Juegos peligrosos
Por
Alfredo Zaiat
El terreno está preparado. Una agobiante recesión
que pronto cumplirá tres años. Un estado general de
depresión por las dificultades económicas y las tensiones
sociales. Una parálisis de la inversión productiva
ante la incertidumbre sobre lo que vendrá. Una profunda y
preocupante crisis política. Con ese decorado, el escenario
está montado para que el primer actor empiece la función.
Domingo Cavallo sabe que en el caos es donde mejor se mueve. Y por
ese motivo regresó. Pero también sabe que, pese al
desalentador clima que se vive en el país, el caos todavía
no es lo suficientemente intenso como para generar la fase de desesperación
de una crisis. El viernes, el deterioro de las variables financieras
apuró las definiciones. Y Cavallo se ha montado en ese pánico
para acelerarlas. Primero amenazó con que si no obtiene superpoderes,
faltará dinero en el Tesoro, lo que es lo mismo que decir
que se ingresará en cesación de pagos. Después
advirtió que si no le dan carta libre para hacer y deshacer
en materia impositiva, laboral, previsional y de reforma del Estado,
la economía no podría mejorar su competitividad bajando
un 20 por ciento sus costos. O sea, que la salida traumática
para ese problema sería la devaluación.
Jugar con la posibilidad de la bancarrota o de la explosión
de la paridad cambiaria es tan audaz como peligroso. Ese descaro
por caminar por los bordes es la esencia misma de Cavallo, elogiada
y denostada al mismo tiempo por muchos. Su estrategia para conseguir
lo que quiere es conocida, lo que no implica necesariamente que
sus rehenes hagan algo para evitarla. Por el contrario, han caído
en su trampa con un placer de autoflagelación que no deja
de sorprender. Sólo un ingenuo puede pensar que el reclamo
insistente por concentrar poderes será solamente para luchar
contra la burocracia excesiva, la corrupción, la evasión
y el despilfarro, como enumeró en su primera irrupción
ante la prensa en el microcine del Ministerio de Economía.
Para esas tareas no se necesitan poderes especiales. Vale entonces
la pena mencionar, para al menos estar preparados, que la convertibilidad
del 1 a 1 con el dólar se debe modificar por ley. Pero con
facultades legislativas, que delegan con el ahora famoso artículo
76 de la Constitución, el Ejecutivo puede crear un régimen
cambiario de cesta de monedas convertibles.
Los escenarios económicos sociales como los que se están
viviendo son bisagras de etapas en el desarrollo del país,
que según como se vayan a resolver definirán las condiciones
futuras de crecimiento y calidad de vida de la población.
Son momentos en que la sociedad acepta la magia que le presentan
con tal de salir del atolladero. En las últimas tres décadas
ha habido otras tantas crisis, incluida la actual, con esas características.
A fuerza de las armas, la última dictadura militar impuso
el plan económico de Martínez de Hoz. Con el apoyo
cómplice de un sector importante de la sociedad que quería
dejar atrás el clima de violencia, los militares lograron
el disciplinamiento social difundiendo el miedo a desaparecer, dejando
así el campo libre para la infame experiencia económica
inaugurada el 4 de abril de 1976.
La hiperinflación legada por Raúl Alfonsín
actuó como otro potente disciplinador social, que ante el
miedo del retorno a los días del descontrol de precios habilitó
al gobierno de Carlos Menem a dilapidar valiosos activos públicos
acumulados por generaciones de argentinos y a consolidar un bloque
de poder económico al tiempo de una pauperización
de vastos sectores de la población.
La recesión que dejó Menem y que se prolonga en insoportables
33 meses servirá como otro fulminante disciplinador social.
La promesa de salir de ese pozo facilitará la definición,
con la dosis de heterodoxia que ahora muestra Cavallo, de las reformas
estructurales pendientes: laboral, previsional, obras sociales y
privatizaciones. Superada esta crisis y ya con la recesión
como recuerdo, se empezarán a ver las consecuencias de este
juego.
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