Viernes, 2 de abril de 2010 | Hoy
Dos jóvenes fotógrafos capturan a 21 escritores en una galería de Barrio Norte.
Se puede empezar por lo que no es un autor: no es un nombre propio, ni una biografía, ni siquiera una obra; tampoco, a propósito de la muestra, una imagen. ¿Es una pose? Eco de la célebre conferencia de 1969 de Michel Foucault, donde el filósofo realizaba una de sus exploraciones históricas para arribar a conclusiones operativas, ¿Qué es un autor?, la exposición de Sebastián Freire (Buenos Aires, 1973) y Paola Cortés Rocca (Buenos Aires, 1970), parte de una premisa curiosa: la foto como resultado de la colaboración entre los fotógrafos, la cámara y los retratados. De ese modo, suponen, la cuestión de la autoría, si no la de la autoridad o la propiedad, se desvanece. Veintiún retratos de un canon tan cool como arbitrario de narradores, poetas y ensayistas, algunos de ellos las tres cosas al mismo tiempo. En el umbral de las salas de miaumiau, la imagen de Fogwill, desnudo en su rol de ex enfant terrible, está acompañada por un cliché de Anna-Kazumi Stahl, cuya fijeza desconcierta, sobre todo si se advierte que no son fotos instantáneas. La primera sala enfrenta dos conjuntos de tres retratos: de un lado, Federico Jeanmarie, con un filtro amarillo hepático, y Guillermo Piro, con uno gris acero. Al lado, una de las mejores fotografías, la de Martín Kohan, de colores saturados y tomada desde una perspectiva inferior, que destaca la centralidad del despejado cielo peronista y la del escritor, girado levemente, vestido con una infatigable chomba roja de Adidas, dispuesto a dar combate o a darse a la fuga. El otro trío lo componen Dani Umpi, Gabriela Bejerman —rodeada de frutas como una Carmen Miranda rediviva— y Fernanda Laguna, que a medias lee un fanzine y a medias sonríe a cámara. Los machos versus los frívolos, podría fantasearse muy a la ligera. Pero, ¿para qué asistir a una galería si no es para fantasear?
En la sala principal, la sintaxis de la exposición se vuelve más categórica: cuatro imágenes en blanco y negro diseñan un pequeño álbum familiar de los fotógrafos: la mirada ciclópea de Edgardo Cozarinsky preside, la imagen fuera de foco de la cabeza de Daniel Link (esta vez, en una toma desde arriba), el rostro duplicado y barrocamente iluminado de María Moreno, y un retrato risueño de Arturo Carrera, uno de los pocos escritores que ríe para la cámara (la otra es Bejerman). A la derecha, solitaria, Beatriz Sarlo observa al observador ataviada con un collar de perlas seguramente auténticas. Destaca una oreja al descubierto, atenta quizás al rumor de las masas conservadoras.
Dos retratos con fondo vegetal y rastros de sol riman con la vista de las ventanas de la galería, que dan a elocuentes paraísos (y también, Dios nos libre, al Hospital Fernández): Gabriela Cabezón Cámara y Ricardo Piglia recuperan el color negado a sus vecinos de muestra. En la última serie, tal vez la más problemática por exceso de narcisismos, figuran Matías Capelli, la joven promesa del tono menor en literatura, con un fondo blanco y helado que recuerda el título de su relato de cuentos, Frío en Alaska, y Pola Oloixarac, en una imagen segmentada que no atenúa su divismo cultivado, ambos con la cabeza gacha y preocupaciones de vestuario. Al lado, un imponente retrato de Josefina Ludmer a color testimonia toda su lujuria retórica. Debajo, Ariel Schettini, el Morrissey de la poesía argentina, y Mario Bellatín. Luego, a medio perfil, Alan Pauls, que pese a (o a causa de) la chomba deslavada y la barba sin afeitar, repite una imagen de dandy casual (a diferencia de Piro, un dandy a la europea y un toque criollo en la caja de fósforos), y Matilde Sánchez, en otra efigie con un solo ojo verde dólar, reluciente y ávido. l
¿QUE ES UN AUTOR? PUEDE VISITARSE DE LUNES A VIERNES DE 15 A 20, HASTA FINES DE ABRIL, EN LA GALERIA MIAUMIAU, BULNES 2705.
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