentirlo deberíamos entender a una sociedad que respeta a sus mayores, o mejor aún, entender a los mayores.
Uno de los síntomas que profundiza y acompaña el paso de los años en el hombre es el aislamiento que ayuda a dañar su integridad bio-psico-social, y las sociedades modernas e individualistas llevan la delantera en promover el aislamiento del ser humano "no productivo".
Pero más allá de querer aportar un grano de arena para construir o soñar en la ciudad de las utopías, ingresando al frío mundo de los números se debe saber que antes de ponerse en práctica esta ordenanza, solamente el 3,2 % de los usuarios eran personas mayores de 69 años, o sea que de quitarse este beneficio se incrementaría solamente un exiguo 3,2 % la cantidad de viajes vendidos.
También debería saberse que no son los empresarios ni el Estado quienes subsidian las franquicias, sino el conjunto de usuarios, dado que el costo del pasaje es el resultado del costo total del servicio incluido amortizaciones de unidades y galpones dividido la cantidad de boletos pago, no de las personas que viajan, o sea que si pagaran más el boleto debería ser mas barato. Lamentablemente siempre se utiliza mas que a las franquicias, a este grupo etáreo como rehén o bomba de humo o chivo expiatorio, artilugio ya conocido y desgastado, por los poderes de transporte para poder seguir condicionando a quienes deben decidir por una calidad mejor del servicio y no lo hacen.
*Ex concejal (PJ).
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