Viernes, 12 de febrero de 2010 | Hoy
Las tardes de verano se prestan para la charla íntima. Sobre todo si hay aire acondicionado y un té bien servido, como ése del que dieron cuenta Naty Menstrual –escritora– y Maiamar Abrodos –actriz, escenógrafa y docente– en un café que, ellas dicen, ya no se llamará Tortoni. La construcción de la identidad, la transformación del cuerpo, la sexualidad, el género, el amor, los sueños, los prejuicios; la vida misma, en definitiva, en una charla imperdible.
Maiamar Abrodos: –Sí... me oscurecí el pelo.
–No, no fue tardía. En realidad, tardío fue descubrir que podía y cómo podía hacerlo. La decisión es de toda mi vida, lo que pasa es que descubrí tarde que podía vivir como mujer libremente, sin pruritos.
–A los 41.
–Sí, pero hay cosas que se saben en núcleos, círculos de personas que están ligados al tema. Pero la mayoría no lo sabe.
–En realidad yo soy actriz, me relacionaba en un ambiente actoral y no conocía chicas trans, ni tenía vinculación. Sabía que existían, que había, por supuesto, pero no conocía a nadie personalmente. De todos modos, creo que, más allá de lo que podés saber, es una instancia en tu vida, una instancia interna, como si dijeras: “Bueno, yo construí hasta acá, que era lo que podía construir, pero así no puedo seguir más”. En ese momento fue una decisión mezclada con otras, personales, complicadas. Fue jugarme a estar en la vida siendo yo misma.
–Era como gay y como andrógina.
–No, yo empecé el tratamiento hormonal cuando empecé el cambio. Hay gente que me pregunta desde cuándo me visto de mujer, y yo digo desde hace muchísimos años, lo que pasa es que jugaba a esa androginia, a esa cosa de artista, social, desde los 18.
–43. Fueron muchos años donde no cuadraba en ningún lado, porque tampoco cuadraba como gay, ni como travesti, ni como trans; no cuadraba. Ahora puedo entender qué pasaba con mayor claridad.
–Que yo nunca me sentí hombre, jamás. Y ése fue el tema central en mi vida.
–Las relaciones humanas se mantenían un tanto distantes; mi familia... nada, una vinculación rara. No se habla... mucho. No es que no supieran, pensarían que era gay. Nunca oculté nada.
–Sí. Cuando hice el cambio, fue clarísimo para todos. Porque realmente mi vieja me dijo un día que ella lo veía siempre, pero que no sabía qué hacer, ni cómo hacerlo. Ahora mi vieja tiene miedo a la operación, como a cualquier operación. En eso puedo decir que no he tenido problemas vinculares en nada.
–Soy docente en el IUNA, en el Instituto de Arte Dramático; y en la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) soy docente de escenografía y vestuario, que fue mi primera carrera. Antes de ser actriz me recibí de escenógrafa y vestuarista.
–Al principio, en la escuela no me dejaban hacer personajes femeninos. Después, en mi proceso, dije: “Bueno, basta de hacer de hombre”. Y llegó un momento en que sentía que mi vida sólo pasaba por el escenario. Una vez, una amiga me dijo: “En el escenario se te ve feliz, y en la vida se te ve como amargado”. Era amargado. Vivía amargado.
–En realidad, fue decidir seguir viviendo.
–Sí... estuve a un punto, pero... me angustia un poco pensar en esa situación porque pensás que nunca va a llegar, pero hay un momento en que no te da más la vida. Y ahora lo puedo tomar con más tranquilidad. Porque a veces me cuestiono qué hice 40 años de mi vida, qué hice conmigo. Hice lo que pude hacer.
–Lo que te pasa es que quizás hay que aprender en el tránsito que las cosas te pueden y que hay un punto en que se ancla el dolor. Yo soy muy shakespeareana, tengo que aprender que no es necesario el dolor.
