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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
02 ABRIL 2000








AGRO
 Por Aldo Garzón

Presion en EE.UU. y Argentina

Separados al nacer

Los precios internacionales golpean a todos los agricultores del mundo. Pero algunos se defienden mejor que otros. El caso de EE.UU.

Si bien es cierto que Estados Unidos dispone de un nutrido arsenal en materia de subsidios a la exportación y ayudas directas a los productores agrícolas, tampoco hay que desdeñar el escenario financiero en el que se desenvuelve el sector rural de ese país. Con las commodities de alimentos todavía sin la franca recuperación que se preveía para este año, los farmers y rancheros yanquis no la pasan muy bien. Aun así, están a varias leguas de distancia de sus colegas argentinos a la hora de defenderse de la crisis.
De acuerdo con los últimos datos oficiales, la deuda total del sector agropecuario estadounidense fue de casi 173 mil millones de dólares en el ‘98, lo que representa el 162 por ciento de su valor agregado. En la Argentina, ese porcentaje es del 65,5 por ciento, ya que el campo debe unos 10 mil millones de dólares y el valor de su producto bruto es de 15.275 millones.
Sin embargo, se estima que los productores argentinos han agotado su capacidad de endeudamiento, mientras que sus pares de los Estados Unidos, a pesar de todo, pueden tomar créditos hasta llegar a los 300 mil millones de dólares anuales sin incurrir en problemas de pago, ya que sólo han utilizado el 58 por ciento de su capacidad para endeudarse.
El economista Ernesto Liboreiro, del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales, señaló a Cash que si el agro norteamericano, en vez de tomar créditos a una tasa del 9 por ciento anual y a un plazo de 8 años, hubiera tenido que afrontar las condiciones financieras vigentes en la Argentina (tasa del 14 por ciento y plazo de 2,5 años), esa capacidad de endeudamiento que exhiben hoy los productores de Estados Unidos habría mermado en unos 190 mil millones.
“Reducir el encaje puede ser una solución para que bajen las tasas”, reconoció Liboreiro. El encaje son los requisitos mínimos de liquidez de los bancos, depositados en el Banco Central, fijados actualmente en el 20 por ciento del volumen de los depósitos. A menor encaje, mayor disponibilidad de fondos para prestar y, por lo tanto, menores tasas, se supone.
Es una apuesta riesgosa, como ha dicho el economista Guillermo Calvo, ya que podría repercutir en el nivel de reservas. Liboreiro espera, por su parte, que el Estado no se transforme en el principal tomador de este previsible agrandamiento de la torta crediticia. En lo que se refiere al agro, la decisión política volverá a pasar por los bancos oficiales, ya que la participación de los privados en este segmento es poca (el Banco Galicia encabeza el pelotón, con apenas 600 millones de dólares aplicados al sector).
Pero hay otros aspectos relevantes a la hora de facilitarle un desahogo financiero a los productores agropecuarios. “El sistema actual se basa en otorgar los créditos en función del patrimonio, que se toma como garantía, cuando en realidad debería considerarse el ciclo productivo”, dice Liboreiro. Según este criterio, los bancos deberían elaborar estudios sobre lo que generará cada unidad agropecuaria a lo largo de cada ciclo (son distintos para cada producción) y no prestar, como ahora, con la vista puesta en los bienes actuales del productor.
Además, hay que llenar algunos vacíos legales que dificultan el acceso al crédito. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires el ministro de Asuntos Agrarios, Haroldo Lebed, impulsa programas de asociatividad entre los pequeños y medianos productores para que puedan defenderse mejor trabajando con una economía de escala. “Pero la asociatividad no tiene entidad como sujeto de crédito”, advierte Liboreiro. No pueden, en las actuales condiciones, ir al banco como grupo para obtener ventajas financieras. Está claro que, con este déficit, tales asociaciones pierden mucho de su eficacia. En los Estados Unidos, entretanto, el sector rural está lejos de convertirse en un problema para los bancos. En última instancia, cuenta con la garantía del Departamento de Agricultura, que destina 12 mil millones de dólares anuales en ayuda directa para sus productores, sin contar todo el aparato de subsidios a las exportaciones. Un respaldo difícil de igualar.