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Viernes, 6 de mayo de 2016

La gran intervención

 Por Roberto Jacoby

Para los grupos de jóvenes que hasta el momento no tenían mucha historia Cemento fue el lugar clave, era donde tenías que estar para ser visto. La figura de Chabán fue central. Él es quien introduce las más varias experiencias en todas las artes. Si hacés la cuenta de quienes pasaron por ahí, ves que después terminaron siendo totalmente significativos cada uno en su escena. Chabán era un monje aséptico. No fumaba, no tomaba, era heterosexual y al mismo tiempo todo le parecía interesante, válido para experimentar. Una de las últimas cosas que hizo fueron una serie de obras a la que el público debía ir desnudo mientras los actores permanecían vestidos. Te daban una bolsa y metías tu ropa y te quedabas en pelotas. Es decir, todo lo contrario de lo que hacían las obras que querían ser rupturistas. Había inventado el quiebre al revés. Los martes, Omar y yo junto a un elenco improbable hacíamos Shakespeare. Lo hacíamos sin leer, ni ensayar nada. A veces de público teníamos una sola persona, otras veces trescientas. Era muy variado. Mucho después Omar colaboró conmigo en Proyecto Venus, en 2002. Era una sociedad con su propio dinero, una moneda Venus, una moneda del deseo. Nos prestó unos locales para que fueran la central del proyecto. Se prendía muy fácilmente. Era fundamentalmente un intervencionista. Uno de sus espacios de intervención preferidos eran las conferencias. Iba a la conferencia que hubiera esa tarde en la ciudad. Al final interrumpía, se levantaba y actuaba su completo desacuerdo con todo lo que hubiera dicho el conferencista. Generaba un efecto explosivo, desarticulador: “todo lo que acabás de decir no es así”. Incluso lo hacía en conferencias mías. Se dice que era avaro, pero yo recuerdo que no le interesaba el dinero. Siempre con la misma ropa, comía siempre en el mismo lugar, sin grandes ambiciones monetarias. Sí intentaba que sus proyectos no le generen pérdida, porque si no, no le iban a durar. De Cemento todos decían que era el gran negocio. Nada que ver. Alquilaba el terreno y sobre ese terreno alquilado construyó el galpón. Muy mala idea, no suena muy a un hombre de negocios. Incluso durante largos períodos Cemento permanecía cerrado y él seguía pagando el alquiler. Cemento tuvo mucho desenfreno punk. Se hacía pogo, stage diving, que era subirse al escenario y tirarse sobre el público. Hubo un chico que murió haciendo eso. ¿Y a eso cómo lo parás? Solamente poniendo a un policía al lado de cada persona.

Todo el mundo recuerda que los baños eran inmundos. Era apropósito. Respondía a una muy interesante teoría del marketing. El decía que los chicos que iban, en su gran mayoría de clase media, querían algo diferente a sus propias casas, algo consecuente con la ideología del aguante. Y lo más parecido al aguante era la cárcel. Entendía que ahí había un deseo de ruina, ya que para estar seguros y confrontables mejor se hubieran quedado en la casa con los padres, pero, justamente, de ahí estaban huyendo. A Chabán lo queer lo tenía sin cuidado, porque él era queer. No se parecía a nadie, no tenía modelo. En cambio toda esa gente que iba a Cemento vestida de punk no era queer. Seguían una moda, y eso es lo menos queer que hay. Lo libertario de Cemento es que allí podías hacer cualquier cosa, ser lo quisieras. Nadie se iba a asustar ni a decirte nada. No había prohibición, no había trabas.

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