VERANO12

El cuento por su autor

Durante unos años cubrí la temporada de verano para un diario. Llegábamos a la Ciudad Feliz cuando estaban los surfers verdaderos, veíamos arribar después de las fiestas a los falsos surfers y estábamos aún ahí cuando ya se había ido todo el mundo y el diario ya no preguntaba por nosotros, nadie nos tenía en cuenta. Cerraba la temporada, cerraba el suplemento que escribíamos y todos entrábamos en un letargo inusual. Encerrados con un solo juguete en un hotel cercano a la plaza Colón, los periodistas rezagados nos dedicábamos a fumar, dibujar y escuchar música. Afuera el corazón del bronceador era desmantelado y los primeros fríos del próximo otoño se hacían sentir. Yo compartía mi pieza con Mariano del Aguila, en ese entonces periodista de boxeo todo terreno y actualmente dj, músico, creador de fiestas nocturnas y periodista de rock, un verdadero renacentista. Del Aguila me hablaba del drum and box, una mezcla de boxeo y pinchada de discos que estaba lucubrando y yo le contaba de una historia que quería escribir sobre un nenito hidrocefálico que había conocido años atrás. El nenito, le dije, me había impresionando porque parecía tener un conocimiento adulto de las cosas, pero no impostado, como esos genios producidos por los padres terribles de las escuelas progres, sino real. Alguien con un conocimiento milenario en un cuerpo de seis o siete años. La cosa que, en vez de escribir, empezamos a dibujar unas historietas a las que les pusimos el nombre de Titanes del Coco. Eran unos superhéroes paranoicos que nos hacían divertir. Me acuerdo de uno que se llamaba Cacho Láser. Pasó el tiempo y en otro hotel de la costa empecé el relato al tuntún que el lector tiene en las manos. Es el comienzo –por ahora– de una serie de relatos que a veces parecen una novela, a veces parecen cuentos y a veces no se entiende nada. Los vengo escribiendo desde hace tres años. Los dejo en un cajón. Los leo. Los vuelvo a corregir o cambiar completamente, hasta que siento que me dan vergüenza ajena e incertidumbre. Están agrupados en una carpeta bajo el nombre de Titanes del Coco. Si alguna vez llegan a buen puerto, y salen en un libro, van a estar dedicados a Mariano del Aguila, el titán mayor.

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Imagen: Ana D’Angelo
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