PLáSTICA › JORGE MACCHI: ENVIO OFICIAL DE LA
ARGENTINA A LA 51ª BIENAL DE VENECIA
Un ciclo de ascensos y caídas
Jorge Macchi fue elegido para el envío oficial e invitado al pabellón central de la Bienal de Venecia. Detalles.
Por Fabián Lebenglik
Es fácil perderse en Venecia, donde el visitante está destinado a ser un flanêur. Para llegar al Palagraziussi, un antiguo y pequeño oratorio barroco del siglo XVIII, elegido por la Dirección General de Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina como sede del envío nacional a la 51ª Bienal de Venecia, hay que transitar un camino laberíntico. Los recorridos a pie por la ciudad están regidos por una combinación de determinación y azar que transforma todo gesto voluntario en un movimiento de destino incierto. Por eso también resulta fácil reencontrar el camino y reencauzar el paso.
El Palagraziussi queda muy cerca del celebérrimo Ponte di Rialto. El tramo final para acceder al antiguo oratorio (originariamente consagrado a San Filippo Neri) consiste en atravesar una callecita que muta en pasillo, pasaje y pasadizo estrecho, entre altos muros de piedra. El efecto desfiladero aporta a la expectativa del visitante un matiz que oscila entre espíritu aventurero y la angustia claustrofóbica. Impresión que debe completarse con el decadentismo de la ciudad, su belleza hipnótica, el peso de la historia y la omnipresente marea turística de la que inevitablemente formamos parte (sin abandonar el deseo de ser considerado un viajero, si hubiera que tomar partido por alguna de las opciones planteadas por la célebre dicotomía entre el turista y el viajero).
Para concebir su trabajo, Jorge Macchi utilizó la “información” aportada por el propio oratorio. Se trata de un edificio de planta cuadrada, de doce metros por catorce, y ocho de altura. Los músicos y cantantes que antiguamente albergaba el oratorio se ubicaban en balcones laterales, decorados con pinturas dedicadas a San Filippo Neri y a los instrumentos musicales. Uno de los evocados es la viola da gamba, típico instrumento de cuerda barroco. En el cielorraso hay un mural de tema religioso, pintado por Tommaso Cassani Bugoni, cuyo tema es la Asunción de María (ver foto).
Con todos estos elementos resonando metafóricamente en el interior del pequeño edificio Macchi ideó su instalación visual y sonora que consiste en una cama elástica de igual medida que el fresco de la Ascención, ubicada exactamente debajo de aquella pintura y respetando su barroco perímetro de curvas y contracurvas. La medida aproximada de la cama elástica –de color azul, y que ocupa buen parte de la planta del oratorio– es de ocho metros por seis, con una altura de ochenta centímetros.
Macchi invitó al músico y compositor argentino –residente en Berlín– Edgardo Rudnitzky, un viejo compañero de ruta con el que había colaborado en cinco proyectos anteriores, entre 1999 y 2004, a que se sumara al envío veneciano. Así, el músico compuso una pieza para viola da gamba y percusión. La propia cama elástica oficia de instrumento de percusión y su ejecutante es el acróbata que salta rítmicamente sobre la cama, según las precisas indicaciones del compositor.
En la penumbra del oratorio, colmado por una pequeña multitud –de críticos, artistas, curadores, coleccionistas, periodistas, funcionarios y público en general– que se amontonó alrededor de la cama elástica para ver y oír la instalación, las varias “funciones” del envío argentino resultaron un éxito. La tensión formal de la obra, cifrada en los tensores que sostienen la cama elástica a la estructura metálica, más la tensión visual entre ambas obras (la cama elástica azul bajo –y contra– la Ascensión del mural); más la tensión musical de la pieza que ofrece un notorio crescendo sonoro, sobre las tensas cuerdas de la viola da gamba; más los saltos del acróbata... Todo lleva al suspenso y se resuelve entre la poesía y la metáfora de la obra.
La curadora del envío, Adriana Rosenberg, cita a George Steiner (del libro Presencias reales) para hablar de la obra de Macchi: “El arte se desarrolla por medio de la reflexión sobre el arte precedente. Reflexión significa aquí también un reflejo, un volver a pensar”.
En la evocada Ascensión, una virgen vestida de rojo, con capa verde, se eleva atravesando densas nubes que ofician de graderías desde donde asoman los ángeles que miran curiosos a la ascendente María, al tiempo que arrojan flores.
En la Ascensión de Macchi, el acróbata que salta sobre la cama elástica presenta rítmicos ascensos y caídas que bien podrían pensarse no sólo como una versión terrena de lo que se ve en el mural, sino también como una versión que habla de la condición argentina: permanente tensión, combinada con ciclos de subidas y caídas que obligan a conductas acrobáticas para mantenerse en pie.
La obra central funciona perfectamente sin el acróbata. De hecho, durante el resto de los cuatro meses que dura la Bienal, la instalación se presenta sin el saltimbanqui. Pero la música sí estará presente, aunque no “en vivo”: todo visitante podrá colocarse auriculares para escuchar la pieza de Rudnitzky, de quince minutos de duración, grabada en el mismo oratorio y que funciona como banda de sonido.
Para documentar y acompañar el envío oficial, se editó un excelente catálogo de tapa dura de más de cien páginas, en castellano, italiano e inglés, diseñado por Mario Gemín, que incluye, además de los textos institucionales y numerosas fotografías con obra anterior del artista, un muy buen ensayo de María Gainza y un CD con la música de Rudnitzky.