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Viernes, 11 de febrero de 2011

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Ochenta años no es nada

El mito del chongo divino –se sabe– casi siempre se lo lleva un cadáver joven. Demasiado poco para el insoportablemente sexy James Dean, que el 8 de febrero hubiera cumplido 80 años y no asiste a los festejos que le han hecho en todos los noticieros. Por algo se acuerdan tanto de la edad que no tuvo...

La Warner Bros tapó desde temprano la homosexualidad del Adonis, que arrancaba alaridos de pasión en la platea de mujeres y suspiros apagados de tantos hombres que escondieron su imagen cual estampita abajo de la almohada. Algunos que dijeron haberse revolcado con él, otros tantos que lo llevaron a ese lugar de ídolo intocable, con ese andar ambiguo y ajustado, siempre con la elegancia del blanco y negro. ¿Qué hubiera sido en el devenir esa estructura ósea perfecta si las velitas sopladas hubieran sido 36, 53, 71?

Después de Rebelde sin causa y Giant, sus últimos films, la vida del icono podría haber repetido esos hits taquilleros basados en esos músculos de piel perfecta, el joven contrariado que le saca polvo al piso con su moto tan completa como su anatomía. Pero ¿cuántos años más podría tapar su ser-en-el-mundo-gay semejante derroche de sensualidad? Pensamos que poco, querríamos pensar que la década del ’60 lo encontraría como caja de brillo box: un producto en serie de la cultura de masas salido de la factoría más gay del planeta. Tan loco como Andy, tan superior. Y ese jopo endurecido abandonando la prolijidad y modelado con los años por el aceite industrial de los rodados, su fetiche fálico y metálico.

James, tu decadencia, como la mía de hoy podría haberte despojado de tu carácter de mito, claro, y tu final ser como el de tantos boxeadores, que dejan sus hermosos rostros por deformes muecas y cuentan sus historias de celebridades en un bar de poca vida. O no, tu belleza platónica podría haberse exaltado con los años, convirtiéndote en un señor de impecable smoking, premiado hasta el hartazgo por la Academia y aplaudido por sus papeles ahora cubiertos de prestigio dorado. Allí, en la comodidad del éxito, un James modelo de Dolce & Gabbana cubierto de monedas de oro, ahora en vez de jopo con una cresta capaz de penetrar en la emoción de los más fríos.

James, si no soportaras tus canas, el emporio de la cosmética se hubiera encargado de poner a tu disposición los tintes más casi reales, desde aquella habitación de hotel en la que pasás tus días con jóvenes sílfides, nunca tan hermosos como vos lo fuiste, o desde la isla en la que resguardás tu intimidad y a la que invitaste a aquel ídolo del pop, quien llegó en un barco cual caballo de Troya, huyendo de los paparazzi por lo escandaloso del ágape.

Miro una y otra vez la entrevista de Elizabeth Taylor con Larry King, vos ya estás muerto y la veo a ella esforzándose en contar que casi le diste un beso, que intentaste seducirla pero no durante tantas noches del rodaje de Giant. Me encanta verla porque comprendo entonces que tuviste aun después de muerto una amiga incondicional, oh Liz, la amiga de Michael Jackson, que hasta último momento se esforzó por guardar la flor de tu secreto. Hoy tendrías 80, y ese aire de misterio que te envolvió como papel film en tu corta veintena. Qué lindo sería tenerte entre no-sotros como abanderado del coming out que más desilusión arrancó en las almas que te amamos.

Carlos Klauss, desde Lanús.

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