Viernes, 2 de abril de 2010 | Hoy
ENTREVISTA
Marlene Wayar, activista y directora de la revista El Teje, analiza la situación de la militancia y de la teoría trans a la luz de la realidad latinoamericana. No es lo mismo un espejo donde poder mirarse que los espejitos de colores que llegan desde Europa. ¿En qué realidades deberíamos estar pensando teniendo en cuenta que aún no se han alcanzado los derechos más básicos?
Por Juan Tauil
—Sí, yo veo que se va afirmando una visión eurocentrista o hegemónica de la temática trans. En el Festival Ají, en Ushuaia, charlé con representantes trans de muchos lugares, sobre todo de España, y me doy cuenta de que hoy estas personas tienen la oportunidad de dejar su visión de algunas cuestiones referentes a las políticas sexuales, por ejemplo, y del rol y las relaciones entre lxs ciudadanxs con sus Estados y con los Estados que forman parte del concierto internacional. Creo que quienes estamos en esta parte del mundo tenemos que clarificar nuestra postura frente al acceso y ejercicio de los derechos fundamentales. Poner en claro que no accedemos a derechos civiles básicos como salud, educación, vivienda digna, recreación, de acceso a la cultura, acceso a todos esos derechos en igualdad de condiciones.
—Tenemos una postura, pero debemos darle cuerpo para que, a partir de ese núcleo, podamos dialogar y dar a conocer nuestras propuestas y realidades, contextualizarlas en Latinoamérica, donde tenemos similares situaciones con un gran movimiento migratorio. Bolivianas, venezolanas, brasileñas, peruanas, colombianas, dominicanas que circulan por todo el territorio y emigran a Europa, donde toda Latinoamérica concurre a prostituirse, a hacer el trabajo más duro en las peores condiciones y con un status de delincuentes por esos Estados, con toda la violencia que ello implica. Darle cuerpo a una teoría trans como comienzo del diálogo y poder tener el derecho de dejar en la memoria colectiva nuestra visión de los temas, pensando desde cómo nos vinculamos, cómo producimos subjetividad.
—Debemos ser conscientes de que nos construimos como obreras, afianzamos esa relación asimétrica y pedimos que estas relaciones sean lo menos cruentas posible, cuando lo que deberíamos pretender es la igualdad total, la horizontalidad. El hecho de producir subjetividad, de dejar nuestra impronta en esta ciudad en la que elegimos vivir, en la que contribuimos y a la que queremos. En esto consiste la superación de la democracia representativa que, si bien es la mejor opción entre las preexistentes, no excluye la participación. Me refiero a la apertura de espacios habilitados para que lxs ciudadanxs se manifiesten, discutan si, por ejemplo, queremos que la policía sea un ente dentro del Estado o que sea un lugar donde se prevenga la violencia, que sea una instancia disuasora para que los involucrados podamos elegir la solución más justa. Para esto los ciudadanos deberíamos tener control o injerencia en los planes de estudio en la formación de quienes velan supuestamente por nuestra seguridad, fiscalizar con qué conceptos se manejan, si respetan a los ciudadanos y ciudadanas más allá del color de piel, de su religión, de su sexualidad, de su nivel socioeconómico.
—A partir de que asumí la dirección del periódico travesti El Teje se me posibilitaron contactos muy diversos. Los encuentros que se mantienen en los eventos de algunas organizaciones internacionalmente subsidiadas son una forma de participar. Igual, aunque hay buenas intenciones, algunas veces no creo que logren sus cometidos en temas como VIH-sida. El mensaje está condicionado en los medios de comunicación, es muy básico. La forma en la que se dice es por debajo, a grupitos, en muchos lugares no se ve el preservativo presente, la ausencia de estas políticas en lugares que no son las capitales progresistas, donde factores como el machismo y la pobreza crean individuos débiles, ciudadanos desprotegidos.
—Hoy la sociedad ha cambiado tanto que hay chicas que han optado ser travestis y han sido totalmente apoyadas por sus familias, tienen esa red de seguridad que en otras épocas no se podía contar. Ante la opción de la prostitución, pueden elegir otras alternativas, tener otras experiencias y relaciones. Igual seguimos siendo la excepción las travestis que tenemos empleo seguro y creo que el Estado debería potenciar esto desde todas sus políticas públicas. Debe albergar para articular los modos en que las cosas nos suceden. Hay avances importantísimos, vemos reconocimientos, por ejemplo la ordenanza del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires que pide que sea respetada la identidad de género de cada paciente. Esto se logró gracias al compromiso político-social del MAL, con Diana Sacayán a la cabeza, que logró que este tema fuera tratado públicamente en los medios como cualquier otra medida política. Ahora hay que articular para que esa ordenanza sea cumplida. El tema de las cooperativas, iniciado por Lohana Berkins, que ya cuentan con casi todo lo necesario para empezar a producir con seguridad social y laboral, cuidadas en todos los aspectos. Se logró que se crearan nuevas cooperativas, nuevas iniciativas. Alitt dio cuenta de que cuando se vislumbra un Estado que desea ampliar el espectro de receptores de las políticas públicas hay que exigírselo, y eso se logra proponiendo alternativas.
—El Teje, desde que nació, fue cambiando, es su estado natural. Muestra la diversidad constitutiva de las travestis y los chicos trans. El compromiso es que estén todas las voces y desde varios puntos de vista con reglas de juego, con respeto. Uno de los estereotipos más comunes de las travestis es la estética, el arte —excelencia sobre todo— de autoconstruirse, eso es algo constitutivo, es darle cuerpo a ese cuerpo. Nosotras negociamos con una institución como el C. C. Rojas con todo lo que eso significa, una institución que tomó la decisión política de considerarnos fuerza de trabajo, de conocimiento, de producción de cultura y que nos ayuda a llevarlo a cabo. El Teje le da existencia a la cultura travesti, que antes se transmitía oralmente. Pasaba que cuando alguna compañera moría, todo lo que ella produjo durante su vida se perdía. Ahora se sociabiliza esa producción y deja inscripta en la historia nuestra existencia, nuestro pensamiento y los temas que queremos discutir. La hegemonía puede negarse a discutir, pero las situaciones ya están planteadas y, si las leen en el futuro, espero se reconozca que estamos siendo dañadas en nuestra dignidad como seres humanos. Un reto para las organizaciones sociales sobre derechos humanos es que dejemos de pensar en ghettos, entender que todos merecemos los mismos derechos.
—Localistas, empobrecedoras, una especie de copia del original. En Futuro Transgenérico proponemos pensar que la palabra “trans” es el original. El original sos vos y la sociedad verá cómo se adapta a vos, en la medida en que no se ejerza violencia. Hay visiones que son muy asimilacionistas: “Somos como ustedes, aunque un poquito diferentes... bla, bla”, y son ésas las que tienen más chances de quedar registradas como propuesta totalizante. Se nos considera muchas veces como una copia del original, la esposa es digna, todo lo otro es indigno, por eso estamos en la prostitución, se nos paga un servicio, se asegura que no haya contacto fraterno, humano, respetado, regulado, como nos gusta hacerlo a nosotrxs.
—Cómo defender la alegría, el humor, a pesar de la violencia del contexto. La salida colectiva del conflicto, que a pesar de todo se puede ser buena gente. Los trabajos de Susy Shock, de Naty Menstrual, Carnes Tolendas, las santiagueñas de Días de Libertad... creo que ésos son aportes geniales, producto travesti puro.
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