Viernes, 18 de abril de 2008 | Hoy
TAPA
Toda selección es arbitraria. Esta también. Faltarán, seguramente, algunas letras, algunas melodías, algunas canciones que cambiaron una vida o una noche. Pero más o menos aquí están los 15 grandes éxitos, en inglés y castellano, que podrían armar el compilado gay básico. No es casual que muchos de los clásicos pertenezcan a las épocas de liberación: los años ’70, los de la música disco y el comienzo del movimiento de derechos Lgttbi en Estados Unidos, y de la movida madrileña pos-franquista en España. Estos últimos quizá nos resulten más cercanos, porque nuestros setenta fueron oscuros y nefastos. Pero, con los años, todas las otras canciones se empezaron a sumar a las fiestas, a las discos, a las habitaciones. Y aquí tratamos de ponerlas en una lista, cuyo orden es caprichoso y su intención es celebrar.
Por Mariana Enriquez
Over the Rainbow
Judy Garland, 1939.
La más triste, la más querida, para cantar de madrugada. De Harold Arlen y E. Y. Harbur, escrita para El mago de Oz y
entonada por Dorothy, la enorme Judy Garland. Ella, que quiere ir del otro lado del arco iris, “donde los sueños que uno se atreve a soñar y vuelven realidad”, y “donde los problemas se derriten como gotas de limón”. La rebelión de Stonewall comenzó el 27 de junio de 1969 por la noche; pero esa tarde, la mayoría de los gays de Nueva York se habían encontrado en el funeral de Judy Garland. Y la bandera LGBT es un arco iris. La diseñó en 1978 el artista Gilbert Baker, y aparentemente no tiene nada que ver con la canción. ¿O habrá pensado Baker en su triste melodía?
Vogue
Madonna, 1990.
Desde los años 20, cuando Nueva York fue testigo de la movida cultural llamada el Renacimiento de Harlem, existe en la ciudad una escena gay under integrada por miembros de las comunidades negra y latina. Su estilo de baile y sus concursos se llaman “vogueing”: los bailarines y los que desfilan hacen gestos y poses que imitan fotos de divas y modelos y actrices célebres. Se juntan en Casas (“Houses”) y hacen concursos con jurado y todo. Madonna supo de esta escena, la conoció, la visitó y la sacó de los márgenes con esta canción y especialmente con este video dirigido por David Fincher, el director de Seven.
Lucas
Raphaela Carrá, 1978.
El año 1978 fue tan trágico en este país que hay que tratar de recuperar este maravilloso clásico humorístico y bailable incluido en Hay que venir al sur, pero despojado de contexto. La letra es tan obvia que resulta increíble que haya sido siquiera editada: “El era un chico de cabellos de oro/ Yo lo quería casi con locura/... Porque una tarde desde mi ventana/ Lo vi abrazado a un desconocido/ No sé quién era, tal vez un viejo amigo/ Desde ese día nunca más lo he vuelto a ver/ Lucas, Lucas, ¿qué te ha sucedido?/ Lucas, Lucas, ¿dónde te has metido?/ Lucas Lucas, nunca lo sabré”.
¡Pobre Raphaela!
Sin disfraz
Virus, 1985.
Estaba en Locura, el disco más refinado hasta ese momento, y también en el que tiran la chancleta: la primera canción era “Pronta entrega”, claro código de levante urgente, nocturno y callejero. Pero la elegida, porque es el gran guiño, es “Sin disfraz”: una canción que los chicos se cantaban al oído para reconocerse, y que decía: “Como si fuera mentiroso y nudista/ en taxi voy, Hotel Savoy”. En esta época, los Virus participaban de todos los recitales ómnibus, y eran escupidos, recibían botellazos y les gritaban “putos”.
Dancing Queen
ABBA, 1976.
El máximo éxito de abba, número 1 en 13 países, con las finísimas voces de Agnetta y Anni-Frid al frente. Se trata de una chica de 17 años que lo único que quiere es un rey para salir a bailar el viernes a la noche. Y fue apropiada por todas las reinas del título. En las encuestas sobre la mayor canción gay de la historia, siempre sale primera.