–Estar conviviendo con reglas burguesas de la sociedad, de la educación, de un montón de mandatos que son difíciles de erradicar y que hoy en día aún las sigo teniendo; viviendo ya como mujer, sigo teniendo un montón de asociaciones burguesas ridículas. Sabés que son ridículas, pero emocionalmente no las podés superar.
–Viene mejorando de a poco, a medida que me voy viendo mejor yo.
–Sí... más femenina, menos femenina. Hay una película que me representa porque es lo que a mí me pasó, Mi vida en rosa. Yo de chica pensaba que había un error que se iba a corregir, que la lógica de Dios, del mundo, del cosmos, de lo que sea, lo iba a corregir...
–Tuve una niñez intermedia...
–Claro. No el maricón: el puto, el puto total del barrio. Lo sufría, eso sí que lo sufría y también me aislaba, me aislaba bastante. Tenía, sí, muchas amigas...
–Amigas, millones. Y novios. Sueños de novios.
–Sí, porque no podía decir nada; yo me sentía una nena, pero los demás no veían una nena.
–Todavía son sueños.
–Tampoco he pasado por muchos contactos carnales en mi vida. He tenido muy pocas relaciones en mi vida. Muy pocas.
–Siete relaciones concretas en la cama... Novio no tuve nunca; tuve un amor muy grande, con quien nunca concreté nada, pero esperé mucho tiempo ese amor...
–No sé, yo sigo creyendo hoy que fue amor, pero él nunca habló. Aunque hoy ya estoy muy tranquila conmigo misma. El es un hombre heterosexual.
–Sí, está, pero no aparece. De alguna manera lo fui sublimando, pero sigo creyendo que no puedo vivir sin el amor.
–Sí, estoy esperando la sentencia de la jueza para operarme y el cambio de documentación. Ya hice la pericia médica y psiquiátrica, y me dio que estoy apta para la operación de cambio de sexo.
–Sí, estoy en el Durand, con el doctor Adrián Hellien, psiquiatra, el que te hace la admisión; y con el doctor Nagelberg, que es el endocrinólogo, del grupo del doctor Oscar Levalle.
–A mí me dio alta la población de hormonas masculinas; pero cuando empecé la hormonación, mi cuerpo la absorbió muy bien.
–Mirá, yo creo que depende, hay gente que es XXY y no lo sabe, no es gay y no está vinculado con la sexualidad. Yo creo que la sexualidad viene en otro plano, que la identidad de género es otro plano.
–Yo podría, por ejemplo, ser lesbiana –que no lo soy–, gustarme las mujeres y nunca jamás haberme sentido varón.
–Mucho más complejo; a mí no me toca porque siempre tuve una mirada heterosexual desde un lugar específicamente femenino, en ese aspecto ni siquiera gay, pero creo que hay que desvincular, que hay que romper con esta cosa de los estigmas y de los nombres.
–Nunca tuve problemas. Igual, siempre di clases a adultos.
–No te creas que el medio promueve tanta apertura; es mucho más pacato de lo que aparenta. Tiene códigos establecidos, lo que pasa es que, por ser cool, hay cosas que no se dicen.
–Claro, hay mucha. A veces te das vuelta y capaz que dicen “mirá este hombre que se cree mujer”, o boludeces de ese tipo, o “este travesti”. Porque lo peor que hay es eso.
–Lo que pasa que muchas veces coincide la intención con la palabra. Igual yo creo que los grandes destructores de todo esto son, últimamente, los medios de comunicación, que juegan con la sexualidad y que en realidad tendrían que darse cuenta de que un buen medio de comunicación tiene que educar a una sociedad, y están mal educando cada vez más y creando cada vez más violencia. Y no sólo contra el puto.
–Soy más típica transexual; en general, las chicas transexuales somos bastante así. El problema no es el amor: me parece que el problema está cuando el amor se vincula con el afuera.
–No lo puede sostener o no lo puede mostrar.
