Viernes, 11 de febrero de 2011 | Hoy
ENTREVISTA
Guibu es misionero, pero actualmente vive en Tucumán, desde donde creó el blog El ósculo hirsuto para desarrollar, durante casi tres años, una historieta-folletín porno entre hombres gordos, protagonizada por un poeta maduro erotómano, que se convirtió en un éxito globalizado. A punto de cumplir cuarenta, este flamante historietista prepara una adaptación libre y dibujada de Bartleby de Herman Melville, mientras intenta publicar la versión en papel de sus tiras homoeróticas que mezclan sexo explícito con citas de Borges, Pasolini, Apollinaire, Arturo Carrera y John Berger, entre otros.
—Quizá porque no quería repetir situaciones. Ser guionista y dibujante a la vez es complicado. Frecuentemente me pasaba que antes de publicar una “tira”, releía los diálogos y me preguntaba: “¿Esto ya no lo dijo o lo vivió tal personaje?”. Siempre tuve claro el comienzo de la historia y a medida que publicaba no veía un final. Hasta que sin darme cuenta encontré el “lugar” más digno para terminarla. Y aún no sé si éste final es el definitivo. Quiero tomarme un tiempo para decidirlo. Ahora mi preocupación más inmediata es editarla en papel. Espero poder lograrlo.
—Desde muy joven me gustaba dibujar. Después apareció ese deseo inexplicable, felizmente inexplicable, por los gordos maduros. Después, la literatura y sobre todo la poesía. Después Internet, el lugar para dar a conocer todo eso. Recuerdo que alguna vez leí una entrevista a James Cameron a propósito del estreno de Aliens, el regreso y en una de sus respuestas decía algo así como: “Aliens es la película que quise ver cuando tenía 12 años”. Tomando esas palabras de Cameron hoy puedo decir que El ósculo hirsuto es el comic-porno-gay-de-gordos-maduros que quise leer cuando tenía 14 años. ¡Qué bien me hubiese hecho leerlo a esa edad!
—Lo que me viene a la memoria ahora es la invitación de mi profesor de taller literario a ver en su casa la película Querelle de Fassbinder, creo que fue a principios de 2008. En ese film hay como separadores de escenas en los que se citan fragmentos de textos que hablan del deseo o del amor. Ese “formato” fue muy seductor para mí y lo adopté para El ósculo hirsuto. Este profesor me inició en la lectura de obras que hablaban del deseo entre hombres. Allí estaban Néstor Perlongher, Osvaldo Lamborghini, Pedro Lemebel, entre otros.
—Sí, ya tenía todos los elementos como para animarme a lanzar la historia en Internet. Sentí una gran libertad. No me preocupaba que las escenas llegaran al absurdo o al ridículo. El mismo título de la historieta fue totalmente pretencioso y eso no me preocupaba. El ósculo hirsuto fue como una botella lanzada al mar de la web y quien la encontraba podía apreciarla o rechazarla.
—Al principio fue todo muy apacible. Mi única movida para que el blog se diera a conocer fue publicar la dirección de la página en un directorio de blogs de temática gay. Los primeros comentarios fueron tímidos. Después llegaron peticiones para una versión en inglés (lo tradujo Javier, un seguidor de España). También un bloguero italiano lo tradujo a su idioma y lo dio a conocer en su blog. Después llegó la versión en portugués. Y un seguidor me enviaba las tiras coloreadas de una manera muy particular, por ejemplo los escenarios donde se movían los personajes eran fotos de lugares reales montados sobre el dibujo. Otro me prometió hacer un corto animado con los personajes. También hubo comentarios agresivos, por lo que tuve que moderar, pero sólo fue por un corto tiempo.
—Sí, pero eran historietas japonesas, escaneadas digitalmente, que encontraba en esas búsquedas intrincadas por Internet. Aunque esos osos eran con un físico bien desarrollado, musculosos. Yo quise darles vida y deseos a los gordos maduros con panzas sedentarias.
—Excepto Jorge Funes, el protagonista, todos los demás personajes los extraje de modelos vivos. La mayoría de ellos frecuentan, o frecuentaban, un café al que asisto desde hace cinco años, y que todavía es mi lugar de lectura. Nunca me relacioné con ninguno de ellos, sólo los admiraba. No saben que fueron la gran inspiración para mis personajes.
—Sí, los hombres tucumanos... Mi admiración por el gordito Pedro Cornelio fue tan intensa que un día me animé a hablarle, me refiero al modelo real que inspiró ese personaje. Tuve la osadía de decirle que lo deseaba, pero no hubo correspondencia pues él no entendía ese deseo. Y aquí en Tucumán aún es complicado revelar este deseo. Yo mismo trato de moverme en el anonimato, cuando de El ósculo hirsuto se trata.
—Yo siento que aquí en Tucumán hay un miedo al deseo. Eso noté todas las veces que fui rechazado cuando confesaba mi deseo al otro. Miedo de ser deseado por otro hombre. Yo sólo me expongo para aquel que declaro mi deseo. Con la historieta mantengo mi anonimato porque no sé cómo reaccionaría una sociedad como la de Tucumán ante algo tan explícito como El ósculo hirsuto. Por ejemplo, cuando se leyó un cuento de temática homosexual en un centro cultural de esta ciudad, la reacción en general fue de rechazo. Yo asisto a lectura de poesías y cuentos homoeróticos, pero se realizan en lugares “marginales”, por así decirlo. Sin embargo, lo del matrimonio igualitario tuvo una aceptada repercusión. Conozco una pareja que se casó el año pasado y no tuvieron inconvenientes destacables. Es más: cuando se casaron, salieron en la tapa de uno de los diarios de Tucumán.
—Sí, se vive secretamente. Aún resulta riesgoso dar la cara hasta para una cita a través de Internet, eso lo digo por experiencia. Lo del matrimonio igualitario ofrece un cambio, pero sólo en el sentido de que “algo es posible”. Pero de ahí a mostrarse o exponerse, es otra cuestión. Es más complicado.
—A los 14 años vivía en un pueblo, en Jujuy. Allí no había muchas alternativas para mi deseo. Mi padre tenía una pequeña biblioteca y se me hizo un hábito leer y releer, privadamente, la novela Falconer de John Cheever, que transcurre en una prisión de hombres. En la novela hay varios pasajes de situaciones homoeróticas, pero yo siempre me detenía en aquel que describía la relación de un hombre maduro con uno joven. Releí tantas veces el libro que terminó deshojándose. También a esa edad ya empezaba a crear mis propias historietas homoeróticas. Obviamente, sólo yo las disfrutaba: era el dibujante, el guionista y el único lector. La mayoría eran historias de una sola página. Las releía unos días y después, por temor a que algún familiar diera con ellas, las quemaba. De alguna manera, me sirvieron para darles salida a mis deseos reprimidos. l
Las creaciones de Guibu se pueden ver en www.elosculohirsuto.blogspot.com y www.guibujos.blogspot.com
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