› Por Diego Trerotola
En la reposera del Axel Hotel parecía el Woody Harrelson de Asesinos por naturaleza: alto, pelado, musculoso, lampiño, actitud algo agresiva. Se podría decir que se le notaba su pasado militar, o ese toque guerrero de los maoríes, aunque para ser un rugbier arquetípico le faltaba un poco de rudeza. Andreas Derleth es el neocelandés elegido en Sudáfrica como Mr. Gay World, entre 25 candidatos de distintos países, incluyendo la Argentina. Aunque las características físicas de Derleth, centímetro más o menos, son casi un clon del resto de los candidatos, sus 32 años lo alejan casi de los veintipocos de juventud divino tesoro que promediaban los restantes participantes. Era como si elegir a Derleth fuese la confirmación de que se puede seguir siendo, a pesar de que los años pasen, la encarnación del tipo de estética apolínea de chico de tapa de revista gay un poco anquilosada. Utopía del cuerpo modelo.
Hablar con Derleth confirmaba su educación en la milicia, porque respondía con esa firmeza enérgica del soldado interpelado. El modo no molestaba, sino la corrección política con que trataba de llenar el casillero de la respuesta, como si fuese más un obstáculo que un intercambio, un diálogo. Además de un cuerpo bonito, Mr. Gay World tiene metas ideológicas que cumplir; en el caso de Derleth, “el desafío es que los gays jóvenes salgan del closet para que la sociedad sea más tolerante”. ¿La culpa de que la sociedad es menos “tolerante” la tienen los gays que están en el closet? La idea de que el discriminado tenga la culpa de la discriminación es bastante peligrosa. Si además de ser un cuerpo deseado, Mr. Gay World es un discurso válido, debería ser más cuidadoso en las ideas. No es que Derleth no sea encantador a su manera, es que reproduce ciertos tics de una cultura gay globalizada, que es un poco funcional al mercado que la soporta.
Tras ir a la Vendimia Gay en Mendoza, la visita de Mr. Gay World terminó en Km Zero, pub gay de Pueyrredón y Santa Fe, antigua zona de yiro ahora un poco demodé. Había varios extranjeros, Derleth no era el único que venía a Buenos Aires como destino gay friendly. Hubo show típico: strippers y conducción trans. Cuando Derleth subió al escenario, Mariana A., la anfitriona, le pidió que se sacase la ropa. El accedió a quedar en cueros, cosa que después de todos los strippers era poco. Efecto clon: el cuerpo de Derleth tenía las mismas marcas de gimnasio que los muchachos que se desvistieron para el show. Lo que ahí quedó al descubierto fue que tal vez la diferencia entre un stripper vernáculo y un Mr. Gay World sea sólo la cantidad de ropa que están dispuestos a sacarse.
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