Domingo, 12 de junio de 2005 | Hoy
Una imponente cresta roja, un pie celeste y el cuerpo ricamente decorado distinguen al Gallo de Barcelos, el símbolo más difundido de Portugal. Según la leyenda, un peregrino gallego que iba de Barcelos a Santiago de Compostela fue falsamente acusado de robo y condenado a la horca. En un último y desesperado intento por salvar su vida, el acusado pidió ver al juez, que se disponía a comer un buen gallo asado. El hombre le aseguró que, como prueba de su inocencia, el gallo asado se levantaría del plato donde había sido servido, y cantaría. Más dispuesto a prestar atención a su sentido común que a las súplicas del peregrino, el juez ignoró el pedido de clemencia hasta que –en el momento preciso en que el acusado estaba siendo ahorcado– el gallo efectivamente se levantó y cantó. Aunque era tarde, el juez corrió al cadalso, y allí comprobó que el peregrino falsamente acusado había sobrevivido, gracias a un nudo de la horca mal atado. En homenaje a este milagro, el peregrino gallego volvió a Portugal años más tarde y pintó el Cruzeiro do Señor do Galo, que se conserva en el Museo Arqueológico de Barcelos, junto a la románica Iglesia Matriz.
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