Relax
Frankie Goes To Hollywood, 1984.
Es la primera, y probablemente la única, canción de amor dedicada a un ano. Pidiéndole que se relaje, se entiende. El cantante de la banda, Holly Johnson, es gay, y también el corista y bailarín Paul Rutheford. La línea de bajo es lasciva, la voz grita “¡Cuando quieras acabar!”. El video, lleno de S&M y vapor. El segundo disco del grupo no funcionó y todo se cayó a pedazos, pero el tema fue tan exitoso que, por un momento, pareció que la sexualidad gay iba a ser central en la cultura masiva.
I Will Survive
Gloria Gaynor, 1978.
¿Se podrá decir que es la mayor canción gay de todos los tiempos? Fue, sin duda, la gran pista disco que la comunidad hizo propia, como grito de resistencia frente a la adversidad encarnada tanto en el prejuicio como en el sida. La letra, en realidad, trata de una chica que encuentra la forma de superar una ruptura amorosa. Dice: “¿Creíste que me derrumbaría?/ ¿Creíste que me iba a meter en la cama a dejarme morir?/ Oh no, yo sobreviviré/ Mientras sepa cómo amar, sé que me mantendré con vida”. Fácil comprender cómo y por qué fue apropiada con otro sentido. Además, ¡la cantaba Gloria! En español, hizo una versión el Dúo Dinámico: se llama “Resistiré”, recrea “Resistiré para seguir viviendo/ Me volveré de hierro para endurecer la piel/ Soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie” y aparece en el emocionante final de Atame, la película de Pedro Almodóvar.
Soy lo que soy
de La jaula de las locas.
Un himno indiscutible, que en Argentina y el mundo acompaña los gay-parades y marchas del orgullo desde siempre.
Originalmente “I Am What I Am” es la canción principal de la versión para Broadway de La jaula de las locas: cierra el primer acto, y la canta el personaje de Albin Mougeotte —en la película, Philippe Noiret—. La letra, escrita por el compositor (abiertamente gay) Jerry Herman, decía: “Es una sola vida sin retorno y sin depósito/ Una vida, así que es tiempo de salir del closet/ La vida no vale la pena hasta que podés gritar soy lo que soy”. Muy parecida a la versión en castellano de Sandra Mihanovich, grabada en 1984, apenas un año después de que hiciera lo propio Gloria Gaynor, que la convirtió en un clásico bailable que acompañó los peores años.
It’s Raining Men
The Weather Girls, 1982.
Otra maravilla de las pistas disco, que en su momento no llamó la atención, quizá porque salió cuando la escena moría. Pero en 1997 la resucitó el gran divo gay travestido RuPaul en una versión con Martha Wash, una de las intérpretes originales. Dice: “Están lloviendo hombres, aleluya/ Voy a salir para empaparme/ Están lloviendo hombres, de todas las especies/ Altos y rubios y morochos y delgados y duros y bravos y fuertes y malos”. Hace pocos años, un novísimo icono gay ibérico, la fabulosa madrileña Terremoto de Alcorcón, grabó la versión castellana, con letra cambiada que dice: “Están lloviendo hombres, Y yo miro para arriba/ pa’ ver si cae Javier Bardem”.
Puerto Pollensa
Marilina Ross y Sandra Mihanovich, 1982.
Sandra le pidió esta balada —que comienza con un temblor y termina en una épica— a Marilina cuando se la escuchó cantar en Córdoba: la protagonista de La Raulito todavía estaba prohibida por la dictadura. La grabó en su disco Puerto Pollensa y después Marilina hizo su propia versión en Soles. Recordemos la letra que recrea un romance lésbico con (¿demasiada?) sutileza: “Y no me animé a decirte nada/ Pánico porque me rechazaras/(...) Y sin dormir nos fuimos a la playa y nos amamos descaradamente/ alucinando al gordito de gafas que fue corriendo a cambiarse los lentes”. Hace poco, su autora, la Ross, dijo que no le gusta en absoluto que la canción sea considerada un himno lésbico. Pero no hay mucho que pueda hacer para cambiarlo.
