Viernes, 16 de mayo de 2008 | Hoy
CATáLOGO Q
J.R. Ackerley
Mi padre y yo
Anagrama
J.R. Ackerley es, si se quiere, el paradigma de caballero británico homosexual, encantador, correcto y bien educado, capaz de decir “I beg your pardon” si te empuja sin querer en el urinario. Combatiente en la Primera Guerra, volvió para ser un ocioso estudiante de literatura inglesa, trabajó en la BBC y escribió obras de teatro. Para los lectores en lengua castellana es sobre todo el autor de Vales tu peso en oro, obra humorística donde el amor por los jóvenes proletarios es finalmente reemplazado por el de una perra mucho más leal y compañera. Pero aquí hablaremos de un curioso libro, mezcla de memoria y autobiografía, publicado tras su muerte: Mi padre y yo. Más allá de cuestiones formales, la estructura termina cruzando vertiginosamente la historia del padre y el hijo, y recreando esa vieja obsesión/fantasía por saber si el padre también tuvo una experiencia homosexual. Si bien no lo llega a saber, aunque lo sospecha siguiendo el rastro de viejos amigos y viejas fotos, Ackerley termina descubriendo otra cosa no menos sorprendente: el padre tenía (y mantenía) otra familia. En consecuencia, la plata se disipará; el antiguo mundo se irá disgregando. Se pierden la salud y la memoria. Pero no la afabilidad.
Mi padre y yo es, a contrapelo de la época que abarca y en especial si se la compara con otras versiones de ese mismo tiempo como el de Maurice (cabe agregar aquí que Ackerley y Forster fueron grandes amigos), una historia feliz. Ackerley padre es un gran personaje, lleno de tolerancia y amor por su hijo (y por sus otros hijos), y éste trata de corresponderle, aunque una ansiedad depresiva suele traicionarlo. Ackerley hijo parece entender que la reconstrucción total de la vida del padre es un imposible, quizá porque toda vida, también la suya, está rodeada de misterio y llena de secretos que con el tiempo se vuelven vericuetos incomprensibles aun para el autoanálisis. Por último, los capítulos dedicados a su propia vida sexual son de una honda franqueza y a la vez testimonios de los típicos encuentros entre jóvenes aristócratas y plebeyos buscavidas. En el apéndice, eso sí, Ackerley no puede con su genio y vuelve a contar cómo la llegada de su perra Tulip le arregló la vida afectiva (un amigo se animó a preguntarle si tenía sexo con ella, algo que él negó). Y eso nos remite a su obra literaria, a sus novelas (My dog Tulip y Vales tu peso en oro), obra breve, pero también llena de amor y tolerancia.
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