Jueves, 28 de septiembre de 2006 | Hoy
CIUDAD › 25/11/1998
Por Juan Carlos Tizziani
María Carolina es Paula. Su padre biológico era Enrique Cortassa y su madre Blanca Zapata, según los resultados de los análisis de pruebas inmunogenéticas que el juez de Menores Julio César Rogiano depositará en manos de la joven que hoy recupera su nombre. Rogiano estuvo ayer a la tarde en el hospital Carlos G. Durand, donde se entrevistó durante casi tres horas con la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, Ana María Di Lonardo. Recibió un informe detallado de los estudios que se hicieron desde el 1º de setiembre último, cuando seis mujeres de las familia Cortassa y Zapata aceptaron indagar la vía de la sangre. A esa misma hora, pero en Rosario, Carolina comenzó a reconstruir su historia. "Paulita", la llamó la madre de su padre, Delfina Cortassa. La mujer tiene 83 años y había visto a su nieta, por última vez, cuando era una beba de un año, antes de la Navidad del '76. Los vecinos se asomaron al reencuentro en el barrio sur de Rosario, el mismo que solía recorrer Enrique Cortassa cuando militaba en la Juventud Peronista. Había más de 40 personas, alguien depositó una cadenita de regalo y otro deslizó una promesa: organizar una fiesta en algún club del vecindario. Todos la llamaron Paula.
"Ya no tengo dudas", reflexionó después Carolina. Había repasado el álbum familiar con fotos de Paula, con fotos de ella, en otros tiempos. El juez Rogiano confirmará esta mañana, cuando estén frente a frente, lo que ya intuye la joven que reclamó que le devuelvan su identidad. Hoy será ese día.
Rogiano evitó el contacto con la prensa: primero deberá informar a María Carolina de los resultados de las pruebas de ADN, pero cuando salió del encuentro con la doctora Di Lonardo, se observaba en su rostro la satisfacción del deber cumplido. Hoy podrá cerrar la causa que se tramitó durante tres años en su juzgado, acaso con un informe sobre la incansable labor que desplegó en este tiempo la Comisión Nacional de Derecho a la Identidad.
Comenzará entonces otra trama, la que deberá develar la justicia federal en la causa por "supresión de identidad" que impulsan la fiscal Griselda Tessio y la abogada de las Abuelas de Plaza de Mayo, Alcira Ríos, aunque está claro que Carolina también se presentó como parte querellante. Sólo dos militares declararon hasta ahora: el teniente coronel Carlos Enrique Pavón y el coronel Carlos Adalberto Rodríguez Carranza. Uno dijo que no estaba en Santa Fe cuando fuerzas de la dictadura asaltaron y saquearon la casa de calle Castelli al 4500, el 11 de febrero de 1977. El otro tiró de la cadena de mandos que conducirá -tarde o temprano- a ex jefe del II Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri. Los dos coroneles que están en lista de espera, el ex jefe del Area 212, Juan Orlando Rolón, y el ex jefe de la plana mayor, Adolfo Ernesto Alvarez, dicen que están enfermos.
Las fotos que publicó Rosario/12 en su tapa con aquella pregunta, tuvieron ayer su respuesta: María Carolina es Paula. Falta aún develar cuál fue el destino de sus padres biológicos, Enrique Cortassa y Blanca Zapata. La mujer estaba embarazada a término cuando desapareció en Santa Fe, en febrero de 1977. El informe que la doctora Di Lonardo entregó ayer al juez Rogiano sólo incluyen los grupos familiares analizados por el Banco Nacional de Datos Genéticos. No se conocen aún los resultados de las muestras que los antropólogos del Equipo Argentino tomaron de restos de seis NN, localizados en el cementerio de Santa Fe, tras una investigación de este diario. Tres de ellos fueron inhumados luego de la caída de la casa de calle Castelli al 4500, pero una de las mujeres murió doce días después del asalto, el 23 de febrero de 1977.
