TIZADO
JUEGA A FAVOR DE LAS TERMINALES Y HAY CONFLICTO
Autopartistas en pie de guerra
La
devaluación del real y la extensión del plazo que
tienen las terminales para cumplir con la integración de
piezas locales dejaron a los autopartistas argentinos en una frágil
situación.
Por
Roberto Navarro
Los
fabricantes de componentes de automóviles tuvieron dos malas
noticias en la misma semana. El martes, el secretario de Industria,
Javier Tizado, acordó con su par brasileño, Reginaldo
Arcuri, extender el plazo que tienen las terminales automotrices
para cumplir con el 30 por ciento de integración de piezas
locales en cada vehículo, exigencia que forma parte del nuevo
régimen automotor del Mercosur. El miércoles el dólar
se disparó por arriba de los dos reales, profundizando la
asimetría cambiaria que existe entre los autopartistas de
los dos socios mayores del acuerdo regional. A partir de la maxidevaluación
de la moneda brasileña de enero de 1999, más de cien
fabricantes de componentes mudaron total o parcialmente sus plantas
a Brasil, el sector perdió un 20 por ciento de facturación
y expulsó 12.700 empleados. El mínimo de partes nacionales
que les aseguraba el acuerdo firmado por los socios del Mercosur
en junio pasado detenía la sangría. Su postergación
puede derivar en nuevos cierres de fábricas y más
despidos.
Las terminales más perjudicadas por la obligación
de integrar los vehículos con piezas locales fueron las que
convencieron al gobierno para que extienda el plazo que tienen las
empresas para cumplir con las exigencias del régimen automotor
regional. Extensión que, por ahora, es por tiempo indeterminado.
Chrysler, Toyota y General Motors, las últimas que se instalaron
en territorio nacional, son las que menos integración tienen
y las que más tendrían que invertir para cumplir con
el mínimo exigido. Estas empresas, que producen sólo
uno o dos modelos en el país, y que vieron caer sus ventas
por la recesión económica, tendrán que invertir
en matrices para que los autopartistas les fabriquen piezas para
los escasos quince o veinte mil vehículos que producen en
Argentina. Un pésimo negocio que las condena a trabajar a
pérdida hasta que se reactive el mercado.
Una situación similar vive Peugeot, que acaba de renovar
sus modelos, y está equipando sus autos con mayoría
de piezas importadas. El acuerdo regional firmado en junio último,
que debía regir a partir del primero de agosto, protege a
las terminales con un arancel extra Mercosur del 35 por ciento hasta
el año 2005 y les exige a cambio integrar los vehículos
con un mínimo del 60 por ciento de partes fabricadas en la
región y un 30 por ciento de partes nacionales. Cuando el
gobierno argentino reglamentó el convenio mediante el decreto
670 aclaró que la participación local debía
medirse pieza por pieza. Brasil y las terminales reaccionaron diciendo
que eso no era lo firmado y que los componentes debían tomarse
por conjuntos completos, por ejemplo: un motor es un conjunto. Como
dentro de un motor pueden haber cientos de piezas extranjeras, si
se midiera de esa manera, un auto nacional podría llegar
a tener un mínimo del 9 por ciento de piezas locales.
El secretario de Industria argentino propuso extender el plazo de
entrada en vigencia de las nuevas reglas de juego para ganar tiempo
y así sentarse a negociar con las terminales una por una.
Conocedor de que no todas las empresas tienen problemas para cumplir
con el mínimo de piezas locales, la estrategia de Tizado
es ofrecer a las terminales de menor integración incentivos
fiscales temporales y mayor tiempo para cumplir los requisitos del
nuevo régimen. Pero las terminales se niegan a negociar separadas
porque saben que perderían peso específico para hacer
valer su posición.
Si las fábricas estuvieran trabajando a full necesitarían
tener la mayor cantidad de piezas cerca de las plantas y entonces
preferirían una mayor integración local, explicó
a Cash Ricardo Damato, presidente de AFAC, la cámara que
agrupa a los autopartistas (ver aparte). Pero hasta que aumente
el consumo a las terminales les conviene importar las piezas de
los grandes proveedores globales o de Brasil, que después
de la devaluación redujo los precios de los componentes automotores
en un 35 por ciento.
