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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
19 DIC 1999








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Economías regionales

La Argentina tiene el privilegio de haber desarrollado una primera aproximación a la ciencia económica espacial, esto es, la consideración de los fenómenos económicos tomando en cuenta cómo se ven influidos por el factor distancia y aspectos vinculados con ella, tales como las tarifas de transporte por distintos medios. La fecha fue 1801, cuando, a raíz de una polémica pública suscitada entre Montevideo y Buenos Aires, el ingeniero agrimensor Pedro A. Cerviño, por entonces también director de la Academia de Náutica, escribió un considerable volumen titulado Nuevo Aspecto del Comercio del Río de la Plata. Allí sugería emplazar un puerto alternativo al de Montevideo en la Ensenada de Barragán, cerca de donde se erigiría unas décadas después la ciudad de La Plata. El trabajo presentaba el uso del suelo en áreas circulares alrededor de Buenos Aires: un anillo contiguo al puerto, de una legua de largo, ocupado por granjas de verduras, legumbres secas y flores; un segundo anillo ocupado por chacras destinado a cultivos extensivos; y un círculo mayor dedicado a la ganadería y pastoreo, el cual, al combinarse transporte terrestre (por carreta) con transporte fluvial (a lo largo del Paraná), se alargaba y prolongaba por las costas del río. El mismo esquema básico de anillos concéntricos fue redescubierto por Johann von Thünen, cuya obra El Estado aislado (1826) echó las bases de la ciencia económica espacial. La Generación del 37 desarrolló un fuerte sentido espacial, comenzando por el propio Esteban Echeverría, quien en sus “lecturas económicas” propuso basar el régimen impositivo en la distinta riqueza de los predios, conforme su distancia al puerto y los diferentes usos de que eran susceptibles. El gobernador de Corrientes Pedro Ferré también propuso adoptar una política comercial que tomase en cuenta la diversidad regional. El librecambio –decía– podía convenir a los pueblos de la pampa húmeda, cuyo interés era vender artículos agropecuarios al extranjero, pero podía ser muy perjudicial a otros pueblos capaces de manufacturar productos textiles o de obtener artículos industriales como vino, alcoholes y azúcar. La solidaridad entre las regiones indicaba que la zona pampeana debía levantar un arancel que protegiese las manufacturas del norte, y le hiciera más caro importar del extranjero artículos obtenibles dentro del país.

La programación matemática

Pensemos dos producciones: una agrícola, que necesita más tierra que trabajo, por ejemplo, 4 unidades de tierra por cada unidad de trabajo, por unidad de producto agrícola; y otra industrial, que necesita relativamente más trabajo que tierra, por ejemplo, 2 unidades de tierra por cada unidad de trabajo, por unidad de producto industrial. Por simplicidad podemos pensar que esas proporciones de empleo de tierra y trabajo son siempre iguales. Problemas cuya solución podría buscarse a partir de este caso son los siguientes: 1) qué uso se dará a los factores productivos; 2) en qué proporción se producirán los bienes; 3) si se intercambiará alguno de los bienes con alguna otra economía. Sin embargo, poco se avanza si no se aclara previamente: 1) con qué cantidad de cada factor se cuenta; 2) que no es posible producir cantidades negativas; 3) que es posible usar factores en menor cantidad que la disponible. Estos últimos requisitos parecen triviales. Sin embargo, hasta la década de 1930 el economista no tuvo una matemática capaz de tratarlos. Además, en esa misma época, el desempleo masivo de trabajo y equipos le arrojó a la cara la realidad del punto 3. Por ejemplo, si hay 8 unidades de tierra y 3 unidades de trabajo, y la economía produce sólo bienes agrícolas, hallará que la tierra se vuelve escasa al producir 2 unidades de bien agrícola: 2 unidades de bien agrícola emplean 8 de tierra y 2 de trabajo, con lo que queda sin empleo 1 unidad de trabajo. Si hace lo propio con el bien industrial, será la limitación de la cantidad de trabajo la que imponga un tope: al producir 3 unidades de bien industrial, empleará todo el trabajo existente, pero sólo 6 unidades de tierra, con lo que quedarán sin empleo 2 unidades de tierra. Ambos factores se ocupan a pleno si la economía produce una unidad de bien agrícola (usa 4 de tierra y 1 de trabajo) y dos unidades de bien industrial (usa 4 de tierra y 2 de trabajo): en total, usa 4 + 4 = 8 de tierra y 1 + 2 = 3 de trabajo. Clave de la solución fueron las inecuaciones lineales y los conjuntos convexos, presentados en 1937 por el matemático F. La Menza, lo que le sirvió en 1941 al profesor J. Barral Souto para resolver como programa lineal el problema de David Ricardo de la división del trabajo entre países según su ventaja comparativa. Pudo haberle hecho merecedor del Premio Nobel, pero fue para Leonid V. Kantorovich, quien lo resolvió dos años antes.