Ayer Carolina se reencontró con su abuela materna, quizás mañana viaje a Victoria (Entre Ríos) para conocer a los Zapata. A su otra abuela, Alba. Ellos también tienen su historia trágica, que explica muchas cosas. En la primavera del '75 otro grupo de tareas secuestró en Rosario, a un hermano de Blanca, un cuñado y un amigo. Fueron los primeros tres caídos de la familia, en febrero del '77, desaparecieron Enrique, Blanca y Paula. Nada se sabe del niño que la mujer llevaba en la panza. Los estudios médicos realizados en 1984 no revelaron ningún indicio del bebé.
Ese 11 de febrero de 1977 el operativo militar se encarnizó primero con una casa ubicada a una cuadra de lugar, donde vive una familia de apellido Maciel, cuyos hijos se salvaron por milagro. Y una hora después hubo un repliegue de la fuerza de tareas hasta Castelli al 4500, pero el ataque duró "un segundo, tiraron dos granadas, y terminó todo". Nadie se explica porqué la familia rosarina no se escapó mientras "estaban tiroteando la otra casa; tenían tiempo de hacerlo". Después, los vecinos vieron sacar a las víctimas: uno asegura que por el frente de la casa vio a una mujer muerta que tenía el cabello teñido, rojizo. Otros -los Villalba- reiteraron lo que ya dijeron ante la justicia. Ellos vieron salir vivos a tres personas: un hombre que no tenía ningún rasguño, una mujer embarazada y la nena que cuidaron en su casa. Por las fotos que publicó en exclusiva este diario, subrayan el parecido de aquella mujer y la nena, con las de Blanca y su hija, Paula.
En febrero de 1977, el Ejército informó que en el operativo murieron tres personas: un hombre y dos mujeres a la que identificó con sus nombres de guerra: "Leda" y "Cuca". Sin embargo, el ex carcelero de la Guardia de Infantería Reforzada, Juan Calixto Perizotti, reconoció que una de las mujeres murió el 23 de febrero, doce días después de la masacre.
"Leda" era Cristina Ruiz de Ziccardi y poco antes de refugiarse en la casa de Castelli al 4500 se había teñido el cabello de rojo como la recuerdan los Villalba y Olga Giuliano, según aseguró a este diario una sobreviviente de la época que llevó hasta ese lugar a los dos hijos de la militante: Ramón y Hernán Ziccardi. Los chicos fueron entregados a sus abuelas el 24 de febrero de 1977, pero ellas ya sabían desde el día 22 que Cristina había muerto. La otra nena, Carolina, quedó a disposición de la Justicia de Menores.
El 28 de octubre de 1998, Rosario/12 publicó en su tapa dos fotos con una pregunta inquietante: "¿Y si Carolina es Paula?". Eran dos gotas de agua, a pesar del tiempo, idénticas: una beba de un año, desaparecida en 1977 y una joven de 21, que luchaba por su identidad. La foto de la niña había sido recibida por Carolina que reaccionó con su sangre: "Pero si ésta soy yo. ¿Qué me están mandando?", se preguntó. Fue el disparador para que la justicia ordene la prueba de ADN, que se conoció un mes después. El 24 de noviembre de 1998, esperé los resultados del análisis en las puertas del hospital Durand, en Buenos Aires, y volví a la redacción impactado, con la noticia de tapa del día siguiente: "Carolina es Paula". Carolina Guallane es Paula Cortassa, la única sobreviviente de su familia biológica. La fiscal federal Griselda Tessio reconstruyó la masacre: la desaparición del padre biológico de Carolina: Enrique Cortassa y la muerte de su madre, Blanca Zapata, embarazada a término, que agonizó doce días en el hospital José María Cullen, donde perdió a su segundo bebé. Carolina sólo recuperó los restos de Blanca. En julio de 2002, la querella pidió la detención de Leopoldo Galtieri, pero el ex dictador murió antes de comparecer. En setiembre de ese año, el juez federal Reinaldo Rodríguez anuló las leyes de impunidad. Y hace un mes, la fiscal Tessio pidió la indagatoria del coronel Juan Orlando Rolón, en la causa. A ocho años de recuperar su nombre, Carolina espera justicia. (J.C.T.)
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