Queridos amigos de Soy: les escibo mientras no dejo de mirar en este mismo instante Canal 26, donde le están haciendo una entrevista a un médico que, me da toda la impresión, es uno que ya apareció en el suplemento porque sacó un libro llamado Cuerpos equivocadxs. Queda claro, por lo que está diciendo, que tanto él como su libro intentan desestigmatizar a las personas trans aunque es cierto que con un título bastante infeliz. Tan infeliz que los del programa están encantados poniéndolo en letras catástrofe al pie de la cara del tipo, que, la verdad, explica bastante bien que ser trans no es anormal, ni un capricho y hasta que si no se mete la cola de la gente en el medio, tampoco es una catástrofe. Que no es cuestión de cortarse el pito o no, para sorpresa e insatisfacción del periodista. El periodista ha dicho ya al menos tres veces “el travesti” y el médico en cuestión lo ha corregido paciente pero implacablemente. Más de tres veces tropieza el ser humano, pienso yo, cuando veo que en cuanto viene al caso lanza el travesti otra vez. Y sí, es una bestia. Pero ahora lo hizo a propósito, está dispuesto a prepotearle al médico con el buen uso de la lengua. Se arma una polémica entre gramática y lógica que si bien gana el médico no deja contento al periodista. Yo tampoco estoy contento. Me hace pensar en toda la gente que insiste con un libro de gramática vieja, o con cualquier libro sacado de contexto para argumentar sobre algo que no tiene nada que ver con las reglas del lenguaje sino con el lenguaje mismo. La pelea por el travesti o la travesti parece ser más importante que la ley de identidad, la de matrimonio y si nos descuidamos sobre el aborto. En casi todos los medios se repite como una cachetada. Mientras no se considere un error, es una bandera. La pelea es en el lenguaje. Por favor, que algún homosexual diseñe un manual de estilo.

Fede Rosso
Dolores, Pcia. de Buenos Aires