Viernes, 12 de junio de 2015 | Hoy
TEATRO
Mujeres solas, sus recuerdos de provincia y sus entrañables universos particulares, narrados a través de los ojos de un niño en Como quien oye llover, de Juan Pablo Geretto.
Por Pablo Gasol
Una mujer condenada a ser amante durante veinte años. Con un perro, único regalo de su enamorado, casi como única compañía. Mujer que, como muchas, aprende a no quejarse, encerrada en los juegos de verdades y mentiras. Después, una viuda que recibe fastidiada la visita de su esposo muerto, quien cortó las alas a sus hijos de chicos como si fuesen loros hogareños, para poder decirles “yo te lo dije” cuando fracasen. Más tarde, una madre de una preadolescente aventurera, con quien compite, a quien ama y detesta desde que nació, a la que tiene que ir a buscar a la comisaría. Hija que, por supuesto, está “maldita” sólo por serlo, en comparación con su hermano. Mujeres que habitan en los recuerdos de Juan Pablo, un niño solitario de cuatro años, a quien le fue vedado el sector de “muñecas” del jardín de infantes. Quien, observando a las mujeres de su barrio y su vida, las descubrió muñecas de carne y hueso, fuertes, desgarradas, atrevidas, silenciadas, amadas, hartas, resignadas, íntegras.
En el cuerpo de Juan Pablo Geretto cohabitan todas ellas y una a una llenan el escenario. Otras veces, el mismo niño Juan Pablo vuelve a saltar y reír, como en el momento en que las tenía para él. Las evoca y las extrae de su memoria para revivirlas, para no olvidarlas, para inmortalizarlas. Un niño que se aburría mucho. Entonces, como a quien le ha sido vedado jugar, se convierte en un espectador estrella de las mujeres de su pueblo. La obra, fresca, esperanzadora, emocionante, desopilante por momentos, nos envuelve en este halo de recuerdos y confesiones. Con dirección de Alejandra Ciurlanti, Como quien oye llover vuelve al ruedo, esta vez en el Paseo La Plaza, para proponernos un viaje introspectivo hacia los ojos de un niño, hacia el barrio, hacia las confesiones más profundas de féminas con el cuerpo, el alma y la vida en carne viva, que nos arrancan carcajadas y nos anudan la garganta. “¿Cómo es posible aburrirse a los cuatro años?”, se pregunta Juan Pablo desde el escenario, y del mismo modo que él encontró para entretenerse, cuando el sol del mediodía bañaba los espinillos en Gálvez, provincia de Santa Fe, nos mantiene alertas y entretenidos como si pudiésemos viajar de su mano al pasado. Oír la lluvia es tan inevitable como oírlas a ellas. Y quererlas.
De jueves a domingo en el Paseo La Plaza, avenida Corrientes 1660.
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