Domingo, 3 de mayo de 2015 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
La Fuerza Aérea celebró el viernes el aniversario de lo que denomina su Bautismo de Fuego, hace 33 años, en la guerra de 1982 con Gran Bretaña. Esta señora se quita demasiados años. La verdad es que su bautismo ocurrió hace sesenta años, el 16 de junio de 1955, cuando bombardeó la Plaza de Mayo repleta de personas de nacionalidad argentina. Más de 300 fueron asesinadas desde el aire. Además del tránsito habitual había mucha gente reunida en la plaza gracias a un ardid: se había anunciado que a mediodía una formación de aviones de la Fuerza Aérea sobrevolaría la Catedral en “testimonio de adhesión” a Perón. Con esa cobertura, pilotos de la aviación naval y de la Aeronáutica militar llegaron con sus aviones hasta la Plaza de Mayo, arrojaron entre 9 y 14 toneladas de bombas sobre la Casa de Gobierno y la residencia presidencial e hicieron fuego sobre los manifestantes que se habían reunido frente a la CGT y en las inmediaciones del Ministerio de Marina. En la última pasada, los pilotos de ambas fuerzas ametrallaron a personas que caminaban por las calles. Estuve en la plaza ese día y no olvido la línea de puntos luminosos que dibujaban las balas trazadoras de las ametralladoras aéreas. El ocultamiento de estos episodios no comenzó ahora. Perón sólo atribuyó los ataques a la Marina y encomió “la acción maravillosa” del Ejército. Tres meses después, oficiales de la Fuerza Aérea también participaron en el alzamiento encabezado por el general Eduardo Lonardi en Córdoba y atacaron con armas pesadas a un grupo de policías que rodeaban la casa en la que estaba refugiado el general golpista Dalmiro Videla Balaguer y custodiaron con ametralladoras y nidos de zorro la radio cordobesa desde la que los rebeldes transmitían sus proclamas. No son acontecimientos de recuerdo grato, pero su ocultamiento tergiversa la historia en términos inadmisibles.
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