Lunes, 7 de julio de 2008 | Hoy
Desde el gobierno, Sarmiento intentó concretar proyectos renovadores, como la fundación de colonias de pequeños agricultores en Chivilcoy y Mercedes.
La experiencia funcionó bien, pero cuando intentó extenderlas se encontró con la cerrada oposición de los terratenientes nucleados en la recientemente fundada Sociedad Rural Argentina que, en la persona de su presidente Enrique Olivera, le hizo saber a Sarmiento que el sindicato de los terratenientes consideraba “inconveniente implantar colonias como la de Chivilcoy, donde ya estaba arraigada la industria ganadera”.
Sarmiento se enojó y declaró: “Nuestros hacendados no entienden jota del asunto y prefieren hacerse un palacio en la Avenida Alvear que meterse en negocios que los llenaran de aflicciones. Quieren que el gobierno, quieren que nosotros que no tenemos una vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra, a los Luro, a los Duggans y los Leloir y a todos los millonarios que pasan su vida mirando cómo paren las vacas. En este estado está la cuestión, y como las cámaras del Congreso están también formadas por ganaderos, veremos mañana la canción de siempre, el payar de la guitarra a la sombra del ombú de la Pampa y a la puerta del rancho de paja”.
En 1864 Sarmiento se había dirigido al presidente de la Sociedad Rural Argentina en estos términos: “El ganado y sus productos como industria exclusiva y única del país tienen el inconveniente de que su precio no lo regulamos nosotros, por falta de consumidores en el terreno, sino que nos lo imponen los mercados extranjeros según su demanda”.
Pero lamentablemente Sarmiento no pudo tomar medidas concretas contra esa oligarquía terrateniente...
Fuente: Los mitos de la historia argentina 2, de Felipe Pigna, págs. 280, 281, 282.
Daniel Musso
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