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Viernes, 1 de agosto de 2008

PD

Soñé con vos

Me gustaría participar, vi que existe un espacio, así que les envío algo que escribí (soy brasileña, quizás ustedes encuentren la escritura un poco rara):

“Coincidieron en el café, le contó un sueño: esta noche soñé contigo, era la continuación de la fiesta de ayer. Nosotras fingíamos que no nos veíamos, no nos hablábamos durante toda la noche. De repente, nos cruzamos, entonces te miro, sonrío, te voy a dar un abrazo y un beso. Tú rechazas mi aproximación y mi beso. Me siento humillada. Empiezo un vía crucis de sufrimiento. Me escondo, quiero hacerme invisible, debajo de los muebles donde hay muchas hojas de abacateiro, verdes oscuras. Tú siempre a fumar cigarrillos y puros que se deshacen entre tus dedos. Transcurre mucho tiempo. Tú percibes mi sufrimiento selvático y mudo. El deseo comprimido en tus ojos, sublimando goticas de aceite curativo, la compasión. Me ofreces cigarrillos y puros que, entre tus dedos y mis dedos, se consumen tan rápidamente, caminos gordos, en brasas y cenizas. Me queman. Tú me ofreces, entonces, el cigarrillo que llevas en tu boca, ya prendido. Me distraigo, cuando te miro, haces un truco de fumadora. Me asusto terriblemente. Tienes un resto de cigarro prendido debajo de los párpados, lo veo como una luciérnaga atascada. De súbito, es Nicolás (y no tú) quien había hecho el truco de fumador. Está sentado cerca de nosotras, también durante la fiesta no nos hablamos. Le digo, con un abrazo, que no lo repita nunca. Veo que me miras y decidimos tácitamente que somos las amigas que cuidan de Nicolás. (Durante todo el tiempo, muchas veces, eres otra mujer, la novia cruel del desierto de Atacama.) Preparas un curativo a Nicolás, traen hojas de abacateiro, gajos de hojas. Tan frescas y húmidas de rocío. (En el quintal de mi infancia había un abacateiro, sus humores son noctívagos.) Quieres hacer de Nicolás una geisha, dices, antes ya era linda, ahora estará —buscas una palabra que no existe— más linda aún. Pienso que este más linda aún sería un mortalmente linda, las fantasmas japonesas con pelo negro largo flotante eran la muerte, pero, como no encuentro la palabra, me callo. Ya era linda, ahora estará más linda aún, caminará empujando suave el aire con sus piecitos pequeños. Me animo, y sus zapatitos de peluche. Nos miramos las dos, ya tan amigas, porque, en algún día, hemos discutido sobre los zapatitos de peluche de las geishas.

Despertó, todavía escuchaba la fiesta afuera de su cuarto. Dormía en posición de momia. Le cubría una sábana blanca. Vio que sentía frío. Pero feliz por no estar en la fiesta y por su sueño delicado (aunque las geishas no traigan zapatitos de peluche). Del borde de la cama, hala la frazada.”

Muchas gracias por la atención

Clara

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