Viernes, 11 de junio de 2010 | Hoy
TEATRO
Por P. J.
Las historias de desamor son una sola, cambian sus actores y sus escenas, pero, desde que el mundo es mundo, se repiten más o menos igual. Gerardo Begerez (director también de Tengo miedo torero) introduce, en esta oportunidad, una obra dentro de otra. En ambas, la mala suerte del amor no correspondido es el tema central. Al comienzo, cuando se ignora este juego, el público parecen asistir a un conflicto lineal y obvio: un refinado psicólogo, culto y pintón, se enamora de un muchacho que tiene novia, que viene del campo y que por tosco y elemental se acerca bastante al estereotipo del macho en estado puro. Hasta aquí todo previsible, pero, de pronto, la trama da un vuelco y ya no se trata de la relación dispar entre el profesional de la salud y el tierno hombre de Neanderthal, sino del vínculo entre los dos actores que los encarnan. En este plano los roles se invierten: el amado en la ficción pasa a ser el amante en la “realidad” y viceversa.
Como puede observarse, el título Desamor, mundos paralelos no solo parece advertirnos sobre los caminos que no se tocan cuando en una relación de dos es uno el que quiere, sino también sobre la duplicidad o triplicidad de su estructura narrativa (ya que permanentes alusiones a Gerardo Begerez en boca de los protagonistas apuntan a confundir y entremezclar los niveles de realidad). Ver a los mismos personajes interpretando roles opuestos (y complementarios) hace pensar en la variabilidad de las circunstancias de la vida, que hoy te da, como dice el dicho, y mañana te quita. Ambas historias puestas al servicio de una misma trama permiten inferir que Begerez plantea que el desencuentro no tiene explicación, así como tampoco el amor lo tiene. Si en el primer giro de la obra el romance entre el psicólogo y el campesino parece no prosperar a causa de la heterosexualidad de este último, en el segundo caso queda sugerido que la no correspondencia amorosa puede darse, off course, entre dos que tienen la misma elección sexual. En uno de los capítulos de la inolvidable serie Ellen, alguien busca hacerle gancho con una profesora de gimnasia bastante poco agraciada y que nada tiene que ver con ella, basándose en el prejuicio de que basta con que una lesbiana conozca a otra para enamorarse. No, no basta. Y así como esto no basta, tampoco resiste hoy en día la explicación de que el desencuentro amoroso se produzca porque dos personas hayan elegido, mayormente, objetos sexuales distintos a lo largo de sus vidas. Quizás a esto apunte, en un sentido profundo, esta pieza del director uruguayo Gerardo Begerez.
Desamor... puede verse en El Piccolino los viernes a las 21.30 hs.
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