Viernes, 11 de marzo de 2016 | Hoy
DOCUMENTAL
Pasión, diversión, compañerismo, alegría, encuentro. Así definen el fútbol muchas de las protagonistas de Ley de ventaja, los diez micros que filmaron Natalia Laclau y Julia Martínez Heimann y que apunta directo a que el juego continúe.
Por Laura A. Arnés
En el espacio de la cancha, la ley de ventaja permite que el juego continúe si el equipo contra el cual se ha cometido una infracción se beneficia de una ventaja. Es decir, cuando a pesar de haber recibido una falta, el equipo sigue en posesión del balón. Y las chicas de estos cortos, a pesar de los contratiempos, no sólo no perdieron la pelota sino que la tienen, la mueven y también la peinan (no, no estamos hablando de Wilson). Entonces. Pasión, diversión, compañeras, alegría, encuentro: así describen lo que es el futbol para ellas. Para todas nosotras, diría yo, generalizando lo particular. No importa de dónde venimos ni qué bondi tomamos. Si de día trabajamos en una mercería, una oficina o en el Inadi. Si vivimos en la villa 31 o en Paternal. Si somos chongxs o femmes, lesbianas, bisexuales o lo que el viento se llevó. El sobresalto cuando unx DT te grita por primera vez, mojarte un poco cuando metés un gol y la calentura, cuando te lo meten a vos; la birra del tercer tiempo, el temido esguince y el comentario desubicado del observador no deseado. Para bien y para mal, es parte del paquete. Pero una vez que se conoce ese arrebato, la transpiración en la piel y el compañerismo, imposible volver a atrás. Es como cuando Eva mordió el fruto prohibido y recibió el saber de lo desconocido, de lo que le habían robado. Con una mordida comenzó un mundo. Con un puntinazo también. Pero lo inquietante es saber que no es el género lo que nos iguala sino la exclusión. La sensación de que jugar al fútbol es reclamar un espacio y jugarnos por nuestra libertad; corrernos hacia el campo que no nos correspondía, dinamitar las expectativas y la propiedad privada. Como dice Mónica Santino, eso se convierte, sin lugar a dudas, en identidad. En Argentina, aunque no nominalmente, el futbol es el deporte nacional. Y como tal, es bien sexista y homofóbico. Hasta hace poco, casi no había mujeres cis en el campo. Ni hablar de trans. Pero se ve que con tanto huevo no podíamos sino romperlos y hacer tortilla (práctica revolucionaria que, sin darnos cuenta, aprendimos cuando niñitas aplicadas). Entonces ¿qué pateamos cuando pateamos la pelota? Yo diría que al hetero-seximo y sus prejuicios.
La división genérica del mundo es como la caja de pandora, ahí se encuentran todos (o casi todos) los males del mundo. Para lxs legos, podría decirse que la división de género nos deja a todxs, siempre, en orsai. Por eso, lo que nosotras queremos es cambiar las reglas del juego. Y el fútbol es un posible lugar por donde empezar. El campo sintético y los botines no habían quedado de nuestro lado en la división de bienes: lo ocupamos, los manoteamos. Sabíamos que iba a haber consecuencias: a veces nos dicen machonas, lesbianas y débiles. Quizás somos todo eso, quizás no. Algunxs se burlan porque corremos como mujeres, otros nos sacan de las canchas porque por derecho de piso no nos corresponden. Ladran sancho, dice el dicho. Pero nosotras no cabalgamos. Cuando nos dimos cuenta que sólo necesitábamos gambetear los obstáculos aprendimos a hacerlo. En este caso, el esfuerzo es sólo superado por el placer de la victoria. De nuestra victoria contra el género. Con lápiz de labio y calzas, con top, short deportivo o remera de arsenal, con ojotas o botines. Nada de eso importa. Lo que importa es ver a la compañera, hacerle un centro y, con nuestras dotes de ama de casa, meterla directo en la olla.
Próximas proyecciones: domingo 13 de marzo 18 hs. en la costanera de Zárate. Organiza la Dirección de Género del Municipio. Jueves 17 de marzo 20 hs. En El Galpón de la Villa 31.
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