Economías regionales
La
Argentina tiene el privilegio de haber desarrollado una primera
aproximación a la ciencia económica espacial, esto
es, la consideración de los fenómenos económicos
tomando en cuenta cómo se ven influidos por el factor distancia
y aspectos vinculados con ella, tales como las tarifas de transporte
por distintos medios. La fecha fue 1801, cuando, a raíz de
una polémica pública suscitada entre Montevideo y
Buenos Aires, el ingeniero agrimensor Pedro A. Cerviño, por
entonces también director de la Academia de Náutica,
escribió un considerable volumen titulado Nuevo Aspecto del
Comercio del Río de la Plata. Allí sugería
emplazar un puerto alternativo al de Montevideo en la Ensenada de
Barragán, cerca de donde se erigiría unas décadas
después la ciudad de La Plata. El trabajo presentaba el uso
del suelo en áreas circulares alrededor de Buenos Aires:
un anillo contiguo al puerto, de una legua de largo, ocupado por
granjas de verduras, legumbres secas y flores; un segundo anillo
ocupado por chacras destinado a cultivos extensivos; y un círculo
mayor dedicado a la ganadería y pastoreo, el cual, al combinarse
transporte terrestre (por carreta) con transporte fluvial (a lo
largo del Paraná), se alargaba y prolongaba por las costas
del río. El mismo esquema básico de anillos concéntricos
fue redescubierto por Johann von Thünen, cuya obra El Estado
aislado (1826) echó las bases de la ciencia económica
espacial. La Generación del 37 desarrolló un fuerte
sentido espacial, comenzando por el propio Esteban Echeverría,
quien en sus lecturas económicas propuso basar
el régimen impositivo en la distinta riqueza de los predios,
conforme su distancia al puerto y los diferentes usos de que eran
susceptibles. El gobernador de Corrientes Pedro Ferré también
propuso adoptar una política comercial que tomase en cuenta
la diversidad regional. El librecambio decía
podía convenir a los pueblos de la pampa húmeda, cuyo
interés era vender artículos agropecuarios al extranjero,
pero podía ser muy perjudicial a otros pueblos capaces de
manufacturar productos textiles o de obtener artículos industriales
como vino, alcoholes y azúcar. La solidaridad entre las regiones
indicaba que la zona pampeana debía levantar un arancel que
protegiese las manufacturas del norte, y le hiciera más caro
importar del extranjero artículos obtenibles dentro del país.
La
programación matemática
Pensemos
dos producciones: una agrícola, que necesita más tierra
que trabajo, por ejemplo, 4 unidades de tierra por cada unidad de
trabajo, por unidad de producto agrícola; y otra industrial,
que necesita relativamente más trabajo que tierra, por ejemplo,
2 unidades de tierra por cada unidad de trabajo, por unidad de producto
industrial. Por simplicidad podemos pensar que esas proporciones
de empleo de tierra y trabajo son siempre iguales. Problemas cuya
solución podría buscarse a partir de este caso son
los siguientes: 1) qué uso se dará a los factores
productivos; 2) en qué proporción se producirán
los bienes; 3) si se intercambiará alguno de los bienes con
alguna otra economía. Sin embargo, poco se avanza si no se
aclara previamente: 1) con qué cantidad de cada factor se
cuenta; 2) que no es posible producir cantidades negativas; 3) que
es posible usar factores en menor cantidad que la disponible. Estos
últimos requisitos parecen triviales. Sin embargo, hasta
la década de 1930 el economista no tuvo una matemática
capaz de tratarlos. Además, en esa misma época, el
desempleo masivo de trabajo y equipos le arrojó a la cara
la realidad del punto 3. Por ejemplo, si hay 8 unidades de tierra
y 3 unidades de trabajo, y la economía produce sólo
bienes agrícolas, hallará que la tierra se vuelve
escasa al producir 2 unidades de bien agrícola: 2 unidades
de bien agrícola emplean 8 de tierra y 2 de trabajo, con
lo que queda sin empleo 1 unidad de trabajo. Si hace lo propio con
el bien industrial, será la limitación de la cantidad
de trabajo la que imponga un tope: al producir 3 unidades de bien
industrial, empleará todo el trabajo existente, pero sólo
6 unidades de tierra, con lo que quedarán sin empleo 2 unidades
de tierra. Ambos factores se ocupan a pleno si la economía
produce una unidad de bien agrícola (usa 4 de tierra y 1
de trabajo) y dos unidades de bien industrial (usa 4 de tierra y
2 de trabajo): en total, usa 4 + 4 = 8 de tierra y 1 + 2 = 3 de
trabajo. Clave de la solución fueron las inecuaciones lineales
y los conjuntos convexos, presentados en 1937 por el matemático
F. La Menza, lo que le sirvió en 1941 al profesor J. Barral
Souto para resolver como programa lineal el problema de David Ricardo
de la división del trabajo entre países según
su ventaja comparativa. Pudo haberle hecho merecedor del Premio
Nobel, pero fue para Leonid V. Kantorovich, quien lo resolvió
dos años antes.
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