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El momento de gloria de CNN, durante la primera guerra del Golfo Pérsico
“Fuego sobre Bagdag” cuenta el detrás de la escena de la cobertura televisiva de 1991, a través del productor ejecutivo Robert Wiener.
Por Horacio Bernades
La primera lluvia de misiles sobre Bagdad, aquella que Bush padre ordenó descargar en enero de 1991, dio por resultado dos grandes ganadores: el complejo militar-petrolero y la CNN. Esta era, hasta ese momento, apenas una “hermanita menor” de las grandes cadenas (ABC, CBS, NBC) y a partir de entonces pasó a constituirse en líder del rubro noticias, gracias a haber sido la única que logró transmitir una guerra en directo, por primera vez en la historia de la humanidad. El responsable directo de ese espectacular triunfo de la CNN fue un productor ejecutivo llamado Robert Wiener, quien comandó el operativo mediático desde el propio campo de batalla en Bagdad.
Ni lerdo ni perezoso, a poco de regresar de Irak, Wiener publicó un libro donde narraba los entretelones de aquella batalla mediática. Para completar su campaña autopromocional le faltaba una película que contara el momento en que ascendió a la gloria. Con el propio Wiener en el guión y producción ejecutiva, la ocasión llegó con una producción especial para TV. Esta llevó por título Live from Bagdad y se emitió –con máximo sentido de la oportunidad– en diciembre pasado, cuando la segunda campaña iraquí ya era inminente. Por estos días, el sello Plus Video la edita directamente en cajita, con el título Fuego sobre Bagdad. Dirigido por el británico Mick Jackson (el mismo de El guardaespaldas), este telefilm producido por la cadena HBO (asociada a la CNN) presenta en el papel de Wiener a Michael Keaton, quien ya había compuesto a un transpirado editor en El diario.
La permanente ansiedad de Keaton, su lengua veloz e intenciones nunca demasiado cristalinas confirman al ex Bruce Wayne como actor ideal para encarnar periodistas. Fuego sobre Bagdad no deja dudas sobre el carácter de Wiener como factótum de la consagración periodística de la CNN. Seguramente para disimular un poco que el objetivo principal de la película es cantar su propia gloria, el guión escrito por Wiener presenta a su autor como un egomaníaco, alcohólico y tramoyero. “¡Bagdad soy yo!”, exclama el tipo de entrada –parafraseando cierta célebre frase de Gustave Flaubert– al enterarse de que las fuerzas de Saddam invadieron Kuwait y de que Bush Sr. acaba de hacer las primeras advertencias al más famoso bigotudo del mundo árabe.
Rápidamente, Wiener convence al director de la CNN de que él es el hombre para viajar a Irak, llamando a su productora de confianza, Ingrid Fromanek (Helena Bonham-Carter, siempre con el look dark que viene cultivando desde El club de la pelea) y a la sonidista Judy Parker (Lili Taylor, virtualmente desaparecida tras haber sido la Valerie Solanas de Yo le disparé a Andy Warhol). Más tarde se sumarán los periodistas John Holliman y Peter Arnett, además del anchor man de la CNN, Bernard Shaw. Durante la mayor parte del metraje, el telefilm elude glorificar a los protagonistas. Pero al final –cuando se desatan los bombardeos sobre la capital iraquí y ellos deciden quedarse a cubrir bajo fuego–, el guión no puede resistir la tentación de presentarlos como héroes.
La más gruesa munición ideológica se dispara cuando alguien compara a Bush padre con el Gary Copper de A la hora señalada, lo que equivale a caracterizarlo como un sheriff honesto y solitario, asediado por una gavilla de maleantes. Mucho más matizada resulta la figura de Naji Sabri Al-Hadidi, ministro de Información de Saddam y posterior encargado de relaciones exteriores, a quien se presenta como zorro viejo pero civilizado. Claro que es escandalosamente infantil la tesis de que este verdadero superhombre de la inteligencia iraquí habría favorecido la tarea periodística de Wiener y los suyos... Por una simple cuestión de simpatía personal.
Sin embargo, si hay una metida de pata mayúscula en Fuego sobre Bagdad es cuando se da por cierto el testimonio de una presunta madre kuwaití, quien denuncia el secuestro masivo de bebés a cargo del ejército de Hussein. Recientemente se comprobó sin margen de duda que la presunta madre era una empleada a sueldo de la CIA. En términos de entretenimiento, Mick Jacson sabe imprimir a Fuego sobre Bagdad una sensación de urgencia que –sumada al espíritu entusiasta que exhiben Wiener y los suyos– permite disfrutar de su saga como una aventura por cierto más divertida e inofensiva que la que dos miembros de la familia Bush emprendieron, en 1991 y 2003, en esos mismos territorios.