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Viernes, 6 de mayo de 2016

La fiesta hoy: consumo responsable

 Por Andrés Schteingart*

El consumo de sustancias psicoactivas existe asociado a las artes desde tiempos inmemoriales. Las distintas culturas han consumido drogas con el fin de lograr mayores energías creativas, fomentar lazos y generar mayor comunión entre las personas. La necesidad de generar estados alterados (expandidos) de conciencia surge como una necesidad humana y ha ido cambiando a lo largo de la historia. En la microcultura que nos toca abordar, aquella corriente alternativa que va desde los 80 hasta la actualidad y que reúne a poetas, músicos y artistas, no ha quedado fuera. Desde el alcohol a la marihuana, de la cocaína al éxtasis, del LSD a los alucinógenos naturales, todo ha circulado por el cemento de la ciudad. Largas noches de desenfreno y felicidad al compás de una cultura emergente y pujante han rendido sus frutos, muchas veces endulzados por sustancias. Otros personajes han sido víctimas de los excesos. Alcohólicos cirróticos y desvanecidos con arranques de violencia, locuaces poetas abúlicos consumidores de marihuana, rockeros re-tirados en una isla del tigre para escapar de la cocaína, y jóvenes primerizos explotados por la energía frenética de las metanfetaminas. Vaya a saber por qué, algunos la pilotearon mejor que otros. Como daños asociados y dentro de estas subculturas irrumpe en los 80 el virus del VIH dejando a algunos genios en el camino como Federico Moura, Miguel Abuelo o Alejandro Kuropatwa.

Tanto para los experimentadores como para los adictos perdidos, desde fines de los 90 surgen algunas acciones (puntuales y no sistemáticas) de reducción de daños en usuarios de drogas. En un principio, dirigidos a poblaciones vulnerables que hacían uso endovenoso de cocaína mediante la repartición de jeringas para evitar el contagio del VIH. Y a principios del año 2000, se importan algunos modelos de reducción de daños en escenarios nocturnos ya dirigiéndose a una población general y consumidores recreativos y ocasionales. Las mismas consistían en repartir volantes informativos con asistencia de promotores en terreno, dando información sobre las diferentes sustancias, aconsejando no realizar mezclas, no compartir canutos en el caso de la cocaína, tener cuidados con las tucas de la marihuana, tomar abundante agua y darse tiempo para descansar con éxtasis, desaconsejar el consumo de ketamina o alertar acerca de malos viajes y combinaciones con otros fármacos. Si bien, desde un punto de vista salugénico, los modelos tradicionales apuntaron a vivir sin drogas, para evitar los riesgos asociados a su consumo (accidentes, trastornos psiquiátricos, dependencia, enfermedades de transmisión sexual) los seres humanos no nos caracterizamos por hacer todo bien y hacer una vida completamente sana. Bienaventurados los que sí, pero la pregunta es qué se hace con los que no. La reducción de daños implica una posición ética en relación al usuario, sin demonizarlo, criticarlo u obligarlo a que deje de consumir. Se acerca de un modo más empático, ofreciendo estrategias pragmáticas como mínimo y hasta una puerta de acceso a una psicoterapia orientada a moderar el síntoma o la abstinencia como último recurso. Se apunta, entonces, a un consumo responsable, fruto de una decisión personal, madurada, basada en el conocimiento y valoración de los posibles placeres y riesgos asociados a la conducta de tomar drogas. A una formación básica sobre las posibles consecuencias positivas y negativas, a lograr cierta autonomía para tomar decisiones individuales, a pensar, imaginar y planificar como será el consumo (cantidad, frecuencia, duración) o tener cierto nivel de autorregistro.

La reducción de daños y el consumo responsable no son para todos así como la abstinencia tampoco lo es.

*Músico y psiquiatra. Trabaja en el Hospital de Emergencias Psiquiatras Torcuato de Alvear, lleva a cabo proyectos como El Remolón o Tropikal Ravers y conduce el sello Fertil Discos.

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