Viernes, 20 de julio de 2012 | Hoy
TEATRO
Mucho se ha escrito, filmado y dicho de la familia de Thomas Mann. La última pieza presenta una mirada íntima de la relación entre los hermanos Erika y Klaus Mann.
Por Leandro Ibáñez
Un hombre y una mujer debajo de las sábanas blancas de una cama doble en un hotel de Cannes. Intimos, cariñosos, compañeros. Se aman, se confiesan, se adoran, se besan. El uno para el otro. Y si bien él es homosexual y ella lesbiana, son un perfecto matrimonio a la antigua, aunque un detalle les imposibilita las nupcias: son hijos del mismo padre. No cualquier padre, Thomas Mann. Erika y Klaus Mann se hallan en un encuentro imaginario producto de la creación de Christian Lange, y llevado al escenario por la novel directora Flavia Vitale. Y ese imaginario encuentro se llama La última pieza; nombre que esconde un doble juego que el público deberá descubrir. Dos hermanos torturados por una infancia en común, jóvenes bohemios y acomodados que supieron ser la crema y nata de la sociedad alemana antes del ascenso de Hitler y perseguidos durante el Tercer Reich por su orígenes hebreos, por sus ideas, y sus sexualidades. Mario Alba sabe interpretar a un Klaus voraz, triste e insatisfecho. Un hombre que cada noche sueña con su amado y suicida René (Crevel); un niño grande —el preferido de mamá Katia— que nunca se ha sentido querido por papá Thomas. Novelista, poeta, dramaturgo, Klaus Mann le dio a Alemania su primer relato homosexual “La danza piadosa”, y presentó batalla a los regímenes totalitarios en Europa, denunciándolos en sus artículos periodísticos. Amante de Thomas Quinn Curtiss, vivió su sexualidad sin tapujos, defendiendo abiertamente el derecho de los homosexuales en un tiempo en que eran perseguidos por la sencilla razón de serlo. En 1934 escribe en su artículo “Homosexualidad y fascismo”: “La homosexualidad no es algo que se deba ‘extirpar’, y, si lo fuera, la humanidad entera saldría empobrecida, perdiendo algo incomparable que le debe. El sentido del nuevo humanismo (...) no puede consistir más que en una cosa: no sólo tolerar aquello que es humano y que no ocasiona desmanes criminales en la comunidad, sino integrarlo, amarlo y hacerlo aceptar, para beneficio de todos”.
Erika Mann, en la piel de Julieta Correa, es determinada y mediadora, pero no por ello menos sensible que su hermano, talentosa o impetuosa. Primogénita y preferida de su padre, de los seis hermanos fue la única que pudo reconciliarse afectivamente con su progenitor. Si su hermano fue el primero en exiliarse al comenzar el régimen, ella fue la última, y si Klaus innovó en la literatura con su novela homoerótica, Erika lo hizo con su actuación en Muchachas de uniforme —primer film de temática lésbica—. Paródicamente se casó con dos hombres homosexuales, Gustaf Gründgens —hombre de teatro, compañero de trabajo y amante de Klaus— y con el poeta británico W. H. Auden. Junto con Therese Giehse, amante y compañera de vida, fundó el cabaret político Die Pfeffermühle (El molinillo de pimienta), también presentado en Zurich y en Nueva York; espectáculo en el que, desde las letras y la escena, criticaban y satirizaban al sistema en que todos ellos se encontraban inmersos.
Los dos hermanos fueron inseparables durante sus años mozos, brillaron juntos en la escena teatral alemana y recorrieron los Estados Unidos frecuentando los personajes en boga del espec-táculo y la literatura. Marcharon por el mundo y lo plasmaron en su novela conjunta: Una vuelta al mundo. Tan unidos eran que, debido a sus actividades sexuales, fueron perseguidos a la par por el FBI. Sufrieron por igual el distanciamiento y la frialdad con que los educó su padre y la obsesión por el orden y el control con que los crió su madre. Klaus se sintió infeliz cuando Erika volvió a la casa paterna a acompañar a Thomas, y la soledad que acarreaba la ausencia de ella lo transfiguró en un ser miserable, abatido, con una brújula que no marcaba el norte.
La última pieza, con actuaciones frescas y emotivas, acompañadas de música original y un diseño de luces a la altura del evento, es un brevísimo acto en la vida de estos dos singulares hermanos, apenas una muestra del amor incondicional que se tenían, y del vínculo que los unía; quizá resultado de su origen en común, quizás a pesar de éste.
La última pieza. Sábados a las 23.15.
Corrientes Azul. Av. Corrientes 5965
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