La primera batalla
Algo
les está fallando. Hacen buena letra, dicen lo que quiere
ser escuchado y sobreactúan hasta la exageración su
compromiso con la convertibilidad. Pero no logran seducir ni generar
al menos un poco de entusiasmo. Con la cantidad de señales
en línea con lo que reclama el mercado, enviadas antes y
después de asumir el gobierno, la lógica de los últimos
años indicaría que la Bolsa debería haber reaccionado
con euforia y que los empresarios estarían rodeando de elogios
a Fernando de la Rúa. Nada de eso ocurre. Las acciones y
bonos muestran una pereza que sorprende hasta a los financistas,
en un contexto de bolsas marcando records en Wall Street, en Brasil,
México y Europa. Y los hombres de negocios sólo mascullan
bronca porque pagarán más impuesto a las Ganancias.
El resto, por ahora, no les importa.
Cualquiera hubiera imaginado un estado de excitación en las
filas de los empresarios con la reforma laboral que tiene la Alianza:
descentralización de la negociación colectiva, fin
de la ultraactividad, flexibilización horaria y extensión
del plazo de los contratos temporarios. Todas esas medidas son las
que han estado reclamado hasta el cansancio, que apuntan a una mayor
flexibilización laboral. También el fuerte ajuste
fiscal era uno de los pedidos más insistentes para que la
confianza retornara al mercado. Si bien el paquete tributario tiñe
todo, en última instancia el aumento de impuestos no afecta
a la renta financiera ni a las empresas. Hubo, además, un
recorte del gasto importante, de poco más de 1400 millones
de pesos en el Presupuesto del 2000. ¿Qué más?
Se incorporaron cuatro economistas del gusto del establishment al
gabinete nacional para que no haya dudas sobre cuál será
el rumbo del Gobierno. Se ha empezado a anunciar rebajas de tarifas
de servicios públicos privatizados, que mejorarán
al menos un poco la competitividad de la economía, una de
las principales preocupaciones de los inversores extranjeros sobre
las perspectivas de Argentina. Y por si todo esto fuera poco, para
ganarse la simpatía de los dueños del dinero, se informó
que se aumentará a 5000 millones de dólares el crédito
contingente con el FMI, lo que aleja el fantasma de problemas en
el pago de la abultada deuda.
Nada de todo esto ha sido suficiente para entusiasmar al mercado.
Lo que sucede es que financistas y empresarios tienen la percepción
de que la Alianza no podrá imponer gran parte de las reformas
propuestas y que, entonces, poco y nada cambiará. Esa idea,
con razón o sin ella, la han ido formando con los sucesivos
traspiés que piensan ha tenido el Gobierno en su negociación
con el PJ. Las provincias se llevaron mucho más de lo pensado
en la negociación del Pacto Fiscal con José Luis Machinea;
el Presupuesto del 2000 no fue aprobado antes del 10 de diciembre
como quería Fernando de la Rúa; Rodolfo Barra será
finalmente presidente de la Auditoría General de la Nación
después del show mediático de resistencia a su nombramiento
por parte de Chacho Alvarez y Rafael Pascual; Carlos Silvani se
quedará en la AFIP luego de que el jefe de Gabinete, Rodolfo
Terragno, descalificara violentamente su gestión de los últimos
tres años; el intento de la bancada de diputados de la Alianza
de incorporar el impuesto a la Herencia en la reforma tributaria
fue abortado por la oposición.
Esos malos pasos pueden ser entendidos como parte de las dificultades
para acomodarse de un nuevo gobierno, o el lastre de un pasado que
condena. Pero si, además, lo que pueden ser noticias positivas,
como la rebaja de tarifas y un crédito de 5000 millones del
FMI, son informadas en forma desprolija, sin lograr un impacto favorable
para compensar el negativo del aumento de impuestos, la Alianza
ha perdido la primera batalla. Pese a todo esto, hay que saber que
el humor de los financistas cambia del día a la noche. Y
cuando levitan en un estado de insatisfacción permanente
no hay una que les venga bien.
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