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Viene del diseño gráfico y no se va de allí. Sólo que no irse de allí no significa irse del arte. Eugenio lo dice directamente: “Mi idea es legitimar al diseño gráfico como expresión e identificarlo con la categoría de arte”. De hecho los críticos dicen que en sus trabajos hay algo nuevo, algunos lo comparan con el ejercicio tan warholiano de poner un objeto en otro contexto y producir una significación nueva. ¿Hay una intención de hacer esto o es una interpretación de los críticos?

En primera instancia encontré mi voz, después interpreté qué quería decir con ella y finalmente cómo. Creo que el descubrimiento de la impronta propia es uno de los desafíos más importantes para un artista. Cuando empecé me di cuenta de que no podía escribir canciones ni pintar cuadros, que tenía que utilizar las herramientas que conocía. De ahí surgió la cuestión de elegir al diseño como lenguaje. Los críticos lo interpretaron como una descontextualización, como una respuesta desde la contracultura y a mí me pareció muy acertada esa mirada. En los años ’60 se legitimó al ilustrador de comic como artista, y hoy en el nuevo milenio está ocurriendo lo mismo con el diseñador gráfico.

En esta muestra usó muchas de las fotos que hace años viene tomando por las calles. El material está intervenido por textos que él mismo escribió logrando juegos tipográficos dignos de tapas de discos o afiches de películas pero en este caso, dentro de obras de arte.

¿Podríamos decir que en tu muestra hay una temática queer?

—Absolutamente. Es una tarea muy difícil para el artista contar desde un lugar que no sea el propio. Lo que viviste, aprendiste, amaste, soñaste y perdiste siempre se va a manifestar en tu obra. Por ende, la sexualidad no queda exenta. Yo soy artista, soy pelado, soy taurino y soy gay. Cuatro realidades de mi persona que pueden, de alguna manera, definir quién soy. No podría sacar a ninguna de ellas de la escena porque Eugenio quedaría incompleto. Mi muestra anterior, Corazón bajo arresto, trataba la temática de un duelo, una ruptura sentimental, una pareja gay que deja de serlo. En ésta fue un proceso de encontrarme a través de lo que observaba en el otro. Encuentros, desencuentros, poesía, bizarreadas y también la identidad. La construcción del ser. Hay dos obras en particular (Otra y La Historia) que hablan de identidad. Otra es una foto en plano medio de una chica travesti con la leyenda “El otro es otra porque así lo quiere” y en una letra más pequeña: “El otro es un héroe porque así lo sueña”. En la segunda se ve un armado fotográfico de un caballito de juguete tras un enrejado, al lado un prócer argentino sobre un caballo victorioso y por sobre ambos un transformista abriendo los brazos y mirando al cielo en estado de éxtasis. Sobre estas imágenes se lee: “Nunca te olvides que la historia la cuentan los que la hacen, el mundo está ahí afuera para que salgas a buscarlo”.

Ser editor de arte de la Revista Veintitrés. ¿influye en tu obra plástica?

—Claro que sí. Vos ponete a pensar que semanalmente estoy expuesto a nuevos artistas, muestras y espacios. Hace tres años que edito esta sección y he tenido la suerte de conocer muchísimos procesos, técnicas y circunstancias que han nutrido. Ineludiblemente, más que nada siento la influencia desde la apertura mental, la diversidad de discursos y la valentía de muchos de ellos. Cuando surge una intención propia de editarme porque estoy siendo demasiado explícito con alguna temática personal, pienso qué habría hecho tal artista, pienso en sus agallas y eso me da el empujoncito final.

Un ojo en la calle
Muestra de arte digital
Hoy, viernes, de 14 a 21.
Sábado y domingo de 12 a 21.
Centro Cultural Recoleta, Junín 1930