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Lanzamientos
EL REGRESO,
de Andrei Zvyagintsev.
Con Vladimir Garin, Ivan Dobronravov y K. Lavronenko.
2003, 105 min. AVH.
La película que en el último Festival de Venecia le valió el León de Oro a su director (el casi impronunciable Andrei Zvyagintsev) demuestra que hay vida en el cine ruso, más allá de Alexander Sokurov. Mucho menos mística que las películas de este último, El regreso es un relato solidísimo, enormemente clásico, sobre el tema de la ausencia del padre, su arquetipo como autoridad disciplinaria y la consecuente rivalidad con el hijo varón. En verdad, la película es una suerte de estudio de la masculinidad, en tiempos en los que lo que se usa es investigar exclusivamente la feminidad. La vuelta del padre a la familia tras largos años de ausencia –reforzada por la insinuación de que el hombre viene de la guerra– desencadena una batalla arquetípica con uno de sus hijos, que Zvyagintsev narra con apabullante firmeza.
YO, ROBOT,
de Alex Proyas.
Con Will Smith, Bridget Moynahan, James Cromwell y B. Greenwood.
2004, 115 min. Gativideo.
Puede ser que la versión-Hollywood de este relato escrito en los ’50 por Isaac Asimov no respete demasiado el texto original. Pero ¿quién dijo que para ser buena una película debe ser fiel a la letra? Y ésta es muy buena. Porque respeta algo más importante: los códigos del policial cinematográfico, que aparecen magníficamente fusionados con los elementos propios de la ciencia ficción. Además, como Will Smith es muy simpático, la identificación del espectador con el héroe está asegurada. Si a esto se le suma la renuencia a esa fascinación por lo tecno que suele asolar el género, la hábil utilización del cliché del jefe de la corporación como villano, la fluida y clásica narración, dos o tres grandes escenas de acción y, sobre todo, la presencia del notable androide Sonny, se obtiene una película disfrutable de punta a punta.
CEGUERA HISTÉRICA,
de Mira Nair.
Con Uma Thurman, Juliette Lewis, Gena Rowlands y Ben Gazzara.
2003, 99 min. AVH.
No extraña que este telefilm, protagonizado por Uma Thurman, haya sido producido por ella misma. Se trata de la típica “película de lucimiento”, con la longilínea rubia de Kill Bill haciendo de una chica que, en los años ’80, no se repone del abandono paterno. Que una treintañera no logre superar ese trauma infantil –hasta el punto de desesperarse si un tipo cualquiera no le da bolilla– es un exceso psicologista que debilita la película desde la propia base. Por otra parte, que la bomba Thurman se haya asignado a sí misma el papel de chica recontrainsegura de sus atractivos tampoco ayuda a hacerla creíble. Sin embargo, Mira Nair (la realizadora india de La boda) filma el asunto con la suficiente convicción como para que igual funcione. La presencia de los cassavetianos Rowlands & Gazzara ayuda, claro.
VELOCES Y MORTALES,
de Robert Harmon.
Con Jim Caviezel, Rhona Mitra y Colm Feore.
2003, 80 min. AVH.
Hace unos años, el realizador Robert Harmon había filmado un pequeño thriller de caminos llamado The Hitcher, y en éste directo a video vuelve a salir a la ruta, con eficaces resultados. La muerte de una mujer –en un accidente que más parece una ejecución– lanza a su marido (Jim Caviezel, que sigue sufriendo después de La pasión de Cristo) a los caminos, en busca de venganza. Allí se topará con una clase inédita de asesino serial, que usa su auto como arma, matando con la gratuidad propia de todo serial killer. Más allá de las evidentes “coincidencias” con la primera Mad Max, Harmon se confirma capaz de componer, con cada frenada, cada chirrido y cada aceleración, una pequeña sinfonía rítmica y violenta. Un hallazgo, el hecho de que el villano ande todo entablillado, como una suerte de monstruo mecánico.