GOLPISTAS
La profética advertencia que Eduardo Galeano formulara en uno de sus recientes trabajos se va cumpliendo: los dueños del poder económico se van cansando de los intermediarios. Por ahora no llegan (formalmente) a desalojar a los etéreos presidentes de sus sillones, pero ya van practicando una nueva forma de golpe de Estado, análogo en cierta forma, a los de otras décadas. Los dueños del dinero provocan genocidios económicos encubiertos. Sus cuarteles y arsenales han mutado. Ahora son recintos bursátiles, redes informáticas, ministerios de economía; decretos de necesidad y urgencia; ajustes y recontraajustes, rebajas de salarios, convertibilidad y estabilidad engañosas. Han cambiado el verde oliva por costosos trajes y corbatas y han ungido como suboficialidad a fundaciones corrompidas legalmente que proveen ministros. Los nuevos golpistas (denominados “mercados”) tienen un respeto casi talibán por algo así como un decálogo. No tocar a los evasores. Ni a los elusores. Premiar corruptos que los favorecen. Recortar los aportes patronales y, por ende, destruir el sistema previsional público. Jamás gravar las exorbitantes ganancias ni los giros al exterior de las privatizadas. En lo que sí se parecen los nuevos golpistas a los del pasado, es en su fuerte vocación por la represión social y la manipulación mediática. Como que, por ejemplo, el ascenso de ex funcionarios del Proceso, gestores de otros golpes económicos, haga olvidar los casos de lavado de dinero y otros delitos bancarios.

Daniel Horacio Bravo
Castelar