Viernes, 1 de abril de 2016 | Hoy
CUIDATE QUERETE
Odiada por quienes la ven todos los días en el espejo o cuando es señalada con dedo acusatorio, la nuez de Adán, se elija mostrarla o modificarla, forma parte de la identidad trans.
Por Abril Julieta Rea
El me miraba de lejos. Lo seguí con la mirada. A los pocos segundos veo que le habla a la persona que tenía al lado. Su mano recorre su cuello. Me vuelve a mirar y se vuelve a tocar. Ahí me di cuenta por qué me miraba tanto. Una sonrisa burlona sentenció el momento. No sabía cómo ocultarla, la tapé con un pañuelo y giré el cuerpo hacía el otro lado. El deseo de no tenerla más se hizo presente, que Adán deje de significar hombre, que la manzana deje ser grande. Consulté a varios médicos si se podía sacar o reducir la llamada nuez de adán. Esa cirugía, conocida como tiroplastia, llegó en ese momento a ser más deseada que el tener tetas. Me encontré con diversas opiniones contradictorias. Por un lado, me decían que había que hacer una intervención quirúrgica y que estéticamente quedaba bien. Por otro lado los que veían imposible realizarla por las complicaciones que podía tener. Tanto era mi deseo que no escuché lo suficiente a los profesionales y me detuve solo en las opiniones positivas de aquellos que solo buscaban un rédito económico o sumar ratoncitos a su laboratorio. El error de ponerme en las manos de un cirujano que no era el correcto complicó el panorama. Una cirugía que para él era sencilla terminó en un calvario de meses. Salí del quirófano sin voz con la esperanza de recuperarla al poco tiempo. Pero a medida que pasaban los días la preocupación se volvió desesperación que hizo que fuera al hospital más cercano. Los pasillos se hicieron los más largos del mundo, creí que no llegaba para la consulta. Luego de un estudio de laringoscopia me dieron la respuesta que logró tranquilizarme. La doctora, mientras me consolaba y comprendía, me miró y me dijo: “Quedate tranquila, las cuerdas vocales están a salvo, no las tocaron”. La tormenta había pasado y la lección quedaba para siempre. El posoperatorio fue crítico, se había producido un hematoma cerca de las cuerdas vocales que provocaba la diafonía. La desinflamación llegaría con el tiempo y así volvería escuchar mi voz.
Es importante, además de realizar interconsultas, saber dónde y a quién le confiamos nuestro cuerpo ya que a la hora de la cirugía perdemos todo poder de nosotras mismas. Buscar la identidad lleva a tomar decisiones sin averiguar en detalle las complicaciones. La tiroplastia o eliminación de la nuez de Adán es riesgosa como toda cirugía ni más ni menos; puede provocar hematomas, una mala cicatrización, problemas respiratorios y del habla hasta lo impensado como tocar las cuerdas vocales y producir una parálisis vocal. Esta intervención quirúrgica es todavía materia discutida entre los profesionales de la salud por lo complejo y delicado de es su procedimiento. Actualmente los hospitales públicos y sanatorios en Argentina no la ofrecen como práctica estética, salvo en una patología detectada y estudiada a fondo se evalúan el caso. Algunos centros privados de belleza son los que brindan este servicio ofreciendo la solución. Y aquí radica la importancia de realizar las consultas adecuadamente y no caer en manos de quienes no son especialistas en el tema. Es importante saber que el cirujano tiene que ser otorrino de garganta y no un simple cirujano plástico. Ya que es una cirugía compleja que consiste en limar o extraer parte del cartílago tiroides conocido como manzana o nuez de Adán que cumple una función en la anatomía del cuerpo humano. Es quien recubre y protege las cuerdas vocales. El reducirlo o quitarlo va a modificar no solo la voz sino la estructura laríngea. Cuando se pensó en cómo llamarla se tuvo en cuenta la palabra hebrea “Adam” que significa hombre y se buscó allí su origen. ¿Pero dónde está escrito que una trava no puede vivir con ella? Hay chicas trans que están felices con su nuez y toman con humor el hecho de tenerla y ahí está su identidad. La nuez de Eva.
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