–Yo creo que sí.
–Sí...
–Quizá por creer en un ideal, en el príncipe azul..
–Pero recién me estoy dando cuenta.
–Estoy muy cansada últimamente, pero por mucho trabajo; estoy nerviosa por la espera de la operación...
–Yo no me puedo quejar porque desde que empecé la demanda, o el amparo, fue muy rápido lo mío. Lo que pasa es que me la habían rechazado de un juzgado porque a veces se declaran incompetentes con el tema y pasa a otro. Yo ya soy una mujer de 43 años, profesional, universitaria, tengo una vida lógica, entre comillas. ¿A mí qué me pueden decir? ¿Que no? Bueno, apelaré si es un “no”.
–La pelearé, sí; lo que nunca hice lo voy a tener que hacer con la Justicia; tengo muy claro lo que quiero.
–Sí, pero no sé cuántos. Y no quiero hablar por hablar, como algunos que salen hablando boludeces en los medios diciendo que nosotras, las que nos operamos, nos volvemos locas y que nos suicidamos.
–Una ridiculez total. Que entren en la página de Carla Antonelli en España, por ejemplo.
–Pero, ¿por qué se castraban algunas? Porque era la única manera que tenían de que las operaran, aunque parezca una locura. Pero cuando leés en el diario anuncios que dicen “Te hago volver el amor a cualquier precio”... ¿No es una locura querer imponerle a una persona que esté con vos? ¿Cuántas locuras hay? ¿No vivimos en ámbitos de locura, desesperados?
–Lo desconocido asusta, los estereotipos de la sociedad. Hay que empezar a romper con eso y con las críticas. Mucha gente ha criticado a Florencia de la V, pero ella logró llegar a la sociedad y ponernos en un lugar más de lo cotidiano. Y eso es bueno, más allá de su capacidad artística.
No es buena, nunca lo fue. En lo cotidiano, sí.
–Sí, pero nunca lo quise; por suerte, cuando empecé la hormonización, la cosa se fue transformando.
–Lo que pasa es que para mí ahora todo es distinto, porque es todo el cuerpo, no es una parte nada más. Es todo tu cuerpo cuando estás caliente; ahora para mí pasó a otro lugar, antes se focalizaba en un lugar que tampoco entendía mucho, yo no entendía qué me pasaba. Tengo un montón de amigos gays y sus relatos con lo erótico son muy diferentes y opuestos a los míos.
–Claro, es más como que la meten fácilmente en cualquier lado. Más allá de ser pasiva toda mi vida, yo no puedo estar con alguien si no siento algo.
–No digo que no pueda ser pasional, erótico y único; puede ser, pero como resultado del amor. Tiene que existir algo más. A mí no me ha sucedido de otra manera.
–Tengo un montón de fantasías pero, la verdad, no sé. Quiero sentirme en paz conmigo misma, sentirme entera, que ésa es una sensación que hasta hoy no puedo sentir.
–Y ser transexual y vieja, no lo sé, pero calculo que seré como una viejita.
–De mi abuela, de mi vieja, de Ascensión, que fue la señora que trabajaba en mi casa cuando era chica y me crió junto a mi mamá; de Marta Serrano, de Nora Rodríguez, que fueron profesoras mías, actrices. Mujeres de armas tomar, no eran mujeres Heidi. Yo soy machona también, eh...
–Ya te dije antes que hay libertades que las podés tomar y vivir, y hay otros mandatos que te cuesta mucho sacarte de encima.
–No, para nada, hay mujeres que han transgredido y quedan vinculadas con el mundo desde un lado muy femenino y profundo. Se viene la era de la mujer, y hay que aceptarlo y vivirlo.
–Y que la pueda estrenar muy bien.
–Y sí, ya veremos qué pasa.
–Bueno...
–Pero es porque estoy aprendiendo; de a poco voy a aprendiendo que no todo tiene que ser amor, ni encanto.
–Empezaremos...
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