Viernes, 1 de agosto de 2008 | Hoy
CATáLOGO Q
Por Claudio Zeiger
Gore Vidal
La ciudad y el pilar de sal
Mondadori
La aparición de La ciudad y el pilar de sal en 1948 fue un verdadero hito en la cultura gay norteamericana, anterior, inclusive, a la mera existencia de una cosa llamada cultura gay. Es que visto desde el presente, Gore Vidal es, como Cristo, anterior a todo. Pero supo ser un joven que a los 22 años decidió “arruinar” su carrera literaria publicando una novela sobre homosexualidad masculina que le valió fuertes reservas y exclusiones en los medios, empezando por The New York Times. Esta novela ya es parte de la leyenda de Gore y de los tiempos heroicos de la posguerra. Gore había combatido en la Segunda Guerra Mundial y su personaje, Jim Williard, era uno de esos atléticos soldados. Claro que se enamora de su gran amigo de juventud, el no menos atlético Bob Ford. Pero Bob deja el encuentro sexual prematuro en el arcón de los recuerdos y se casa, mientras Jim jamás puede olvidarlo. Se queda pegado. Haga lo que haga en la vida, desde jugar al tenis hasta iniciarse en el mundo del cine como amante mantenido de un famoso actor, su vida estará signada por ese amor que lo ata al pasado, lo tiene dado vuelta como mirando hacia Sodoma, convertido en estatua (pilar) de sal.
Además de icónica, La ciudad... es una muy buena novela. Cruda, contenida, con personajes y diálogos bien calibrados, produjo un efecto de realidad como si fuera la transparente autobiografía del autor, aunque no lo era. Pero relataba un aprendizaje verosímil que llevó a la curiosidad a sus numerosos lectores. Jim, personaje opaco, termina siendo un módico héroe cuando por las malas termina cortando su dependencia mental con Bob. En la primera versión lo estrangulaba, aunque este final fue cambiado por Gore Vidal en 1965, probablemente porque consideró que acataba la consabida tragicidad final de los personajes homosexuales de los años ‘40 y ‘50. En la nueva versión, Jim termina sometiendo sexualmente a Bob (hasta podría hablarse de una violación) y esa ruptura violenta le permite superar la fijación traumática del comienzo. O al menos esto es lo que puede interpretarse.
Gore Vidal no volvió a escribir una novela de esta naturaleza que reforzara ese lugar pionero que le tocó en suerte. El mismo se convertiría en leyenda. Pero La ciudad y el pilar de sal mantiene la frescura y la aspereza de una historia fundacional, vívida a pesar del tiempo transcurrido.
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