Los quiero despedir en las páginas de este suplemento, quiero escribir esta carta que no van a leer, quiero decir las palabras que no pudieron ni pueden escuchar ahora porque están muertos y antes porque estaba muerto el resto, el quieto y rígido mundo familiar, social y público que nos educó a todos los chicos de esa generación, de esa degeneración, decían en mi casa... No soy artista ni folklorista pero conocí el mismo mundo que disfrutaba riéndose de trolos y tortas a sus espaldas si eran respetables y en la cara si no eran tan talentosos como ellos dos. Dos sensibles y únicos, imposibles de evitar por tremendamente talentosos, Leda Valladares y Jorge Luz, son mis amigos, mis contemporáneos. Los quiero despedir, con mis años y mi admiración, con mi historia de puto más anónimo pero de la misma época en que las lesbianas vivian como solteronas o con amigas entrañables y nosotros buscábamos en la oscuridad dónde esconder la vergüenza y las ganas. Nadie hablaba con x como a veces veo que hacen en este suplemento, la x era una marca que aunque no estuviera uno la sentía en cada mirada. Los quiero despedir y agradecer. A Leda Valladares por llevarlo en el peinado, en los viajes, en la ropa, en la actitud digna, en sus compañeras famosas y no tanto. Jorge Luz por llevarlo en el modo de terminar las frases, en el estilo de su humor, en la falda de la Tota y la Porota, en los zapatos de ballet y en el cariño por Aída. No tuvieron edad para las reivindicaciones, para hablar de closet, para blandir libretas de matrimonio. Fueron mis compañeros de una vida que durante años he mirado por TV. Los quiero despedir porque pronto yo voy a andar por las mismas nubes y no quiero que me diga nadie que cuando las palabras empezaron a circular yo no supe usarlas para darles las gracias y el adiós.

Adolfo Miguel Basaldúa
Capital Federal