rosario

Martes, 18 de octubre de 2005

CIUDAD

Lo de la marchita fue todo un tema en el estadio

Quedó en evidencia la contraposición de una escenografía "peronizada" frente al estilo introducido por el Presidente.

 Por Guillermo Lanfranco

Fueron unos pocos segundos de desorientación. Desde el medio del parquet de Ñuls, allá donde había más bombos, comenzó a surgir el ritmo con el estirado "..niiiistas..." de la primera estrofa. El fragor trepó por las tribunas y se volvió inevitable. Los que estaban arriba del palco principal mostraron un atisbo de duda, pero bastó que uno se levantara de la silla, para que todos lo siguieran. En el acto del 17, entonces, medio a la fuerza se cantó la marchita a pesar de que -fue evidente-; no estaba en el programa de los organizadores. Ese momento resumió la tensión que ha introducido el estilo K en el partido fundado por Juan Perón, justo en el "Día de la Lealtad": Un Presidente que quiere seducir a los amplios sectores que están por fuera del justicialismo, pero que cuando mira a su alrededor (dice Lerner), entre lo más cercano, siempre se encuentra con la tradicional estructura pejotista.

Sí, lo de la marchita fue todo un tema. Ya se había completado la primera línea del palco, con el ingreso de Néstor Kirchner y los candidatos, ya se había proyectado un video con imágenes históricas del primer peronismo, ya se había cantado el Himno nacional. El locutor anunciaba que iba a hablar Agustín Rossi, pero el candidato postergó su discurso, para dar lugar a la entonación de "Los Muchachos Peronistas". La cantaron todos de pie. Kirchner aplaudiendo levemente, al igual que Carlos Reutemann, que estaba atrás del Presidente y en la primera fila de la grada de candidatos. Al lado del Lole, Jorge Obeid la entonaba con el entusiasmo propio de un chico al que le regalaron un juguete después de mucho tiempo. Si hasta desde un costado la cantó Aníbal Fernández, el que había mandado meter la canción partidaria en un lugar poco recomendable para guardar música.

Claro que el acto no podía tener la misma asepsia partidaria que el de agosto pasado, cuando la principal oradora fue Cristina Fernández de Kirchner, ayer ausente. Esta vez en el palco hacían fondo las fotos de Perón y Evita, más esa imagen-símbolo de octubre del `45, con los descamisados metiendo las patas en las fuentes de plaza de Mayo. Todos los bombos que quedaron afuera dos meses atrás, ayer atronaron el estadio cubierto, tanto como la cumbia que hizo de música de fondo durante la hora de espera. Hubo pancartas de todos los colores y de varias líneas internas del PJ santafesinos. También se hizo notar una mayor presencia gremial, a través de las numerosas camisas amarillas de los empleados del Correo Argentino, cuyo sindicato encabeza otro Rossi (éste es Carlos), más un amplio sector ocupado por el movimiento piquetero Barrios de Pie. Es decir, mucho de lo que un peronista puede esperar de un festejo del Día de la Lealtad.

Y esto a pesar de que para el público se reservó solo la mitad del lugar, ganado en gran parte por el palco de los candidatos -llegaba casi al medio del estadio-, más los destinados a los funcionarios y a la prensa, de uno y otro costado respctivamente. El público hace tiempo ha dejado de ser el protagonista principal de los actos -¿alguien se acuerda de los cierres de campaña del `83 con cientos de miles de personas?- y en vez de calcular los asistentes para medir el éxito de una convocatoria, se cuentan los puntos de rating.

Por eso, no extrañaron las reiteradas exhortaciones previas para que la gente bajara las pancartas y dejara de tocar los bombos cuando llegara la hora de los discursos porque "necesitamos televisar en forma prolija", aseguró insistentemente el locutor del acto. La puesta en escena se completó con una iluminación propia de un estudio de televisión, todos los spots apuntando al palco principal donde estaban los candidatos.

Pero este 17 cayó justo seis días antes de las elecciones en que el Presidente buscará ampliar su base de sustentación política más allá de la frontera partidaria. Y para celebrarlo se buscó una ciudad que desde 1983 en adelante es muy esquiva al peronismo. Entonces quedó en evidencia la contraposición de una escenografía "peronizada" frente a un Kirchner pidiendo que a la hora de votar "olvidemos a qué sector pertenecemos porque hay un pingüino que necesita ayuda" y aclarando que no llegó a Rosario "a descalificar al otro".

Si a alguien le sonó que el primer mandatario sospecha que el domingo el PJ no obtendrá el mejor resultado en la provincia de Santa Fe, el locutor del acto de Ñuls terminó de ponerle la frutilla en la torta a esa presunción. "El milagro está a la vuelta de casa", dijo respecto a las posibilidades de la lista que encabeza Agustín Rossi.

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"El milagro está a la vuelta de casa", dijo el locutor. Se refería a Rossi.
 
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