Lunes, 28 de mayo de 2007 | Hoy
CIUDAD › ARQUITECTO Y URBANISTA HECTOR FLORIANI
De cara a la audiencia pública donde se discutirá el proyecto de la municipalidad para modificar el Código Urbano, el decano de Arquitectura apoya la idea de planificar la ciudad sin un criterio generalizador, respetando el entorno de cada barrio.
Por Guillermo Lanfranco
Antes que decano de la Facultad de Arquitectura -reelecto en abril pasado-, Héctor Floriani es un destacado especialista en urbanismo, doctorado e investigador del Conicet. Con ese bagaje académico, analiza la polémica surgida alrededor del proyecto de la Municipalidad de Rosario para dar de baja el Código Urbano vigente desde 1967 y reemplazarlo en el Centro y Macrocentro por nuevas normas urbanísticas. Una posibilidad que enfurece al lobby demoledor-constructor y que apunta a limitar la altura de los nuevos edificios, teniendo en cuenta el entorno de cada manzana y de cada barrio de la ciudad, para lograr también preservar el patrimonio arquitectónico.
-¿Esta mal que una ciudad decida planificar su crecimiento urbano y arquitectónico?
-De ninguna manera, al contrario. Si hay un mérito en esta propuesta del Departamento Ejecutivo es haber puesto sobre la mesa un tema que es complicado; es como ponerle el cascabel al gato. El mérito es plantear el tema, porque la cultura urbanística local esta en condiciones de aggiornar el viejo Código Urbano. Recuerdo que en 1985, durante la gestión de Horacio Usandizaga como intendente, el secretario de Planeamiento Juan Carlos Viotti, propuso una baja del índice edilicio -superficie máxima construible en un terreno- de 7 a 5 en el área central, sin mucha resistencia ni oposición. Esta propuesta es más ambiciosa frente a una normativa vigente que es extremadamente genérica y que asigna indicadores abstractos a todas las parcelas, sin reconocer las particularidades de cada zona. Entonces, un rasgo positivo de este nuevo intento es particularizar, ya que no se habla de parcela sino de tramos (frente de varias inmuebles sobre una cuadra). No es lo mismo una parcela que está en un tramo de edificios de valor patrimonial, que otra en un tramo consolidado de edificios altos de departamentos. En el nuevo proyecto hay un esfuerzo de calificación de cada parcela que no podemos pasar por alto. En este debate hay que escuchar las voces de todos los que tienen algo que decir: los académicos, los empresarios, los que operan en la producción de bienes inmuebles y los ciudadanos. Creo que es posible mejorar la normativa y esta propuesta va en una dirección de mejora.
-En los últimos 40 años, el Código vigente produjo una tipología de edificios sin muchas variaciones.
-Los argentinos estamos muy acostumbrados a estas construcciones que ocupan todo el ámbito de un terreno y que por ende se definen lateralmente con medianeras, que son muros ciegos. Esto nos parece normal, pero es una aberración. No hay razones para tener edificios tan altos y con muros ciegos. Cuando construimos así, estamos diciendo que esperamos que a los lados se adose otro edificio de iguales características. La cuadra de edificios de Corrientes entre San Juan y Mendoza es el mejor ejemplo de cómo se realiza el proyecto general que está implícito en la normativa actual: manzanas enteras con construcciones de ese tipo y altura. Pero cuando vemos un edificio en altura aislado, es una tajada de ese proyecto de cuadra. No es normal ni saludable tener edificios altos entre medianeras, y aislados. Morfológicamente es una aberración. Hemos perdido la idea de que esa intervención es de cuadra completa. Entonces, el proyecto implícito del Código vigente es que todas las manzanas del centro tengan esa misma altura, y no me parece lo más correcto.
-Ese tipo de edificio se está reproduciendo ahora también en el Macrocentro, donde prácticamente no había construcciones de altura.
-Por Paraguay entre Viamonte y Ocampo hay una construcción en altura sobre una manzana donde las casas son de una o dos plantas. Ese edificio no aporta nada a la calidad del barrio, la empeora. Si podemos hacer algo para desalentar ese tipo de cosas, la normativa es positiva. Y esto no quiere decir nada en contra de la actividad constructiva.
-Hay un boom de la construcción, que en verdad no tiene nada que ver con un boom de la arquitectura. Es decir, todos los edificios son más o menos iguales, pensando más en la rentabilidad y la inversión que en el diseño.
-Una cosa es la arquitectura y otra la construcción. La arquitectura puede definirse como el arte de proyectar y construir edificios, pero obviamente no todo lo que se construye puede aspirar a ser Arquitectura con mayúsculas.
-El lobby de la construcción puso el grito en el cielo porque dice que la modificación del Código perjudicará al sector.
-La actividad de la construcción es importante para la región, pero no tiene porqué pensarse que una modificación del Código vaya en contra de ese sector. Yo lo he hablado con colegas que son empresarios del sector y muchos dicen que lo fundamental es entender que la construcción después se desplegará en los márgenes que la normativa le deje. Si determinadas cosas no se pueden hacer, se harán otras. No tiene porqué darse un parate.
-La construcción forma parte de un mercado con oferta y demanda, ¿es bueno que un sector económico pretenda regular la actividad o el crecimiento de una ciudad, imponiendo sus reglas de rentabilidad?
-Limitar la altura de los edificios, como se quiere hacer, no va a representar una hecatombe para la construcción. Entiendo al que está peleando todos los días en la industria de la construcción, y es bueno escuchar lo que opinan ellos. Pero creo que ese miedo no se basa en algo inexorable. Porque la capacidad de producir edificios se va a colocar en los márgenes que deje el cuerpo normativo.
-En el espíritu de la nueva normativa está también la preservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad.
-La vieja norma es genérica, sin distinguir particularidades, y es indiferente al patrimonio arquitectónico. Así se levanta un gran edificio al lado de uno de valor patrimonial. La iniciativa del Departamento Ejecutivo tiene en cuenta las parcelas con edificios de valor patrimonial. Por eso rescato que hay un esfuerzo basado en un gran estudio de la realidad construida en el Centro y Macrocentro, realizando un esfuerzo diferenciador y de calificación respecto a la parcela a intervenir, algo que rescato profundamente.
-En definitiva se busca una mejor calidad de vida, evitando que aparezca un edificio en medio de un barrio bajo.
-Creo que esos edificios altos y aislados no aportan calidad estética, espacial, de vida, en ese entorno. La pregunta es ¿qué habría hecho el inversor si no tuviera esa posibilidad? Es probable que hubiera encontrado otra opción. En muchas ciudades del mundo hay zonas donde no se puede intervenir, son intangibles. Por supuesto que Rosario no tiene un centro histórico del tipo de una ciudad antigua de Europa. Pero aun en esos lugares extremos, donde hay un consenso unánime respecto al patrimonio, aun ahí hay una intensa actividad constructiva. En Rosario tenemos zonas como Puerto Norte, los desarrollos en el oeste, etc. donde podrían asentarse edificios en altura. Un plan integral debería contemplar oportunidad en ese sentido. Pero incluso la norma que se propone no congela la ciudad, sino que abre un montón de oportunidades no genéricas. Y los empresarios deben adaptarse a estas nuevas reglas de juego.
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