I Want to break free
Queen, 1984.
No hay nada demasiado explícito en la letra de esta delicia pop de recordada guitarra ronroneante, que es sobre alguien que quiere separarse de una pareja traicionera. Pero, para que todo quede claro, hay que escuchar cómo pronuncia Freddie Mercury ese “break free” (“liberarse”) y ver ese video, donde, travestido, pasa la aspiradora con una micromini de cuero, tetas falsas y el tremendo bigote. Bueno, la banda se llamaba Queen: qué agregar. A pesar de que Mercury nunca salió oficialmente del closet.
Qué sabe nadie
Raphael, 1966.
El niño de España y su compositor principal, Manuel Alejandro (autor de “Soy Rebelde” entre otros súper éxitos), son dos señores casados con chorrera de hijos, pero ¡cuántos guiños y cuánta empatía con la cuestión gay! La letra de este clásico camp basta para muestra: “De mis secretos deseos/ de mi manera de ser/ de mis ansias y mis sueños/ qué sabe nadie/ de mi verdadera vida/ de mi forma de pensar/ de mis llantos y mis risas/ qué sabe nadie/ de lo que prefiero o no prefiero en el amor”.
Karma Chameleon
Culture Club, 1983.
Fue Nº1 durante muchas semanas, y catapultó a Boy George, estrella travestida y cantante excepcional, al megaestrellato. Pocos sabían, entonces, que la deliciosa canción pop ultrapegadiza, con su simpática armónica, estaba dedicada —como muchas otras— a su amante “indeciso”, el baterista Jon Moss, que no quería reconocer la relación en público. Boy le recrimina: “Todos los días es supervivencia/ Sos mi amante, no mi rival/ Soy un hombre que no sabe vender una contradicción/ Vos vas y venís/ Karma camaleón”.
Walk On The Wild Side
Lou Reed, 1972.
El trovador oscuro de Nueva York se pintó la cara y se puso en las manos de su amigo David Bowie, que le produjo su disco solista Transformer. Y allí está “Walk On The Wild Side”, un clásico del rock de temática gay, pero también un homenaje a las estrellas de la Factory de Andy Warhol: las hermosas travestis Holly Woodland (“se afeitó las piernas y él se convirtió en ella”), Candy Darling (“Nunca perdía la cabeza/ ni siquiera cuando chupaba la pija”) y el bellísimo Joe Dallesandro (Little Joe nunca daba nada gratis/ todos tenían que pagar). El coro insinuante y la voz susurrada de Lou la convierten en una pequeña pieza de lujuria callejera comprimida.
A quién le importa
Alaska y Dinarama, 1986.
Alaska, nacida Olvido Gara Jove en México DF, integrante de la movida madrileña desde los 13 años, con grupos y fanzines (como el mítico Bazofia, que dirigía), se convirtió en un icono gay gracias a su reivindicación del glam y su amor por los personajes de la noche de Madrid. El himno para su “gente” lo grabó en el disco No es pecado, un guiño desde el título. “La gente me señala/ Me apunta con el dedo/ Susurra a mis espaldas/ Y a mí me importa un bledo/ (...) Mi destino es el que yo decido el que yo elijo para mi/ ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré”. Dos años atrás, grabó una versión súper exitosa pero menos entrañable la estrella mexicana Thalía.
Y.M.C.A.
Village People, 1977.
Jacques Morali, productor musical abiertamente gay (que murió de sida en 1991), quería armar un grupo de música dance desde y para el público gay. Juntó a un grupo de bailarines y cantantes (el requisito excluyente era que tuvieran bigote, adminículo de rigor en la época) y los vistió de estereotipos iconográficos del fetichismo hipermasculino: motociclista, cowboy, indio, policía, soldado, obrero de la construcción. Y los llamó Village People porque el Greenwich Village era el centro de la escena gay de New York. Y el lugar de levante y encuentro entre hombres, la asociación Y.M.C.A: “Es divertido quedarse en la Y.M.C.A/ Tiene todo lo que un hombre joven puede desear para disfrutar/ Podés quedarte a pasarla bien con los chicos”.
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