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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
19 DIC 1999








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler

En el largo plazo todos estaremos muertos, o bien ultracongelados, a un costo que, según las cuatro ofertas disponibles en plaza, de otros tantos proveedores estadounidenses de criónica, va de 28.000 a 125.000 dólares, según la forma de pago. Para poder seguir honrando las cuotas después del óbito bastará con contratar un adecuado seguro de vida. La otra precaución a tomar es fallecer en un sitio desde el cual el cuerpo inerte pueda llegar sin gran demora hasta el termo de nitrógeno líquido que le estará reservado, y en el que se lo sumergirá no sin antes inyectarle anticongelante en los tejidos.
Aunque los marketineros de la vida eterna aseguran con optimismo que ya a mediados del siglo XXI la ciencia dominará los procesos de envejecimiento (¡qué mala suerte haber nacido en el XX!), nadie puede estar seguro de que en el momento en que los especialistas puedan revivirlo a uno, dentro de algunos cientos o miles de años, la empresa con la que se contrató el servicio no haya perecido a su vez, sin la precaución de zambullirse en un container preservativo. De hecho, para los títulos del Tesoro la raya última del largo plazo está en los 30 años, aunque hay grandes multinacionales, como Coca-Cola o Walt Disney, que emiten bonos pagaderos a 100 años. El problema de los vencimientos muy lejanos es el escaso valor actual.
Pero también es verdad que el Banco Central argentino posee en su caja fuerte títulos que caducan recién en el año 5000 de la era cristiana. Ellos fueron emitidos en los ‘80 por la Tesorería General de la Nación para saldar su deuda por una parva de “adelantos transitorios”, que eran la emisión destinada a monetizar el déficit fiscal. Como el repago era sólo cosmético, se eligió un plazo suficientemente largo y una tasa de interés ínfima para que las cuotas anuales resultaran tolerables. ¡Eterna vida al déficit fiscal!, como proclamarían los criónicos.