Viernes, 3 de octubre de 2014 | Hoy
La enfermedad, sus ritmos y sus metáforas son el eje de la película portuguesa ¿Y ahora? Recuérdame. Un diario audiovisual donde se narra de modo novedoso el año en el que su director, Joaquim Pinto, decide seguir un tratamiento para el VIH.
Por Diego Trerotola
Cada enfermedad tiene un tiempo y una historia, decía el cineasta portugués João César Monteiro, y esa cita forma parte de las reflexiones poéticas, o de la poesía reflexiva, con que Joaquim Pinto retrata el año que decide seguir un tratamiento para combatir el VIH y el VHC (hepatitis C), entre el paisaje rural de Portugal y el servicio público de salud de España. Un documental en primera persona transformado en un ensayo audiovisual en capas múltiples, a veces superpuestas, como una fusión entre documento, deriva estética, observación científica, y una historia de amor entre Joaquim Pinto y Nuno Leonel, un músico de heavy metal convertido en el chongo agricultor cuyo sex appeal es de una curva ascendente, casi como forma de una dramaturgia erótica. En este contexto, el sida se piensa con toda la dimensión de su pasado y su presente, tiempos casi indiscernibles, superpuestos en la imagen, porque es un relato sin final, abierto como la enfermedad misma. Por eso, la inteligencia de Pinto no es cerrarse en su autobiografía, sino que, en la imposibilidad de encontrar imágenes para representar el virus del sida, se sitúa en un presente individual proyectado en una sensibilidad colectiva, a través de citas pero también como un camino común con personas que lo acompañaron con su amistad o complicidad, sean cineastas como Werner Schroeter o Rita Gomes, escritores como Copi, Serge Daney o Guy Hocquenghem. De una modernidad radical. ¿Y ahora? Recuérdame (E agora? Lembrame, 2012) es un raro eslabón perdido entre Antes que anochezca, de Reinaldo Arenas, y Un año sin amor, de Pablo Pérez, donde la sensualidad de la naturaleza y la humanización de un tratamiento clínico dan forma a una escritura libérrima de tensiones, donde la política de la intimidad adquiere un carácter de resistencia. Es difícil agotar las rutas que abre esta película, que también es la búsqueda de un libro que representa el tiempo cuando no había tiempo, un libro de dibujos de Francisco de Holanda, colaborador de Leonardo Da Vinci. “Imagino un cuerpo donde viajo a la velocidad de la luz, donde las heridas se sanan instantáneamente y no hay dolor, donde puedo volverme invisible cuando quiero”, dice la voz de Pinto, con la entonación justa para parecer calma pero también quebrada, encontrando el susurro exacto, como corresponde a alguien que trabajó muchos años como sonidista en cine. Por esquivar, o directamente dar vuelta, casi todos los lugares comunes sobre el sida, incluyendo sus peores metáforas, y crear una poética conectiva infrecuente en el documental de creación, es probable que esta película sea la más lúcida experiencia sobre vivir con VIH en la actualidad y la mejor herencia para las futuras generaciones.
Se exhibe hoy a las 22, en la Segunda Semana de Cine Portugués, y seguirá todos los viernes de octubre a las 21.30, en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). También se proyectarán dos películas de Joaquim Pinto: Evangelio según San Juan (2013), sábado 4 a las 18. Y Una piedra en el bolsillo (1988), domingo 5 a las 16.
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