El gobierno brasileño defiende la posición de las
terminales porque sabe que, con una menor exigencia de piezas locales,
sus autopartistas, beneficiados por la actual asimetría cambiaria,
ganarán mayor mercado. La paradoja es que mientras la administración
federal del socio mayor del Mercosur afirma que no es conveniente
exigirles a las empresas una mayor integración de piezas
nacionales, los estados de Curitiba, Bahía, San Pablo, Paraná
y Porto Alegre exigen a las plantas instaladas en sus territorios
hasta un 80 por ciento de integración de piezas locales.
Esta conducta dual obliga a los autopartistas nacionales a mudar
sus plantas a esos estados para poder convertirse en proveedor de
las grandes empresas automotrices.
RICARDO
DAMATO, PRESIDENTE DE LA AFAC
Sin
regulaciones, nos borran del mapa
¿Por
qué los autopartistas quieren obligar a que las terminales
les compren?
El Mercosur, como el resto de los acuerdos regionales,
necesita reglas de juego. El régimen de intercambio automotor
y el decreto reglamentario, que, entre otras cosas, imponen un 30
por ciento de componentes nacionales en cada vehículo, son
parte de ellas. Pero la verdad es que si Brasil hubiese cumplido
acuerdos anteriores, ahora no estaríamos discutiendo cómo
se mide ese 30 por ciento. En 1994 se firmó un convenio en
el que los dos socios mayores del Mercosur se comprometieron a no
dar subsidios al sector, a no forzar localizaciones con incentivos
locales y a no participar jamás con aportes de capital en
empresas automotrices radicadas en ninguno de los dos países.
Brasil no cumplió ninguno de estos puntos. Y además
hizo una devaluación competitiva. Entonces se generó
una asimetría de costos que, si no se regula el mercado,
nos borra del mapa.
Las terminales dicen que su sector no es competitivo y que obligarlos
a comprarles significaría un aumento en el precio de los
autos.
Si se compara el precio de los vehículos nacionales
con los de otros países, queda claro que las que no son competitivas
son las terminales. Además, nosotros, aunque tenemos costos
muy superiores, estamos entregando al mismo precio que la industria
brasileña. El problema es otro. El grueso de la inversión
automotriz ya está radicada en Brasil. Las terminales quieren
producir todo allá para trabajar a gran escala y abastecer
a toda Latinoamérica. Y esa intención está
en línea con los intereses de los brasileños, que
intentan desarrollar un gran polo industrial y utilizar a la Argentina
como un concesionario de lujo.
¿Piensa que las terminales y el resto de las autopartistas
se irán a Brasil?
Ya está pasando. En Córdoba, hasta 1997, había
40 pymes fabricantes de componentes que vivían de Fiat; ahora
quedan 10. Y Fiat se llevó la producción de los modelos
Duna y Uno para Brasil. Lo que ocurre es que los estados brasileños,
que subsidiaron la instalación de plantas industriales de
casi todas las marcas, exigieron a cambio que las terminales cumplan
un mínimo del 70 por ciento de piezas locales. Con esa exigencia,
a las empresas les conviene concentrar la producción allá
para lograr una mayor escala y comprar mejor.
Con respecto al punto que están discutiendo, si la proporción
de partes nacionales se debe medir por piezas o por conjuntos, ¿qué
hacen otros bloques regionales?
El Nafta y la Unión Europea miden pieza por pieza.
Y la mayoría exige porcentajes de producción local
mucho mayores. Alemania, que es una potencia y nadie puede decir
que no tenga una industria competitiva, exige un 60 por ciento de
autopartes alemanas. La industria automotriz es protegida en todo
el mundo porque es multiplicadora de actividad económica.
No sólo genera muchos puestos de trabajo sino que brinda
capacitación constante y altos salarios.
¿Si el país no estuviera pasando por una larga
recesión, estarían en medio de la actual discusión?
Seguramente no, porque las terminales, cuando trabajan
a pleno, necesitan tener las piezas cerca, para asegurarse un proceso
de producción eficiente, sin cortes de stock. Además,
si las autopartistas locales tuvieran una escala de producción
importante, pueden mejorar los precios de la industria brasileña,
aun con los subsidios que reciben.
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