Viernes, 2 de abril de 2010 | Hoy
Liberado del silencio, “pecado mortal que te condena poco a poco”, Ricky Martin borró con un mensaje dirigido a sus fans el espejismo sexual que lo mantenía adentro de su closet transparente. Es verdad que ésta era su canción “más cantada” desde sus primeros pasos en Menudo, hasta sus coreografías herederas del porno gay, su físico aceitado, y hasta la paternidad de los mellizos que hizo pública en 2008, sin madre a la vista. Pero ahora lo dijo. Quien augure que su carrera se va a pique y que se ha vuelto loco, loco, que mire las reacciones favorables del público. Y que no compre sus Memorias, si es que puede resistirse a la tentación.
Por Liliana Viola
La carta robada Hasta este lunes 29 de marzo el mundo se dividía en dos. Los que se mataban de risa de Ricky Martin y los que no. Los primeros disfrutaron de cada pluma caída, risa victoriosa ante la torpeza del encubrimiento, la adrenalina del cazador por la presa que se oculta tapándose los ojos. Los segundos están integrados por quienes no le encuentran gracia al tema, pero sobre todo, por las fans convencidas o ilusionadas con una heterosexualidad que las convierte en novias eternas. “Lo queremos más allá de lo que diga”, declaró una fan de la Argentina. Y atención, que no ha dicho “más allá de lo que sea”. Después de la buena nueva, en Facebook se armaron dos nutridos grupos: “Mujeres que sabían que Ricky era gay” y “Mujeres que no creen que Ricky sea gay”. Gabriela Otero, presidenta de otro club nacional comentó que muchos amigos le hacían bromas sobre la homosexualidad de su ídolo pero que ella nunca les creyó.
Es que existe, cuando hablamos de homosexualidad, una correspondencia directa entre el ser y el decir. Parece que no se es completamente hasta que no se enuncia en la página oficial, en primera persona. La obligación de definirse, rara forma del beneficio de la duda, es parte de una liturgia de negociación conocida como closet, aceptación, tolerancia. Lo que no aparece en la conjugación del verbo ser, pasa a formar parte de los indicios que manejan los testigos convertidos en gatos de Chessire.
Pero, alegría, por un rato el mundo se ha unido para leer la famosa carta, postear comentarios en Facebook, o escuchar cómo en los medios se multiplican los comentarios sobre cuántas personas gays hay en el mundo, cómo se sienten adentro del closet, si esto afecta una carrera y si se sufre mucho o no tanto.
Las palabras mágicas fueron "Hoy ACEPTO MI HOMOSEXUALIDAD como un regalo que me da la vida". Lo dijo así, en mayúsculas, haciendo uso del código que impone la grafía cíber y que los que saben entienden como un grito. Ricky Martin salió del closet, explicó por qué no lo hizo antes y por qué lo hace ahora. No lo hizo por presión y lo hace por sus hijos. Es una carta con seis párrafos pero se ha ocupado de ofrecer, vía mayúsculas, un mensaje cifrado para los lectores perezosos. Si de todo el texto seleccionamos lo que está en letras grandes queda lo siguiente: MUY MAL. NO MAS! BASTA YA! LAS COSAS TIENEN QUE CAMBIAR! ACEPTO MI HOMOSEXUALIDAD.
Para quienes siguen su salida vía Twitter, eligió una frase célebre de Martin Luther King que de hoy en más se le atribuirá sólo a Ricky: "Nuestras vidas empiezan a morir el día que callamos cosas que son verdaderamente importantes".
Se dirá que era un secreto a voces, que ya no es un acto tan heroico y que los tiempos han cambiado. El mismo Ricky lo admite en su mensaje: “Estoy claro que esto no se supone que pasara hace 5 ni hace 10 años atrás. Hoy es mi día, este es mi tiempo, mi momento”.
Sigue siendo heroico y claro que son otros tiempos, pensemos que muchos entendieron como salida del closet la presentación en sociedad de sus mellizos, cuando antes esto mismo se leía como signo innegable de heterosexualidad. El deseo de familia se ha vuelto “sospechoso”.
Los tiempos han cambiado pero todavía hoy, quien sale del closet necesita hacer unas cuantas concesiones, como las que el cantante hace en en su carta. Comienza el mensaje con una reflexión más que lógica: se disponía a escribir sus memorias, y de pronto se dio cuenta de que gran parte iba a tener que quedar afuera. La salida se debe entonces a una cuestión de páginas. Pero no. En el siguiente párrafo coquetea con el morbo homofóbico y hace referencia a “mi vicio”. Pero no es lo que piensan. Se refiere a su amor por las tablas. En la tercera blanquea los consejos de ocultarse que recibió de los que lo han querido bien y a continuación se pone a enumerar cosas que hoy le dan miedo. Desde la guerra hasta el hambre en el mundo, catástrofes que, comparadas con el miedo a la homosexualidad, son un poroto. Luego, llegan sus hijos. Ricky, que antes de esta salida dejó sin argumentos a ese precepto básico de la homofobia que opone familia a homosexualidad, recurre a sus hijos como escudo y causa. El mundo ha cambiado pero todavía se necesitan explicaciones. Aun no es posible, al menos así lo entendió Ricky, limitarse a decir lo que tan claramente gritaban sus mayúsculas.
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