Viernes, 6 de febrero de 2009 | Hoy
Dos imágenes del mismo Carnaval en el que el mítico Batato Barea se dio el gusto de desfilar con la comparsa de travestis de la que deseaba ser parte.
Los organizadores del Carnaval del Club de Villa Urquiza se enojaron porque mientras iban cantando B. junto a Urdapilleta, se sacaban las pelucas para escandalizar a las otras desfilantes tan armadas de spray y purpurinas. Los directores de la murga decidieron que no podían salir porque acaparaban demasiado y muy grotescamente la atención. Los otros travestis eran casi veinte y se espiaban todos entre sí. Se quejaban por esas rotosas y absurdas con la boca mal pintada y sin rímel. Esa falsa copia de las antiguas vedettes. También estaba Brunilda Bayer con tacones tan altos que no sé cómo no se quebraban y una pelucona blanca. También se mataba de risa de todas las caretas. Y estaba la Jorgelina Zubeldía, que parecía una dama y se notaba que tenía cancha, pero más para mannequin. Cuando B. me vio, dijo: “Pareces Isabel Sarli”. Pero las otras, al verlas tan zaparrastrosas, murmuraban: “¿Y esto qué es, de dónde salieron?”. Ellas iban tan producidas, y además “las nuevas” ni siquiera usaban plumas, lentejuelas, nada de eso. A Urdapilleta de entrada no lo dejaron desfilar, pero B. convenció a los jefes de la murga diciendo que era una caricata, es decir, un personaje copiado de Luisina Brando, que además era su prima, mientras mostraba algo en la agenda. Los tipos se la creyeron.
Igual, entre tanto travesti careta, había una que decía: “A pesar de no tener nada como nosotras, son divertidísimas”. No paraba de espiarnos con sus ojos de araña enjaulada de strass pegado con la gotita, a escondidas, como para que nadie supiera su secreto. También desfilaba la famosísima Héctor de Villa Adelina. Realmente parecía una señora disfrazada de travesti, se notaba que era peinador por su batido negro altísimo. B. llevaba apenas una tanga e infinidad de pulseras y cadenas, pero la tanga era en realidad un slip negro y eso no hacía más que alertar a las otras que se preocupaban y aconsejaban: “Mañana ponete una bombachita”.
Nos conocimos en la murga “Los Viciosos de Almagro”. Muchas cosas coincidieron para las dos. Ella y yo nunca habíamos salido a desfilar en ninguna comparsa. Hasta entonces no nos habíamos vestido jamás de mujer, pero alguien me dijo: “Vamos, es Carnaval, vení a divertirte un rato y a bailar hasta el amanecer”. Me invitó una mariquita del barrio. No sabía qué ponerme, ella me prestó todo. Y así, a lo Liza Minnelli, me encontré en el ómnibus que nos paseaba de corso en corso, con una persona maravillosa, el propio B. Al cabo de un rato de charla descubrí que éramos vecinas (...) Nos encontramos en una casilla de madera donde se cambiaban todas las chicas. La vi salir tan exótica, con una cascada de collares multicolores y apenas el pequeño taparrabos negro. Usaba mucha bijouterie porque todavía no se había hecho las tetas. Mientras desfilábamos, ella de pronto dibujaba en el aire unas contorsiones increíbles. Todo el mundo la ovacionaba. Llamaba mucho la atención, más que las superemplumadas y requeteproducidas.
Del libro Te lo juro por Batato, de Fernando Noy, Libros del Rojas.
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