EN
EL MERCADO LABORAL YA EXISTE UNA FLEXIBILIZACION DE HECHO
Trabajar
de sol a sol
Durante
los 90 la flexibilización de hecho se tradujo en una extensión
de la jornada laboral. Con ese antecedente, el autor sostiene
que la actual reforma profundizará el deterioro de los
ingresos de los trabajadores al tiempo de aumentar las ganancias
empresarias.
Por
Martín Schorr
Flacso, Area de Economía y Tecnología.
En
la Argentina existe un amplio consenso acerca de la necesidad
de flexibilizar las relaciones laborales. Ello permitiría,
según sostienen distintos actores sociales (el oficialismo
y la oposición, los grandes grupos económicos, los
organismos multilaterales de crédito, e incluso cierto
sector del sindicalismo), que la economía local, en particular
su industria, ganaría en competitividad e ingresaría
en un sendero sostenido de crecimiento. Asimismo, se señala
que un mercado de trabajo más flexible permitiría
reducir la tasa de desocupación.
Sin embargo, las evidencias disponibles indican claramente que
el mercado laboral ya se encuentra de hecho sumamente flexibilizado,
lo cual se refleja en un profundo deterioro en las condiciones
laborales de la mano de obra ocupada, una importante disminución
en el poder adquisitivo de los salarios y una creciente regresividad
en materia distributiva. Basta con analizar lo acontecido en el
ámbito del sector manufacturero local durante la década
de los 90.
Entre 1991 y 1998 la producción industrial se incrementó
en términos absolutos cerca de un 24 por ciento. Buena
parte de dicho crecimiento se dio en el marco de ostensibles aumentos
en la productividad media de la mano de obra del sector, que subió
un 46 por ciento. Si bien esa mayor productividad laboral está
relacionada con una importante recuperación en el coeficiente
de inversión del sector (que durante los años 80
había caído a niveles tales que ni siquiera alcanzaban
para cubrir los requerimientos mínimos de reposición
del capital utilizado), también está vinculada,
y de manera significativa, a un incremento en la extensión
e intensificación de la jornada laboral. Efectivamente,
mientras en los 90 creció la producción industrial,
la cantidad de obreros ocupados por el sector disminuyó
más de un 15 por ciento y las horas-obrero trabajadas cayeron
casi un 6 por ciento, lo cual determinó un importante incremento
(cercano al 13 por ciento) en la duración de la jornada
media de trabajo.
De esta forma, una parte sustancial de las significativas ganancias
de productividad que registró el conjunto del sector manufacturero
durante la década pasada se sustentó en un importante
incremento en la extensión y la intensidad
de la jornada laboral. Ese proceso tiene lugar cuando en numerosos
países se evalúa y, en algunos casos, se instrumenta
la reducción de la jornada de trabajo como un mecanismo
indirecto para aumentar la demanda de empleo y, de esa forma,
reducir los elevados niveles de desocupación vigentes.
Al respecto, puede señalarse que si bien el proceso de
expulsión de obreros puede ser explicado, en cierta medida,
por el hecho de que las firmas del sector han avanzado hacia funciones
de producción más capitalintensivas, nada indica
que el aumento en la tasa de inversión deba darse necesariamente
a la par de una prolongación de la jornada de trabajo.
En efecto, el impacto negativo que, sobre la generación
de puestos de trabajo y, en consecuencia, sobre la tasa
de desempleo, se deriva de la incorporación de tecnología
por parte de las firmas industriales podría haber sido
mucho menor si no se hubiera apelado a un incremento en la duración
de la jornada laboral.
Asimismo, en el marco del importante crecimiento de la producción
y la productividad laboral del sector, el salario medio de la
mano de obra industrial continuó deteriorándose,
al disminuir casi un 9 por ciento. A partir de este patrón
diferencial de comportamiento entre la productividad y el salario
real de los trabajadores cabe inferir una significativa transferencia
de ingresos desde los trabajadores hacia los dueños de
las empresas del sector y, por lo tanto, una creciente apropiación
del excedente fabril por parte de estos últimos. En otras
palabras, ello estaría reflejando el carácter socialmente
regresivo del crecimiento industrial registrado en los años
90, por cuanto el sector empresarial, en rigor, sus fracciones
más concentradas, se apropiaron de buena parte delos recursos
generados por la mayor productividad y flexibilidad
de la mano de obra.
En definitiva, mientras que en la actualidad existe en vastos
sectores de la sociedad un rígido consenso
en torno de la necesidad de flexibilizar o modernizar
las relaciones laborales, la información analizada refleja
con notable contundencia que el crecimiento del producto y la
productividad laboral en la industria argentina durante la década
pasada estuvieron vinculados a uno de los mecanismos más
arcaicos y menos flexibles de intensificación
en el uso de la fuerza de trabajo (la prolongación de la
jornada laboral).
En función de ello, cabe concluir que el objetivo último
de la modernización del mercado de trabajo
que hoy se promueve no es el crecimiento económico y la
reducción del desempleo sino, sobre la base de una creciente
precarización laboral, continuar realizando y cristalizar
legalmente una ingente transferencia de ingresos desde los
trabajadores hacia los empresarios (en especial, hacia las grandes
firmas oligopólicas, que son las que se encuentran más
afectadas por la vigencia de los contratos colectivos
de trabajo que la nueva ley busca eliminar), para, de esta manera,
seguir potenciando las ganancias empresarias, deprimiendo los
ingresos asalariados, profundizando el deterioro en las condiciones
laborales de la mano de obra ocupada y acentuando aún más
el patrón de distribución regresiva del ingreso
que se viene registrando en el país con particular intensidad
desde la segunda mitad de los años 70.