Presion en EE.UU. y Argentina
Separados al nacer
Los
precios internacionales golpean a todos los agricultores del mundo.
Pero algunos se defienden mejor que otros. El caso de EE.UU.
Si bien es cierto
que Estados Unidos dispone de un nutrido arsenal en materia de subsidios
a la exportación y ayudas directas a los productores agrícolas,
tampoco hay que desdeñar el escenario financiero en el que
se desenvuelve el sector rural de ese país. Con las commodities
de alimentos todavía sin la franca recuperación que
se preveía para este año, los farmers y rancheros
yanquis no la pasan muy bien. Aun así, están a varias
leguas de distancia de sus colegas argentinos a la hora de defenderse
de la crisis.
De acuerdo con los últimos datos oficiales, la deuda total
del sector agropecuario estadounidense fue de casi 173 mil millones
de dólares en el 98, lo que representa el 162 por ciento
de su valor agregado. En la Argentina, ese porcentaje es del 65,5
por ciento, ya que el campo debe unos 10 mil millones de dólares
y el valor de su producto bruto es de 15.275 millones.
Sin embargo, se estima que los productores argentinos han agotado
su capacidad de endeudamiento, mientras que sus pares de los Estados
Unidos, a pesar de todo, pueden tomar créditos hasta llegar
a los 300 mil millones de dólares anuales sin incurrir en
problemas de pago, ya que sólo han utilizado el 58 por ciento
de su capacidad para endeudarse.
El economista Ernesto Liboreiro, del Instituto de Negociaciones
Agrícolas Internacionales, señaló a Cash que
si el agro norteamericano, en vez de tomar créditos a una
tasa del 9 por ciento anual y a un plazo de 8 años, hubiera
tenido que afrontar las condiciones financieras vigentes en la Argentina
(tasa del 14 por ciento y plazo de 2,5 años), esa capacidad
de endeudamiento que exhiben hoy los productores de Estados Unidos
habría mermado en unos 190 mil millones.
Reducir el encaje puede ser una solución para que bajen
las tasas, reconoció Liboreiro. El encaje son los requisitos
mínimos de liquidez de los bancos, depositados en el Banco
Central, fijados actualmente en el 20 por ciento del volumen de
los depósitos. A menor encaje, mayor disponibilidad de fondos
para prestar y, por lo tanto, menores tasas, se supone.
Es una apuesta riesgosa, como ha dicho el economista Guillermo Calvo,
ya que podría repercutir en el nivel de reservas. Liboreiro
espera, por su parte, que el Estado no se transforme en el principal
tomador de este previsible agrandamiento de la torta crediticia.
En lo que se refiere al agro, la decisión política
volverá a pasar por los bancos oficiales, ya que la participación
de los privados en este segmento es poca (el Banco Galicia encabeza
el pelotón, con apenas 600 millones de dólares aplicados
al sector).
Pero hay otros aspectos relevantes a la hora de facilitarle un desahogo
financiero a los productores agropecuarios. El sistema actual
se basa en otorgar los créditos en función del patrimonio,
que se toma como garantía, cuando en realidad debería
considerarse el ciclo productivo, dice Liboreiro. Según
este criterio, los bancos deberían elaborar estudios sobre
lo que generará cada unidad agropecuaria a lo largo de cada
ciclo (son distintos para cada producción) y no prestar,
como ahora, con la vista puesta en los bienes actuales del productor.
Además, hay que llenar algunos vacíos legales que
dificultan el acceso al crédito. Por ejemplo, en la provincia
de Buenos Aires el ministro de Asuntos Agrarios, Haroldo Lebed,
impulsa programas de asociatividad entre los pequeños y medianos
productores para que puedan defenderse mejor trabajando con una
economía de escala. Pero la asociatividad no tiene
entidad como sujeto de crédito, advierte Liboreiro.
No pueden, en las actuales condiciones, ir al banco como grupo para
obtener ventajas financieras. Está claro que, con este déficit,
tales asociaciones pierden mucho de su eficacia. En los Estados
Unidos, entretanto, el sector rural está lejos de convertirse
en un problema para los bancos. En última instancia, cuenta
con la garantía del Departamento de Agricultura, que destina
12 mil millones de dólares anuales en ayuda directa para
sus productores, sin contar todo el aparato de subsidios a las exportaciones.
Un respaldo difícil de igualar.
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