Viernes, 1 de abril de 2016 | Hoy
A LA VISTA
Hace meses que un niño de dos años judicializado espera en un asilo de su Uruguay natal para venir a vivir con su tía argentina, Nicole Vásquez, único familiar directo en condiciones de cuidarlo. ¿Qué obstaculiza el encuentro? La arbitrariedad por parte de la Justicia de ese país y la falta de argumentos legales para impedirle el viaje parecen indicar que esta desidia responde solamente a la transfobia.
Por Paula Jiménez España
El cuarto del sobrino de Nicole está listo para recibirlo en su casa de Hurlingham, pero el sobrino no está. No está y no se sabe cuándo (si es que sucede) la jueza a cargo del caso le permitirá al nene viajar a Buenos Aires para convivir con su tía. Es en un asilo de su Uruguay natal, país del que también es oriunda Nicole, donde el nene está internado desde que comenzó su judicialización. Y. se llama el chico y tenía solo cuatro meses cuando fue separado de sus padres, el hermano de Nicole y su pareja, tras el diagnóstico de adicción que terminó por imposibilitarles hacerse cargo de él. La Justicia oriental, a través del organismo de Protección de Niños, hizo en ese momento lo que tenía que hacer, buscar un familiar que se ocupase de cuidarlo. “En un año y medio nadie lo fue a ver salvo yo, que soy la única persona que le da cariño”, cuenta a Soy por teléfono Nicole Vásquez, que apenas si puede hablar de corrido porque llegan todo el tiempo clientes a su negocio a quienes tiene que atender. Además de trabajar, el resto del tiempo estudia en el Mocha Celis –para después seguir una carrera– o se ocupa de la casa que lleva adelante junto con su pareja, un empleado municipal con el que está a punto de casarse. “Es significativo destacar que la vivienda reúne las condiciones necesarias e indispensables de habitabilidad para incluir al niño Y.J., sobrino de la pareja constituida por Vásquez – Ortiz, propiciando y garantizando su crecimiento, desarrollo y calidad de vida dentro de la dinámica familiar…”, asegura en su conclusión un informe redactado por la Asesoría General Tutelar del Poder Judicial de nuestra ciudad. Esta testificación fue dirigida al juzgado uruguayo, pero, aunque consiguió tener alguna incidencia no logró producir un gran efecto, porque la magistrada se dedicó a seguir poniendo palos en la rueda –arguyendo primero que Nicole vivía fuera del país y luego que no había tramitado la tenencia– para que el niño logre ejercer, finalmente, su derecho al amor familiar del que está siendo privado por pura arbitrariedad. “Y.J. tiene dos años –cuenta Nicole–. Los cumplió en septiembre del año pasado. Yo me presenté todas las veces que pude en este tiempo, pero la jueza negó una licencia de 30 días para que el menor viniera a casa y después regresara allá cinco días y volviera otra vez. La jueza dijo que hasta que no se resolviera la tenencia, no iban a dar permiso para que el niño saliera del país. El niño no puede estar judicializado tanto tiempo”.
¿Por qué no pedís la tenencia?
–Ahora tengo que viajar y pedirla, pero yo no lo quería hacer tan rápido porque primero quería poder garantizar que el nene iba a estar bien conmigo. Ese era otro proceso. Pedir directamente la tenencia a otro país se complicaba mucho, pero la semana que viene voy a tener que pedirla, a la misma jueza, porque eso fue lo que ella objetó. Voy tapando huecos que ella va dejando, pero no sé con qué me va a salir esta vez. Se dirige a mí muy despectivamente. No me dijo nada de modo directo, pero me di cuenta enseguida, incluso en el expediente está asentada su falta de fundamento para decir que no. Estoy esperando que se apele el caso. El defensor del niño, la abogada de los padres y asistentes sociales y psicólogos estaban de acuerdo con que el niño viniera conmigo. Todos les dijeron que su resolución atentaba contra los derechos del niño y míos, como su tía.
Según Iñaki Regueiro De Giacomi, abogado e integrante de la agrupación Abosex, la violencia institucional y la discriminación son evidentes en este expediente labrado en un país que a la luz del comportamiento de la jueza no parecería contar desde 2009 con una Ley de Identidad de Género, ya que en él la tía del menor es referida en primera instancia por su nombre de DNI de nacimiento para hacer posterior aclaración de que “se reconoce y es reconocida socialmente como Nicole Vásquez”. “Las condiciones están más que dadas para la convivencia, más allá de que le corresponde como familiar directo, pero se teme que haya una cuestión transfóbica de fondo que esté condicionando esta decisión. El fiscal que interviene en la causa habla de su forma de vida o su modo de ser, que no se darían si ella no fuera trans –dice Regueiro–. A ella le genera muchísima angustia. Todo esto lo estamos haciendo con mucho pulmón a la distancia, la idea es que la noticia llegue y un medio de allá la tome, porque depende de esta cámara y la resolución no da argumentos, más allá de la respuesta negativa”. Mientras tanto Nicole viaja cada vez más seguido de Buenos Aires a Montevideo, porque ni siquiera es posible para ella consultar el expediente a distancia: se le pide que lo haga personalmente. Por donde se lo mire, se trata de un proceso desgastante que atenta contra su identidad y toma como rehén a un niño que desde hace un año y medio sufre un injustificado abandono por capricho de una jueza; un retraso que reafirma aquello de que las sociedades no saben acompañar los tiempos de las leyes que, como el caso de la de identidad de género, aplican para su propia liberación.
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