Lunes, 27 de agosto de 2012 | Hoy
El tema debe ser abordado para encontrar la solución, lo que es, sin duda, el aspecto más importante del problema. Hasta ahora todo ha girado alrededor de este punto, pero también habría que considerar el “mientras tanto” que es el alivio de sus efectos sobre la población. Los buenos médicos suelen aplicar el principio atribuido a Hipócrates:
1. no dañar
2. aliviar
3. tratar de curar
Con respecto al punto 2 podría hacerse algo, como por ejemplo incitar a la población a que cambie su horario de trabajo para que no coincida con las horas pico. Esto no es posible para todo el mundo, pero sí para muchos, incluyendo oficinas enteras, jefes de empresas y su personal jerárquico, etc. También declarar asueto algún día. Sería menos perjudicial para la economía (¡y el humor!) un día o dos de asueto que diez días seguidos de “infartos” (las calles son arterias, como las del cuerpo físico) en el tránsito. Según los diarios, el incremento de horas transcurridas en el tránsito durante estos días es de dos horas por persona, lo cual arroja un total por persona de veinte horas en diez días, es decir, dos jornadas y media de trabajo. Sobre este punto, el tiempo, llama la atención la insensibilidad de la gente cuando se lo roban, a diferencia de lo que ocurre con el dinero. No hubo cacerolazos. Sin embargo, el tiempo, a diferencia del dinero, no se repone.
Propuesta: El gobierno nacional debería crear un comité de crisis, formado por personas (muy pocas) creativas con medios para una acción rápida, sobre todo en el terreno de la comunicación pública. Si se lograra mantener este comité fuera del ámbito burocrático, con seguridad serviría para otras crisis para las cuales la ciudad no parece estar preparada, como lo demuestra el pasado reciente. Durante el atentado a la AMIA, daba pena ver a los “rescatistas” corriendo de un lado para otro sin ton ni son y las ambulancias que no podían moverse. En Cuba pasaba lo mismo con los huracanes hasta que decidieron encarar el asunto con preparación y entrenamiento de la defensa civil, con lo que lograron disminuir los daños, sobre todo las víctimas, en forma drástica, llegando hasta el cero en algunos casos.
Rodolfo Livingston
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